Teodoro León Gross-ABC
- Lo asombroso es que algunos puedan darse golpes de pecho frente a los altares y después tratar a seres humanos como mercancía averiada
Robert Prevost, poco antes del cónclave, escribió a un amigo español: «Todo está en manos de Dios». Pero más allá de la contribución del Espíritu Santo, al menos dos tercios de 132 cardenales votaron por él, sin duda persuadidos de que era la mejor elección para una Iglesia global y diversa con desafíos intimidantes. Es poco probable que nadie pensara, como ha sugerido Steve Bannon, en promover a «un Papa anti-Trump» para plantar cara al grosero inquilino de la Casa Blanca. Esa es una idea ridícula y chusca, muy propia del trumpismo, como tantas otras desde la elección del Papa, en unos casos para estigmatizarlo como ‘comunista woke’ o como ‘marioneta marxista’ según la activista conspiranoica Laura Loomer, con millones de seguidores, y en otros para pintarlo como un ángel oscuro salido de las páginas de Dan Brown. Todo eso no pasa de caricaturas de trazo grueso. ‘Eppure’… sí, a su modo sí es un Papa anti-Trump.
Al presidente de los EE.UU. le gusta pensar en sí mismo como un César o incluso como el emperador Palpatine de ‘Star Wars’, una suerte de gran Capo di Tutti Capi que se proyecta ante el mundo como icono de los líderes autoritarios, capaz de amenazar territorios soberanos, dinamitar el comercio global con una guerra arancelaria, obviar la separación de poderes de las democracias liberales señalando a los jueces con el populismo perruno del sanchismo, usar a los inmigrantes como ganado… Y es un hecho que León XIV, como su predecesor, ha cuestionado en particular esa política migratoria de Trump. Claro que esto no es algo extraordinario. Cualquier católico debería hacerlo. Si acaso lo asombroso es que algunos puedan darse golpes de pecho frente a los altares, exhibiendo unas credenciales religiosas prominentes, y después tratar a seres humanos como mercancía averiada. Precisamente León XIII, en su ‘Rerum Novarum’, advertía a empresarios y grandes fortunas sobre la dignidad de las personas.
El Papa, además de sentarse en el Trono de Pedro como depositario de «la misión cristiana» que él mismo señalaba en su primera homilía, poniendo el foco en el ateísmo, es un líder global. Y además un líder con autoridad, aun cuando no tenga tanto poder como ‘auctoritas’, prestigio al alzar la voz. Por demás, resulta absurdo pensar que ejerza o vaya a ejercer de opositor a la Casa Blanca, aunque en el movimiento MAGA, el Make America Great Again que Trump arrastra desde 2016, hayan sacado de las trincheras de las redes a sus ‘bots’ contra León XIV, como si este fuese un rival en las urnas del Midterm. Pero sí compete al Papa enfatizar la inmoralidad de llenar aviones de emigrantes para enviarlos a las cárceles antiterroristas de Bukele en El Salvador a cambio de dinero. Y mantener el mismo rigor con tipos despiadados como Maduro, en lo que a veces falló su predecesor. Pero el reino de los Papas también es de este mundo. Y un Papa estadounidense con autoridad será afortunadamente incómodo para el mundo imaginado por Trump.