- El País Vasco es la única comunidad que ha pretendido, antes de enlazar con la capital o con el resto de Europa, unir primero con alta velocidad las capitales de sus provincias.
Aestas alturas ya no se sabe qué sorprende más, si el hecho de que el País Vasco no tenga todavía alta velocidad, cuando la mayoría de las comunidades españolas ya la disfrutan (algunas desde hace décadas). O que la gente, narcotizada por el nacionalismo, ni se lo cuestione siquiera.
Que el nacionalismo vasco resulta ser, contra lo que pueda parecer a muchos, una especie de anómala imposición sobre la tradición histórica del País Vasco y que además retarda, cuando no impide, su desarrollo, tiene su reflejo de un modo insuperable en la llamada «Y» vasca.
En 2006 empezaron las obras para conectar por tren Álava, Vizcaya y Guipúzcoa. Dieciocho años de trabajos, y sin saber cuándo se terminará una infraestructura que todavía tiene sin empezar las estaciones de las tres capitales.
Al final será un tren de una velocidad menos que alta, dada la sinuosidad de la vía. Y pendiente, para cuando se termine, de la conexión con el resto de España, ya que el tramo con Burgos todavía ni se ha iniciado. Que el Gobierno francés haya priorizado conectar Burdeos con Toulouse, posponiendo la conexión española más allá de 2037, a pesar de contar con los fondos europeos para hacerlo, no es ajeno al retraso en la parte española por los manejos del nacionalismo vasco.
Lo primero que hay que considerar es el diseño del tren, que es único en España y en Europa puesto que ninguna otra comunidad autónoma ha pretendido, antes de enlazar con la capital del Estado o con el resto de Europa, unir primero con alta velocidad las capitales de las provincias que la integran. Teniendo en cuenta, en el caso vasco, que distan entre sí como mucho 100 kilómetros.
Pero el nacionalismo vasco no lo hizo en beneficio de las tres provincias por igual, sino que perjudicó a todas ellas. Con su obsesión antiespañola, bloqueó un primer trazado que habría conectado Madrid y París por Irún, con estaciones en Vitoria y San Sebastián, con lo que la línea de alta velocidad llevaría ya mucho tiempo pasando por el País Vasco, como pasa por Cataluña. El enlace para unir Bilbao a la red, con la sinergia que habría dado un trazado principal ya en marcha, se hubiera producido, en cualquier caso, mucho antes.
En cuanto a la conexión con Navarra, que es lo que se discute ahora, en un principio se trazó por Ezkio-Itsaso, localidad guipuzcoana desde donde se podría conformar una suerte de «X» vasco-navarra que permitiría conectar las cuatro capitales (las tres vascas con Pamplona) de un modo simétrico.
Pero la dificultad de la obra, que requeriría perforar la sierra de Aralar, para lo que falta todavía un estudio geológico fiable, aconseja la conexión por Vitoria, opción preferida por el Gobierno central, para la que sólo habría que adaptar la vía actual. Aunque esta última solución obligaría a dar un rodeo tan grande para conectar San Sebastián y Pamplona que el trayecto por tren perdería todo su atractivo, al no poder competir con el coche.
Y ha sido cuando una de las tres provincias (Guipúzcoa) se ha visto relegada por esa posibilidad cuando ha empezado el carrusel de declaraciones. De hecho, su diputada general, Eider Mendoza, del PNV, fue la primera en pronunciarse por la solución de Ezkio-Itsaso como irrenunciable.
Pero las declaraciones más contradictorias han surgido en el PSE-PSOE, cuando resulta que la izquierda vasca siempre dijo que eso del poder de las provincias era una antigualla foralista perfectamente prescindible, y que la autonomía vasca tenía que erigirse en centralizadora y por encima de aquellas. Con sus hechos demuestran lo contrario.
«El monumental retraso en las obras del tren está demostrando que el nacionalismo es un proyecto oneroso y retardatario para el País Vasco»
Maider Etxebarria, la alcaldesa de Vitoria, ha dicho ya públicamente que la conexión por Vitoria es la mejor y su secretario general, Eneko Andueza, que es de Éibar (Guipúzcoa), dijo también que la solución por Vitoria es la mejor. Pero luego se desdijo y optó por la solución más barata y ecológica, mientras que los representantes del PSE en las Juntas Generales de Guipúzcoa se han aliado allí con el PNV y con el PP para decir que están por Ezkio-Itsaso. El presidente del PP vasco, Javier de Andrés, vitoriano él, dice que para ir de Bilbao a Pamplona lo mejor es pasar por Vitoria.
Todos lo ven en función de su provincia. Hasta a los máximos dirigentes del PNV, Ortuzar y Pradales, se les nota que son vizcaínos, porque para ir de Bilbao a Pamplona la diferencia de tiempo entre una conexión u otra sería muy pequeña, y se pueden permitir la falsa ecuanimidad y estar ahora a lo que digan los técnicos.
Pero ya es tarde para ellos. El monumental retraso en las obras está demostrando que el nacionalismo es un proyecto oneroso y retardatario para el País Vasco. Y no podía ser de otra manera, puesto que el Gobierno vasco, con su lehendakari al frente, es una institución postiza.
Una inventada por el nacionalismo, con la colaboración imprescindible del socialismo vasco, cuando la Guerra Civil ya estaba empezada, que se aplicó solo para Vizcaya, cuando Guipúzcoa y Álava ya estaban en manos de los sublevados y como condición impuesta por el nacionalista José Antonio Aguirre al socialista Indalecio Prieto para apoyar a la Segunda República.
«Bildu, centralizador acérrimo como toda la izquierda vasca, y al contrario que el PNV, no quiere un tren conectado con Pamplona»
La única autonomía vasca anterior a la Constitución de 1978 se aplicó sólo a Vizcaya. Nunca hubo antes en la historia ninguna autonomía vasca triprovincial. Cada provincia vasca se regía autónomamente, como lo hacen ahora las vecinas Cantabria y La Rioja. O como Navarra, que logró mantenerse a salvo del proyecto centralizador del nacionalismo.
En el PNV se debaten entre la vergüenza por el enorme retraso, la indiferencia de su clientela empresarial, a la que le da igual Vitoria que Ezkio-Itsaso con tal de hacer caja, o ser fieles al proyecto de la gran Euskadi.
Pero para esto último no pueden saltarse la equidad ancestral entre las provincias. Y la única posibilidad de lograr eso es por Ezkio-Itsaso. Si se decidieran por Vitoria, por terminar cuanto antes, una buena parte de su electorado, la más anclada en la tradición provincial vasca, no se lo perdonaría nunca, como avisan ya en sus redes sociales.
Y qué decir del otro partido nacionalista, EH-Bildu. Siempre estuvo en contra de la «Y» vasca, lo mismo que habría estado en contra de cualquier otro trazado. Y cuando existía ETA, hasta 2011, atacó todo lo que pudo el proyecto, con sabotajes y hasta con el asesinato en 2008 de un empresario relacionado con la obra, Ignacio Uría Mendizábal.
Al no tener ninguna capital ni institución provincial bajo su control, su líder en el Parlamento vasco, Pello Otxandiano, considera las discusiones entre provincias un «esperpento político». EH-Bildu, centralizador acérrimo, como toda la izquierda vasca, y al contrario que el PNV, que tiene muchos empresarios implicados, no quiere un tren conectado con Pamplona ni por Vitoria ni por Ezkio-Itsaso, sino mantener lo que hay. O en todo caso, mejorarlo para llevar tanto personas como mercancías.
A ello se suma que casi todos los ayuntamientos por donde transcurriría la conexión de Ezkio-Itsaso, incluida esta localidad, están en manos de EH-Bildu y que en su programa electoral para las últimas autonómicas ni siquiera mencionaban el tema del tren.
*** Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.