- El País, parido por franquistas como la propia democracia española, no ha sido siempre el catecismo woke sin matices que es ahora. La izquierda culta tenía allí su casa, hasta que sus firmas principales fueron desahuciadas
Lo que preocupa a Marta Peirano de los disturbios del Reino Unido es significativo. ¿Qué oigo? «¿A quién le importa Marta…?» A mí, por ejemplo. Y mucho. Me preocupan sus preocupaciones, y más aún lo que no le preocupa en absoluto. No por ella, a quien no conozco, sino por su medio, genuina voz del sanchismo puro, sin filtros. Su actual línea editorial nace con la liquidación de la cúpula anterior, primera decisión de Sánchez tras tocar poder. ¿Cómo puede el presidente de un Gobierno democrático cambiar la dirección entera de un diario privado? Bien, o el Gobierno no es tan democrático, o el diario no es tan privado. El primer accionista y presidente de Prisa es socio del Estado en Indra: Defensa y gestión de procesos electorales, entre otras cosillas.
El País, parido por franquistas como la propia democracia española, no ha sido siempre el catecismo woke sin matices que es ahora. La izquierda culta tenía allí su casa, hasta que sus firmas principales fueron desahuciadas. Savater lo ha contado con la maestría y gracia que le es propia. El País resultante es reflejo fiel de la filosofía política de Joseph Oughourlian: «Izquierda es izquierda, derecha es derecha». Y sí, lo entrecomillo. Diez veces lo dijo en una conversación de veinte minutos. El diario que hoy pastorea este Tocqueville fue durante muchos años un emblema. Llevarlo bajo el brazo era un mensaje inequívoco y eficaz. Ahí tienen como ejemplo la portada nacional del disco ‘Traduzir-se’, de Raimundo Fagner, donde el artista aparece con un ejemplar de El País en las manos, y ya. Era la mejor forma de decirnos en 1981 que llegaba al mercado español uno de los nuestros. Lo sé porque así es exactamente como lo interpreté. Compré su LP.
Exhibirse hoy con El País también transmite algo: «He aquí un woke con estatus y un desalmado que se considera solidario». La preocupación de la columnista importa, pues muestra los valores culturales hegemónicos en estos tiempos romos. La resumo para que el lector se haga una idea de la calaña del verdadero poder, gobiernen los socialistas o gobiernen los populares. Ahí va: la culpa de los disturbios es de los pseudomedios; lo grave —lo que cierra la pieza en lo alto— es que un juez ha usado «una noticia falsa para quitarle sus derechos como ciudadano británico y como menor» al autor de la masacre; Musk y Milei son culpables de viralizar la noticia falsa (el sintagma tiene truco: es falso que el canalla llegara en cayuco, y muchos otros detalles; no es falso que matara a tres niñas y dejara en estado crítico a cinco menores más y a dos adultos). La columnista de El País insiste en que existen leyes de protección de menores e invoca la Convención sobre los Derechos del Niño. Este resulta ser el asunto que realmente le preocupa. Pero, oh, se refiere a la protección del carnicero. Las niñas asesinadas no dan pie a ninguna valoración.