Andrés de Blas Guerrero, EL PAÍS, 2/8/2011
Hay que reconocer, de entrada, que la opción de legalizar a Bildu sin haber conseguido la renuncia definitiva a la acción de ETA ha resultado el peor escenario imaginable para la política vasca.Hay que reconocer, de entrada, que la opción de legalizar a Bildu sin haber conseguido la renuncia definitiva a la acción de ETA ha resultado el peor escenario imaginable para la política vasca.
Los resultados electorales del País Vasco en la última consulta municipal resultan altamente preocupantes para los partidos constitucionalistas. El éxito de Bildu pienso que representa el triunfo de un nacionalismo secularizado en el que el objetivo independentista y radical amenaza desbancar al viejo discurso nacionalista de raíces sabinianas. El triunfo en una ciudad tan compleja culturalmente como San Sebastián de la coalición abertzale es inseparable del ambiente favorable a una opción por la independencia vista como un camino conducente a la obtención de mayores cotas de bienestar.
Ha ganado, en definitiva, la opción radical de un discurso nacionalista que lleva años argumentando acerca de su capacidad para asegurar crecimiento económico y mayor desarrollo del Estado de bienestar. El ideal de este nacionalismo secularizado no sería tanto la construcción de un Estado-nación propio, comentaba un colega de la universidad vasca, sino la construcción de un paraíso fiscal en Europa que haga posible una mejora del nivel de vida de los vascos. El PNV ha dado pasos en el pasado en esta dirección. Ahora sería el momento de unos nuevos gestores nacionalistas dispuestos a continuar el camino emprendido hasta sus últimas consecuencias.
Ante este panorama, cabe imaginar una reacción del centro-derecha no nacionalista a favor de un mensaje revalorizador del hecho español. Más difícil de imaginar es la respuesta por parte del centro-izquierda representado por el Partido Socialista. El PSE-PSOE ha pagado sin duda el precio de un desgaste socialista a nivel español. Pero este desgaste no es suficiente para cubrir la derrota de un Gobierno vasco presidido por Patxi López. A la vista de los resultados de las municipales, todo hace pensar que nos encaminamos hacia la derrota de este Gobierno de no producirse un cambio notable de estrategia. Avanzar en la reflexión acerca de las líneas básicas de ese cambio, resulta una opción de máximo riesgo. Pero mucho me temo que sea una tarea inevitable si se desea evitar el curso natural de los acontecimientos.
Hay que reconocer, de entrada, que la opción de legalizar a Bildu sin haber conseguido la renuncia definitiva a la acción de ETA ha resultado el peor escenario imaginable para la política vasca. Con todo, cabe abrigar la esperanza de que ETA no va a empañar su éxito electoral con una vuelta a las armas. De entrada, habrá que jugar con la hipótesis de que el terrorismo ha desaparecido, cuando menos de momento, de la escena vasca. Otra cosa puede suceder cuando la vía política abierta por Bildu se manifieste tan incapaz de avanzar por el sendero soberanista como por la presión de las armas.
Libre por el momento de la amenaza de la violencia, el PSE-PSOE deberá ensayar un programa socialdemócrata bien encajado en el conjunto español. Es posible que la dialéctica entre demócratas y violentos deba ser sustituida por la dialéctica política entre nacionalismos vascos y la defensa de un Estado y una nación pluralistas en que a través de un modelo de dobles lealtades sea posible encajar la identificación con Euskadi con laidentificación con el conjunto de España.
Es verdad que se ha perdido mucho tiempo en la construcción de este discurso. Es cierto que se han cometido graves errores a lo largo de estos últimos años en la visión del problema y que los errores han surgido acaso con más fuerza en Madrid que en Bilbao o Vitoria. En este sentido, no se ha reparado con suficiente atención en el coste del apoyo parlamentario del PNV al Gobierno de Rodríguez Zapatero. Pero es posible que todavía estemos a tiempo de recuperar un tratamiento democrático ante la cuestión nacional vasca que permita al PSE-PSOE rectificar el camino que parece imponerse en la vida política del país.
Contra el discurso del bienestar que han conseguido imponer las fuerzas políticas nacionalistas, el PSE-PSOE, con el concurso del PP, debe actualizar una conciencia nacional española como instrumento más eficaz para conseguir ese objetivo. La integración secular del País Vasco en la vida española debe ceder parte de su protagonismo a una España europea capaz de asegurar nuestro futuro en mucho mayor medida que unas arriesgadas aventuras secesionistas. El PSE-PSOE tendrá que convencer a la ciudadanía de que los vínculos de todo orden que unen al País Vasco con el resto de España, no pueden verse sacrificados a favor de un incierto camino.
El futuro del País Vasco no puede quedar a merced de quienes ignoran su pasado o han recreado un pasado dominado por un conflicto existencial con el resto de España. Pero en menor medida puede ser el campo de actuación para quienes no pueden ofrecer para ese futuro sino el señuelo de utopías de imposible realización. Poner de manifiesto estos hechos es el camino que debe seguir el PSE-PSOE con la ayuda del PP vasco y con el concurso incondicional del resto de los actores sociales, económicos y políticos del conjunto de España.
Ante esta empresa, es urgente ayudar al restablecimiento de una conciencia nacional española. Una conciencia de preferente signo político, que haga suya una tradición liberal-democrática sobre la cuestión, que se muestre receptiva hacia otras conciencias nacionales que pueden convivir en su seno y abierta a un proceso de construcción europea. Este modelo está diseñado ya en la Constitución. Solamente se requiere lealtad y sensatez para permitir su pleno desarrollo. En esta dirección, es posible que sea necesario también proceder a una renovación y dinamización del Partido Socialista. Parece necesaria una apertura del partido hacia unas nuevas clases medias que no encuentran un espacio político satisfactorio en la actual vida política vasca. Hay que hacer una llamada a la universidad, a la cultura, a los impulsores del conocimiento, para que unan sus preocupaciones con la socialdemocracia en la gestión del presente y el futuro de un País Vasco bien integrado en España y en Europa. Hay, cuando menos, una apariencia de que el PSE ha perdido una parte de la capacidad de gestión y liderazgo que tuvo en el pasado.
El indicio debe ser suficiente para actuar. En definitiva, las elecciones municipales han resultado un toque de atención a los partidos constitucionalistas del País Vasco. Pero todo parece indicar que estamos a tiempo de que el aviso no sea el prólogo de la catástrofe. En todo caso, no es posible refugiarse en el pesimismo en la visión del futuro vasco. La lección de las últimas elecciones tiene que ser el estímulo para nuevas estrategias socialistas.