No hay mayor corrupción que vulnerar la Constitución Española para tratar de romper el Estado
Pedro Sánchez no va a convocar elecciones generales porque haya perdido las elecciones europeas. Él se mueve en otro escenario y por otras razones. Y el resultado de las elecciones europeas no le impide permanecer en la Moncloa, que es lo que le interesa y por lo que se mueve, actúa y toma decisiones. Otra cosa sería que Illa no sea investido president de Cataluña, deban repetirse las elecciones autonómicas y le interesara adelantar las generales para hacerlas coincidir unas con otras en octubre, en la esperanza de que un incremento de los votos que obtuviera en Cataluña le facilitara reforzarse en el conjunto de España. E incluso ganar, aunque fuera por la mínima.
Aunque la precaria situación en la que se encuentran Podemos y Sumar pudiera entenderse como beneficiosa para sus intereses, la cosa no está tan clara, dado que Sánchez necesita que haya una marca política que recoja todos los restos de izquierda extrema y populista a los que todavía no llega el PSOE, de modo que a continuación pueda sumar sus escaños a su supuesta coalición «progresista», con todos los reaccionarios imaginables. Tras laminar a Podemos con la creación del Sumar liderado por Yolanda Díaz (esa creación intelectual de Sánchez y sus medios afines) y la dimisión posterior de esta por incapacidad e incompetencia, ahora necesita que en ese espacio haya algo lo suficientemente aseado, aunque lo suficientemente pequeño para que solo puedan ser lo que deben: los tontos útiles que entreguen sus votos a Sánchez para que este permanezca en la Moncloa. Y para ello se necesita un sucesor o sucesora de Yolanda Díaz que sea capaz de superar lo insuperable: alguien que sea capaz de verbalizar dos frases coherentes, lo que sería todo un récord.
Sin embargo, es poco probable que haya repetición electoral en Cataluña, dado que Sánchez, con el apoyo cómplice de todo el PSOE, está dispuesto a ceder cuanto sea necesario a ERC para que los de Marta Rovira, secretaria general a la fuga, apoyen a Illa e incluso entren en el nuevo Govern que se forme. En este caso, la concesión sería una «financiación singular» para Cataluña, que no es otra cosa que un privilegio que el resto de los ciudadanos españoles deberemos abonar a los nacionalistas catalanes para que Illa sea president, Sánchez siga en la Moncloa y Cataluña siga impulsando más políticas nacionalistas que la acerquen a la independencia práctica, que es lo que verdaderamente importa; o sea, una especie de Concierto Económico vasco para Cataluña que limite su aportación al conjunto del Estado y limite la solidaridad interterritorial, dentro de un Estado confederal donde unos son más iguales que otros.
Esas antiguallas reaccionarias
La singularidad de Cataluña es que Illa necesita los votos para ser president y Sánchez los necesita para seguir en la Moncloa. No hace falta comerse la cabeza. El PP lo considera un escándalo, y lo es de un tamaño estratosférico, pero debe de ser duro oponerse a una financiación singular para Cataluña cuando has defendido durante cuarenta años el cupo vasco o el navarro, esas antiguallas reaccionarias. Es la histórica reivindicación de los catalanistas, como si Amancio Ortega solicitase limitar los impuestos que paga a los exactos servicios que reciba él del Estado. O sea, el fin de la solidaridad, la redistribución y la igualdad. Todo tan progresista como suele ser habitual en la izquierda reaccionaria que nos gobierna. Si los independentistas no han logrado que Cataluña se independice del resto de España, ahora se trata de que España no tenga presencia en Cataluña. O sea, que siga sin tenerla o tenga todavía menos, si esto fuera posible. Es decir, la independencia fiscal que antecede a la independencia política que los amnistiados por Sánchez siguen preparando con el apoyo del PSC, otros tontos útiles.
Es mucho peor robar para subvertir el orden constitucional y extranjerizar a millones de ciudadanos que para comprarse un chalet en la playa
Sánchez indultó y después amnistió a los malversadores y a los sediciosos que trataron ilegalmente de romper el Estado y la comunidad política, la mayor de las corrupciones. Y si amnistías a un corrupto de semejante calibre, no puedes sino ser otro corrupto, te pongas como te pongas. Y, por cierto, es mucho peor robar para subvertir el orden constitucional y extranjerizar a millones de ciudadanos que para comprarse un chalet en la playa. No es un eximente sino un agravante. Por eso el pacto entre ERC y el PSOE solo tiene un nombre.
El defensor de la impunidad de los golpistas
Sánchez ha definido el pacto entre PSOE y ERC como un pacto estratégico tanto para Cataluña como para España. De ese modo, trata de elevar la categoría del pacto, cuando la verdad es que es una burda estrategia para defender sus intereses particulares. Además, el defensor de la impunidad de los golpistas se compromete ahora a acabar con la supuesta impunidad de los medios de comunicación críticos con el Gobierno de España. Es el cinismo elevado a la enésima potencia.
El pacto entre ERC y el PSOE es la base sobre la que Sánchez va a basar su permanencia en la Moncloa. Un pacto transversal, nos dicen, aunque todos sean nacionalistas y todos se digan de izquierdas. En el fondo, el pacto entre el PSOE y ERC es un pacto entre corruptos, no le deis más vueltas. Porque, si no hay mayor corrupción que vulnerar la Constitución Española para tratar de romper el Estado, ¿cómo puede llamarse a quien indulta y amnistía a los responsables de semejantes actos solo para lograr el apoyo parlamentario que le permita seguir manteniendo el Poder político? ¿Y cómo puede llamarse al pacto entre unos y otros?