JOSÉ CHACÓN DELGADO / Profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU, EL CORREO 15/09/13
· El socialismo vasco actúa a ratitos ahora y en toda la Transición, porque nunca ha ofrecido un proyecto sólido que le identifique frente a sus adversarios.
Pocas expresiones tan mordaces y cargadas de aviesa intención se le podrán encontrar a Patxi López en las hemerotecas como la que dedicó a su compañera de partido Carme Chacón a propósito de la marcha de esta a Estados Unidos, para dar clases justo en los meses decisivos en que se va a tener que despejar el avispero socialista de las primarias: «Chacón se quita de en medio un ratito, pero no quiero ser malo». Porque es con expresiones espontáneas como esa, tan natural y desinhibida, con las que habitualmente se explica mucho más de uno mismo que del tercero en cuestión, y eso es lo que hizo López al hablar así de Chacón: darnos la clave con la que entender su propia actuación política en el escenario vasco en los últimos meses, incluso desde antes de que Antonio Basagoiti le retirara su apoyo en mayo de 2012, cuando, para entonces, el todavía lehendakari López ya se había convertido en el ariete socialista, con la bendición de Rubalcaba, contra el Gobierno de Rajoy.
Patxi López desde entonces solo actúa en el escenario vasco en clave de política española y ahora necesita un pacto para el ratito que le queda antes de presentarse a las primarias del PSOE. Recordemos que el socialismo vasco se alineó con Rubalcaba en las últimas primarias frente a Chacón, apoyada por el socialismo andaluz, el de Griñán y también el de su reciente sustituta Susana Díaz, tras clamoroso precocinado de primarias, comentado por José Antonio Pastor, secretario del socialismo vizcaíno, con un elocuente «digamos que podría haber sido mejorable».
Tanto López como Chacón, competidores directos en las próximas primarias, son los dos resultados más acabados de la política nacional del PSOE desde tiempos de Felipe González, con su efecto demoledor para la vertebración de las comunidades gobernadas por los nacionalismos, donde los votantes socialistas han experimentado siempre en sus propias carnes la esquizofrenia de seguir los consejos de su líder máximo: votar socialista en las generales y permiso para votar nacionalista en las autonómicas.
Es así como entendemos la consecución de este pacto del ratito del socialismo vasco con el PNV, basado solo en la economía y con el que ambos se dan un momento de respiro: el PNV para aprobar como gobierno sus primeros presupuestos, el PSE para posicionar a su líder cara a las próximas primarias, donde podrá exhibir un acuerdo que le da el único protagonismo al que puede aspirar en el escenario político vasco. Patxi López, ya para siempre exlehendakari, sabe que debe esta nota sobresaliente de su currículum al apoyo del PP vasco y lo que quiere desde hace tiempo, con vistas a las primarias, es poner toda la distancia que pueda respecto del PP: es la única clave que explica el veto de López para que el PP, que se ha ofrecido por activa y por pasiva, no entrara en el pacto suscrito con el PNV.
Este pacto para un ratito deja inconsecuencias evidentes, como la del pretendido aumento de recaudación, que llegará a las manos gestoras del PNV, que es el que gobierna, y no a las del PSE, que es el que propone la subida de tipos a las rentas medias y altas. Y en cuanto a los compromisos de abordar la Ley Municipal, que se quedó en el cajón en la pasada legislatura, y no digamos ya la LTH, símbolo de la foralidad vasca, señaladas para finales de 2014 y de 2015 respectivamente, ¿quién los exigirá desde el socialismo vasco, cuando llegue el momento, si el que va a firmar el acuerdo, Patxi López, acaba en Madrid, como pretende?
El socialismo vasco actúa a ratitos ahora y durante toda la Transición, porque nunca ha ofrecido a la ciudadanía un proyecto sólido que le identifique claramente frente a sus adversarios. Tuvo su oportunidad de oro en aquellas elecciones de 1986, las únicas autonómicas que ganó, tras la división del PNV, y demostró entonces que no tenía el músculo y la convicción necesarios para encarar el desafío que la propia ciudadanía puso en sus manos. La mayoría de los que entonces votaron socialista no se han repuesto aún de aquella decepción. A partir de ahí empezaron los gobiernos de coalición con el PNV, que tanto se están recordando ahora, pero de los que convendría no olvidar que su único resultado factible fue un PNV recuperado de su división interna y un PSE perdiendo adhesiones a raudales.
El socialismo actual se afirma como español en España y como vasco o catalán en sus respectivas comunidades. Pero para articular ese oxímoron necesita seguir en Euskadi y Cataluña los dictados culturales de los nacionalismos respectivos, porque el socialismo no tiene proyecto cultural propio. De ahí se deriva su inconsistencia en el tema de la paz y el que este pacto del ratito vasco solo se base en la economía. ¿Y se pudo gobernar Euskadi sin tener un proyecto cultural propio? Pues de aquella manera que vimos en la pasada legislatura socialista, cuando el continuismo en política cultural (aquellos inefables premios Euskadi de ensayo) evidenciaba la ausencia de sustancia del resto de sus políticas.
Hasta tal punto significa este pacto del ratito una pieza táctica clave para el PSE, que ha celebrado un comité nacional para ufanarse de ser el eje central de la política vasca, que se vería así marcada de modo decisivo por el ‘alma socialista’ contenida en dicho pacto. Pero lo cierto es que el socialismo sigue a remolque en política cultural y si sus pactos solo se basan en la economía, un relato distinto, al menos tan legítimo como el nacionalista, no puede encontrar en el discurso socialista el cauce propicio para desarrollarse. Y no podemos pretender que después de más de treinta años de monopolio permanente sobre la identidad por parte del nacionalismo, la ciudadanía vasca quiera atender otro tipo de discurso que no rompa de modo radical con esta forma de hacer política.
JOSÉ CHACÓN DELGADO / Profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU, EL CORREO 15/09/13