El Pacto de la Sardana

EL CONFIDENCIAL 20/11/13
FEDERICO QUEVEDO

Rajoy está esperando a que le llame Rubalcaba para buscar una salida al tema de Cataluña. Es verdad que han hablado ya sobre este asunto, pero sólo para decirse mutuamente que ninguno de los dos quiere una Cataluña fuera de España; a partir de ahí, sin embargo, ninguno de los dos ha querido recorrer el camino del encuentro. Rubalcaba porque sigue atado de pies y manos por una estrategia equivocada de no querer pactos con el PP, y Rajoy porque cree que ya ha tendido la mano muchas veces y sólo ha encontrado el no, no, no, no del PSOE. En los últimos días, sin embargo, han pasado algunas cosas que pueden hacer cambiar esta tónica de desencuentro.
La primera, el giro que ha dado el PSC, obligado por la amenaza de ruptura que se vivió entre bambalinas en la Conferencia Política del PSOE que, realmente, sólo ha servido para certificar que el partido sigue falto de ideas y de líderes, pero que gracias a la estrella ascendente de Susana Díaz empieza a aclarar un poco más su postura en el tema territorial. Y la segunda, el pacto alcanzado entre el PSOE y el PP para la renovación del CGPJ. Esto es un tema de Estado, y ha habido interés en pactar por ambas partes. Puede que eso se traslade también a otros asuntos espinosos como el catalán. El PSOE va a seguir buscándose, sobre todo en la calle, que es donde parece que le gusta estar cuando no sabe a dónde ir, pero si es capaz de centrarse cuando se trata de temas de Estado, entonces podemos tener la esperanza de que se produzca alguna clase de acuerdo con el tema catalán”.
Quien así se pronuncia es un alto cargo del Partido Popular que tiene línea directa con Mariano Rajoy y que también me traslada la preocupación que había, y hay todavía, en el Gobierno por la actitud del PSOE en este asunto. Aunque pueda parecer lo contrario, al PP no le interesa quedarse sólo en la defensa de la Constitución y de la unidad de España. Ya, es verdad que está también UPyD y en Cataluña Ciudadanos, pero ninguno de los dos partidos está llamado a mayores responsabilidades en la gobernabilidad del país.
La alternancia, guste o no guste, se va a seguir produciendo entre el PSOE y el PP, y aunque es verdad que la suma de ambos ha retrocedido en respaldo electoral al menos en lo que a los sondeos se refiere –habrá que ver qué pasa en unas elecciones–, siguen ocupando al menos dos tercios del total del electorado, lo cual los convierte en imprescindibles para gobernar el país y para tomar decisiones que afectan a la unidad del mismo. Siempre he dicho que sea cual sea la salida que se le dé al desafío soberanista catalán, para que tenga la suficiente firmeza debe venir de la mano de los dos partidos mayoritarios.
Lo contrario llevaría al país a una situación extremadamente complicada porque si los dos partidos salen debilitados de las próximas elecciones generales y necesitan apoyos para gobernar, o este tema está resuelto con la voluntad de ambos o nos veríamos abocados a un proceso de desintegración definitivo. Rajoy ha dejado bien claro que el PP no va a permitir que se toquen artículos esenciales de la Constitución que afectan a la unidad de España, pero no ha cerrado la puerta a modificaciones en el Título VIII. Eso significa que el Gobierno podría estar abierto a negociar alguna clase de salida a esta situación que cuente con el apoyo del PSOE, siempre que el PSOE lo esté también para ponerse a disposición de buscar ese acuerdo.
Es difícil, pero no imposible, y el país necesita que por una vez sus políticos aparquen sus diferencias partidarias y de verdad piensen en el futuro de todos. Como en una sardana, buscar ese acuerdo implicará dar unos pasos más largos, y otros más cortos, a un ritmo aparentemente lento pero firme. El Pacto de la Sardana empieza a vislumbrarse y, además del PSOE, podría incluir también a Unió Democràtica de Catalunya, lo cual dejaría a Artur Mas en una situación extremadamente complicada, en manos de Oriol Junqueras y con un claro riesgo de perder las elecciones autonómicas y de que Convergència acabe laminada por ERC. Algo empieza a moverse pero, como en la sardana, los movimientos son tan lentos que casi no se percibe la efectividad de los mismos ni se vislumbra cómo puede ser el final… Pero moverse, se mueve.