Mucho se está escribiendo, ríos de tinta, en torno a la imparable amnistía con la que nuestro Pedro Sánchez pretende comprar los siete votos de Junts que necesita para seguir galleando en el ruedo ibérico, pero muy poco de la otra cara de la moneda, la ocupación de los centros decisorios de la gran empresa, el control del Ibex 35 a la pata la llana, la creación de una economía del sanchismo o, en palabras de María López-Brea ayer en Vozpópuli, la consolidación de un “ecosistema empresarial comunista”, y si les parece muy fuerte lo de “comunista”, sustitúyanlo por la implantación en la piel de toro de ese populismo bolivariano que a la pérdida de libertades anuda en lo económico el paisaje de miseria que consume a países como Venezuela y Argentina. De eso va la toma del poder por esta recreación de José María el Tempranillo y su banda, de dinero, de pasta, del ¿qué hay de lo mío?, de asegurar un nivel de vida que la competencia en un mercado libre no permitiría a personajes tan tiesos en lo que formación se refiere como esa nueva celebrity que hoy se encarga de negociar la ruina de nuestro Estado de Derecho con los delincuentes de Junts y de ERC, el inenarrable Santos Cerdán, antaño chofer de Sánchez por la rutas de España, en cuyo currículo puede leerse “estudios de Derecho”, así, a palo seco, sin más, pero a quien la SEPI lleva intentando colocar en un Consejo de Administración desde el año 18 sin lograrlo, porque “no da la talla, no llega”.
Al sanchismo le ha surgido un nuevo problema con el que probablemente no contaba el singular Padrino (“nuestros hombres están bien pagados; en eso se basa su fidelidad”) socialista, y es el exceso de personal con querencia a mando en plaza, con aspiración a ser recompensado por su apoyo al aprendiz de tirano, toda esa gente que hace dos días despotricaba contra la amnistía, a la que calificaba de anticonstitucional a boca llena, y que ahora han visto la luz, diantre, pues lo amnistiar a delincuentes no está tan mal, mira tú por donde, y a quienes habrá que gratificar en el futuro inmediato, porque tragarse semejantes sapos morales reclama el premio de un Consejo de Administración bien pagado, 140.000 euretes el de Indra, la compañía tecnológica que ya ha caído en manos de Sánchez, al mando ahora de Marc Murtra, un miembro del PSC –el partido que dirige la política del PSOE y el diseño de ese “procés” que Miquel Iceta ha logrado extender, gracias Pedro, desde Cataluña al resto de España. Y en lista de espera tenemos a Telefónica. El “hecho relevante” emitido por SEPI, según el cual está considerando la toma de una participación en la operadora, es una de esas iniciativas que rozan lo criminal y que solo se pueden concebir en países como el nuestro, gobernados por mafias dispuestas a enriquecerse a calzón quitado. Porque ese insensato anuncio a la CNMV viene a reconocer que el Estado quiere volver a entrar en el capital de Telefónica y no para mejorar su eficiencia, su cuenta de resultados, ese dividendo del que viven, al menos en parte, un millón de accionistas españoles, sino que se trata, se trataría, de ocupar Telefónica, renacionalizar Telefónica, para “ocuparnos” después de repartir puestos y prebendas entre los fieles a Pedro, la conmilitancia socialista.
El “hecho relevante” emitido por SEPI, según el cual está considerando la toma de una participación en la operadora, es una de esas iniciativas que rozan lo criminal y que solo se pueden concebir en países como el nuestro
En esa compañía hay un personaje que resume la grandeza, sí, grandeza, porque hay que tener un rostro muy grande, muy desprovisto de vergüenza ajena, para vivir toda una vida a la sombra de la PSOE sin dar palo al agua, un personaje que aúna en sí mismo la cosmovisión de esa guardia de corps que acompaña a Sánchez en su asalto a instituciones y empresas. Se llama Javier de Paz, nacido en Valladolid y crecido en el barrio del Cristo de Palencia, que desde hace tiempo viene ingresando un millón euros año por hacer de go-between entre el Distrito C y Moncloa, antes como correveidile de Zapatero, su auténtico mentor, y ahora como planta silvestre surgida a los pies de Sánchez. Una avispa (“es como tener a Zapatero deambulando por la sede todo el día”) que sobrevuela las esquinas de ese triángulo que compone el citado Distrito C, la Moncloa y la sede del grupo Prisa, el Pravda del nuevo régimen. Y es evidente que SEPI, es decir Sánchez, es decir Marisú Montero (ministra de Hacienda sin idea de fiscalidad), y su amiga Nadia Calviño (ministra de Economía sin idea de macroeconomía, otra que ha hecho la carrera del galgo del brazo de sus protectores en Bruselas, Almunia y Solbes, íntimos ambos de papá Calviño, y que ahora espera que le caiga el premio gordo de la presidencia del BEI, 300.000 anuales más gabelas varias, para resolver definitivamente su vida, de nuevo ¿qué hay de lo mío?, motto de la España sanchista, porque en términos de influencia-país ese cargo nos es indiferente) acabará metiendo la zarpa en Telefónica, una gran empresa a la que los Gobiernos, todos, del PP y del PSOE, han puteado mucho, han expropiado mucho valor a cuenta de una regulación que le obliga a competir con Oranges, Vodafones, MásMóviles y demás, con una mano atada a la espalda.
Y hay un hombre a quien el “tout Madrid” apunta ya como futuro presidente de Telefónica en sustitución de José María Álvarez-Pallete (un ejecutivo a años luz en cuanto a formación del susodicho De Paz) a poco que Pedro se lo proponga e Isidro Fainé tuerza el gesto. Es verdad que Murtra se ha manifestado contrario al escandaloso enjuague que supondría utilizar Indra como caballo de Troya para el asalto a Telefónica, pero siempre habrá un Florentino a quien convencer para que preste los 1.000 millones que costaría el 5% de Telefónica y un puesto en su Consejo, a cambio, claro está, de favores futuros. A esto ha quedado reducida España, a un pobre país controlado por una banda mafiosa. Colocar a Javier de Paz (también «estudios de derecho» y diplomado en información y publicidad) en la presidencia de Telefónica equivaldría a convertir esa empresa “absolutamente estratégica” que dice Nadie Calviño en el coño de la Bernarda, con perdón, un lupanar con derecho a cocina para cargos de la PSOE a los que recompensar por los servicios prestados. Conviene aclarar que la aparición en escena de Saudí Telecom Company (STC), empresa estatal de Arabia Saudita, y su 9,9% de Telefónica (5% en acciones y el resto en derivados convertibles), poco o nada tiene que ver con la pelea descrita, entre otras cosas porque el Gobierno tiene instrumentos legales de sobra para frenar la entrada de capital extranjero en empresas estratégicas (nadie tan estratégico para Sánchez como el grupo Prisa). Por eso STC es apenas la muleta que Moncloa necesita para tener al gentío embebido en el engaño de sus verdaderas intenciones. Ya tienen la excusa. Falta poner la operación en marcha, y con esto nos colocamos todos.