Entrevista a José Antonio Ardanza Exlehendakari, EL CORREO 12/01/13
Anima a los presos de la banda a realizar un «acto de contrición» si quieren «que la sociedad se ponga de su parte»
El exlehendakari José Antonio Ardanza recuerda con nostalgia los tiempos del Pacto de Ajuria Enea y la unidad que los partidos demostraron entonces para acabar con los «grandes problemas» de la sociedad vasca.
– Transcurridas dos décadas y media, ¿qué supuso la firma de aquel documento?
– Una añoranza, un recuerdo muy bonito, una ilusión. Todos unidos. Si le preguntara a cualquier persona de mi edad diría lo mismo: «¡Qué bonito fue aquello! Por fin, un gran acuerdo; todos unidos».
– ¿Eran conscientes del documento histórico que firmaban?
– En aquel momento no éramos conscientes de que era histórico, pero sí de que lo que firmábamos era muy importante. Tan importante que, tras el Estatuto de Autonomía de 1979, ningún otro documento había tenido la aquiescencia unánime.
– ¿Cuál fue la clave para que al final todos los partidos, menos HB, firmaran aquella declaración?
– La necesidad. La sociedad nos demandaba y exigía que, ante situaciones tan graves y delicadas como las que vivíamos de violencia, terrorismo, crisis económica y paro, los partidos dejáramos de estar todos los días a la greña en todo. No nos poníamos de acuerdo en nada. Había la necesidad de superar todo aquello. Porque estábamos muy cerca de una nueva involución.
– ¿En qué sentido?
– Los que discutíamos sobre el acuerdo de Ajuria Enea habíamos vivido muy de cerca el 23-F seis años atrás. Seis meses antes se había producido Hipercor y apenas unas semanas antes el atentado contra la casa cuartel de Zaragoza. O nos levantábamos de la mesa de negociación con un acuerdo o nos echaban a la vía. Es lo que nos impulsó a dejar muchos pelos en la gatera. Buscábamos un acuerdo que permitiera a los políticos reencontrarse con una sociedad que exigía a los partidos que solucionaran los problemas.
– ¿Quién cedió más?
– Todos cedieron mucho. Otra cosa es que después unos arrimaron más el ascua a su sardina que otros.
– ¿Por ejemplo?
– Aquel acuerdo no era contra ETA. Como dice su título era para la pacificación y normalización de Euskadi. Sin embargo, hubo partidos que acudieron con una idea preconcebida de que aquello debía ser un pac to antiterrorista. Otros no creíamos que aquello debía construirse contra nadie sino a favor de la democracia, la libertad, la ética… El que muchos piensen que era un pacto contra ETA evidencia quién arrimó más el ascua a su sardina.
– ¿Cómo se le puede explicar a alguien joven que esa unión no había sido posible con anterioridad?
– La unión fue posible porque era en torno a un proyecto en positivo: paz y normalización. Los vascos tenemos que entendernos y para entendernos necesitamos de la democracia, de la libertad, de la ética, de los valores en positivo… Desde esa posición compartida por todos, teníamos que decirle a ETA que la utilización de la violencia no contribuía a ninguna aportación positiva para la sociedad.
– ¿Qué importancia tuvo aquel pacto visto desde la actual situación, después de que ETA haya declarado su final definitivo?
– Aquel acuerdo puso las bases éticas, políticas y democráticas para el final de ETA. Aquello se produjo después del atentado de Hipercor, que para mí marcó el inicio del final de ETA. Muchos militantes del mundo político que apoyaba a ETA empezaron a desertar a la vista de aquella barbarie. También a muchos vascos que aunque no compartían la violencia creían que alguna explicación tenía la existencia de ETA comenzó a caérseles la venda. Ese proceso social de empezar a ver que ETA no eran los salvadores de la patria como ellos decían, sino que detrás de ellos había maldad, odio, rencor, sufrimiento
– ¿Fue el germen de la oposición social a la violencia que luego fue aumentando?
– Sí. Aunque aquel germen necesitó muchos años para crecer y alcanzar la situación actual. Hay gérmenes que se desarrollan muy rápido y otros que, si se colocan en una zona pedregosa, les cuesta más. Pero al final, fue ahondando más y más hasta que por fin la sociedad se fue revolviendo contra ETA.
– ¿Qué provocó que luego aquel acuerdo naufragara?
– El Acuerdo de Ajuria Enea incluía un último compromiso en el que se solicitaba al lehendakari que liderara el proceso de normalización del país. Durante la negociación se trenzaron ciertas complicidades que derivaron en esa petición. No gustó en todas partes que se dijera que era el lehendakari el que debía liderar este proceso y que cada vez que hubiera un desencuentro, un atentado, fuera el lehendakari el que marcara el paso. Eso hizo que aquel señor que llegaba de Mondragón, que era un tecnócrata y con un prestigio muy relativo, comenzara a coger prestigio. Y en las siguientes elecciones el PNV pasó de 17 a 22 escaños. Eso generó suspicacias, celos, envidias, molestias… Pero la sociedad apreció enormemente aquella sensación balsámica que propició aquel consenso. Pasado el tiempo cada uno empezó a defender su puchero.
– ¿De qué manera?
– En aquel pacto sería inconcebible la ‘doctrina Parot’ o la actual política penitenciaria. O el que se aluda al papel del Ejército como garante de la unidad del Estado cuando en el punto octavo de Ajuria Enea se afirmaba la legitimidad de todas las ideas políticas expresadas de forma democrática.
– El documento hablaba de cierta generosidad con los presos.
– Con eso a ETA se le estaba diciendo que asumiera su error, el sufrimiento que había provocado a esta sociedad, y a partir de la asunción de ese camino no correcto y la aceptación de las vías políticas es cuando se podría aplicar esa generosidad democrática. «Entregar la cuchara»
– ETA ha necesitado 25 años para interiorizar ese concepto.
– Mi duda es si ETA lo ha interiorizado o es que no le ha quedado más remedio. Uno tiene la impresión de que en el momento que se ha acorralado a la banda social, política, policial e internacionalmente, ETA ha visto que no le quedaba más remedio que entregar la cuchara.
– ¿Sería posible ahora ese acuerdo?
– Sería conveniente pero lo veo bastante difícil. Con aquel pacto los demócratas trasladábamos un mensaje a ETA y al mundo que le amparaba: en democracia todo planteamiento político tiene absoluta legitimidad, la independencia es una aspiración legítima que puede conseguirse siempre y cuando los planteamientos se hagan en libertad sin que nadie esté presionado por amenazas ni miedos y siempre que se haga respetando las reglas democráticas. Cuando veo cómo entonces defendíamos todos, todos, esta posición y ahora veo lo que pasa en Cataluña o lo que ocurrió con el ‘plan Ibarretxe’… ¿Hablamos de democracia o de imposición del que tiene la posición más fuerte?
– ¿Aquel texto podría ser útil hoy?
– Sí, muchas cosas. Sobre todo la música de aquel pacto. Ante una situación grave y delicada, sea por la crisis económica actual sea por la crisis y el terrorismo de entonces, que los partidos estén dispuestos a hacer un gran esfuerzo anteponiendo el bien supremo de la sociedad a los intereses particulares, eso siempre será válido. Esa música vale también para el momento actual. A partir de ahí, parte de la letra es válida.
– ¿Qué parte?
– La que tiene que ver con el tratamiento de los presos, la legitimidad de todas las ideas o la necesidad de que ETA asuma que su comportamiento fue un error. Sería buenísimo que hoy tuviera el apoyo unánime que tuvo entonces. Una reflexión que hago en un doble sentido: el de que por parte de los demócratas quizás se haya producido un retroceso en cuestiones como la ‘doctrina Parot’ y que en ETA ha desaparecido la asunción de sus propias responsabilidades, del daño causado inútilmente y que hoy parece que aún le da vergüenza reconocer. Si ETA y los presos quieren que la sociedad se ponga de su parte deberán hacer otro acto de contrición.
Entrevista a José Antonio Ardanza Exlehendakari, EL CORREO 12/01/13