Luis Ventoso-El Debate
  • De manera asombrosa, el aparato de Moncloa está logrando dejar al presidente del Gobierno limpio de toda culpa ante la catástrofe de Valencia

En el siglo XXI aspiramos a una seguridad absoluta que conjure cualquier imprevisto, porque hemos convertido al hombre en un Mega Yo que se cree por encima de todo. Pero a veces se producen fenómenos naturales de tal magnitud y tan sorpresivos que ni teniendo sentado en el Gobierno al mismísimo Pericles se evitaría una calamidad. Y eso ha sucedido en Valencia.

No se ha prestado la suficiente atención a un dato que ha aportado el presidente valenciano: el ya tristemente famoso barranco del Poyo pasó en dos horas de llevar 28,7 metros cúbicos de agua por segundo, que es nada, a multiplicar por cinco el caudal del Ebro («lo equivalente al curso medio del Nilo»). Y ante eso no hay quien evite una catástrofe. Ni aquí ni en ningún lugar.

Es verdad también que la previsión fue pésima. La Aemet —que depende del Gobierno central— no supo calibrar y hacer ver la enorme magnitud de lo que venía. Y la Confederación Hidrográfica del Júcar, que depende del ministerio de Teresa ‘Missing’ Ribera, ni siquiera llegó a avisar de que podrían registrarse desbordamientos.

De propina, es evidente que un envite así, de proporciones de plaga bíblica, le quedaba grande a un Gobierno autonómico, y más a uno parcheado a toda prisa el pasado julio tras la marcha de Vox y conformado por apparatchiks de la política local. Por último, es también verdad que Mazón, con lo que tenía encima, no debió estar almorzando hasta media tarde con semejante pachorra. Aunque si hubiese llegado dos horas antes al comité de emergencias nada habría cambiado, porque la información con la que trabajaban era deficiente.

Es decir, falló la previsión y el Gobierno valenciano, basándose en ella, no alertó a la población de la manera debida, lo cual debe tener un precio político. Pero no es lo mismo actuar mal ante un problema cuya auténtica magnitud todavía desconoces (Mazón) que comportarte mal cuando ya estás viendo el apocalíptico reguero de muerte y destrucción (Sánchez). Sin embargo, el PSOE, un partido superdotado a la hora de manipular y de pastorear a la opinión pública, está logrando lo increíble: todo el problema en esta desgracia radica en que Mazón estuvo dos horas en una comida y nada hay que reprocharle a Sánchez.

Es como si nos dijesen que sisar una bolsa de gominolas es más grave que atracar un banco. Y esa mixtificación tiene éxito porque se difunde a través del cuasi monopolio televisivo de la izquierda y porque el PP ha tenido una estrategia de comunicación oscilante, sin atreverse a poner en la diana al presidente del Gobierno, cuyo comportamiento ha sido deplorable:

1.-Ante la mayor desgracia natural en España en lo que va de siglo, que afecta además a varias regiones, Sánchez se negó a asumir la gestión y se la alquiló a las comunidades autónomas.

2.-Sánchez incumplió Ley de Seguridad Nacional que lo obligaba a tomar los mandos ante la catástrofe.

3.-Ante una devastación lacerante, con más de 200 muertos e incontables daños materiales, Sánchez se comportó como una suerte de asesor, un amable filántropo, y no como un estadista. La tremenda frase de si quieren ayuda que la pidan, como si estuviese hablando de un país extranjero, lo perseguirá de por vida.

4.-Sánchez actuó como un cobarde en la visita de Estado a Paiporta, escapando a la primera mientras los Reyes y Mazón se quedaban a aguantar el malestar vecinal.

5.-Sánchez intentó aprovechar la tragedia para su politiqueo, utilizándola como percha argumental para intentar sacar adelante los presupuestos generales, lastrados por su coalición imposible con los enemigos de España.

6.-Han pasado ya 22 días desde la irrupción de la DANA y Sánchez todavía no se ha dignado a comparecer en el Parlamento. Insólito en una (supuesta) democracia.

7.-Cuando el barro todavía cubre muchas calles y se siguen buscando cadáveres, Sánchez se escaquea de la sesión de control programándose un viaje a una devaluada cumbre del clima en Bakú, a la que no acude ningún mandatario de su nivel. Y en breve se largará al G20.

8.-Sánchez encubre y defiende a Teresa Ribera, la responsable de los ríos, y la mantiene como candidata a comisaria europea después de su desaparición de nueve días en plena crisis para prepararse su examen bruselense. A la vicepresidenta del Gobierno le preocupó más su sueldazo y su puesto de postín europeo que la tragedia de sus compatriotas.

9.-Sánchez manipula los datos de las ayudas, como ya hizo en la pandemia. Con evidente afán propagandístico, atribuye a su Gobierno la aportación de fondos ajenos.

Pero no pasará nada. Esta semana también hemos sabido lo que intuíamos: desde el equipo de la Presidencia del Gobierno se presionaba para obtener ayudas para la cátedra de Begoña Gómez. El aparato gubernamental trabajaba al servicio de los negocios de una particular. Un caso de nepotismo de manual, por el que el presidente de Francia, el primer ministro británico o el canciller alemán ya estarían en pantuflas en sus casas. Pero aquí, calma chicha, porque España se está convirtiendo en un país de pánfilos, que bailan al son de las consignas de Moncloa que predican las teles del régimen «progresista».

Así que el único problema es el almuerzo de Mazón, mientras el bueno del padrecito Sánchez vela por nosotros, prepara un «escudo social» y lucha con denuedo contra el cambio climático, los «bulos de la derecha y la ultraderecha» y los pérfidos jueces fachosos que persiguen a la ejemplar empresaria y catedrática extraordinaria Begoña Gómez, al honesto jurista García Ortiz y al eximio músico y ocurrente prófugo fiscal David Azagra.

(A ver si la Guardia Civil desencripta de una vez el disco duro con las cositas de Ábalos y nos libra por fin de esta plaga…).