LUIS HARANBURU ALTUNA-EL CORREO

  • El modelo de socialismo que inspira al sanchismo es el de la conquista del Estado, compartido con entusiasmo por Podemos

Hablando de los indultos a los sediciosos catalanes, Felipe González se ha referido a un cambio de paradigma. En efecto, tras tres años de permanencia de Sánchez al frente del Gobierno de España es posible establecer las características que constituyen un nuevo paradigma de Gobierno y de Estado. El paradigma o modelo de Gobierno establecido por nuestro presidente tiene cuatro principales características que lo definen: el estado de disenso y cautivo, junto a su carácter autárquico y patrimonial, son las notas descollantes del paradigma Sánchez. Estas cuatro características se han ido consolidando hasta conformar un modelo de Estado o paradigma que se halla en contradicción con el Estado de Derecho constitucional que los españoles consensuamos mediante referéndum en 1978.

Ya desde 1956 se fue abriendo camino la idea de la necesaria «reconciliación nacional» que se formuló desde las filas de PCE y tuvo una favorable acogida por parte de figuras cono Indalecio Prieto, entre otros. La idea de la reconciliación que pusiera fin a las heridas causadas por la Guerra Civil se plasmó de manera rotunda en nuestra Constitución, que tenía en la concordia y el consenso sus principales valores.

El espíritu de concordia, sin embargo, fue suplantado hace tres años cuando Pedro Sánchez ganó la moción de censura contra Rajoy con su «no es no», que desguazaba los consensos que habían hecho posible el periodo democrático más longevo de nuestra historia. En aquella moción de censura quedó consagrado el estado de disenso que habría de guiar los pasos de los gobiernos de Sánchez.

El estado de disenso que hemos conocido a lo largo de los últimos tres años tiene en el ‘estado cautivo’ su principal soporte y este se articula mediante la ascensión de los enemigos y adversarios de la Constitución a lo que Pablo Iglesias calificó en su día como la «dirección del Estado». Es una evidencia que los gobiernos de Pedro Sánchez se mantienen en el poder gracias al concurso de grupos políticos como ERC y EH Bildu, enemigos declarados de nuestra Constitución que buscan, sin paliativos, la destrucción del Estado de Derecho que nos cobija. Es una obviedad que Sánchez se mantiene en el poder cautivo de las exigencias de quienes lo sustentan. En este estado cautivo que Sánchez ha configurado, predomina su interés particular de mantenerse en el poder aun al precio de desestructurar al propio Estado.

Pedro Sánchez fue cooptado y elegido como secretario general del PSOE en 2014 y dos años más tarde fue obligado a dimitir por sus políticas discordantes con la mayoría de los líderes socialistas. Pero un año después regresó a la secretaría general mediante la apelación al voto de los militantes, a quienes prometió una gestión hiperdemocrática. La realidad fue muy otra y pronto optó por unos estatutos que consagraban su voluntad presidencialista, anulando todos los controles estatutarios y removiendo a sus adversarios en el partido.

Esta misma voluntad presidencialista, con las prácticas bonapartistas inherentes, ha inspirado su acción de gobierno tendente al establecimiento de un Estado autárquico donde la división de poderes ha sufrido graves quebrantos, poniendo en evidencia los modos y maneras de un Estado autárquico, en el que todas las instancias de poder, incluida la monarquía constitucional, han quedado supeditadas a la voluntad del presidente del Gobierno.

En este nuevo paradigma de poder, el exvicepresidente Iglesias auguraba a Sánchez un largo periodo de Gobierno que abarcaba varias legislaturas. Los más fervientes partidarios de Sánchez han pergeñado, incluso, un horizonte de poder que alcanza hasta 2050. El corolario de un Estado como el que Sánchez ha edificado no puede ser otro que el Estado patrimonial. Hace cuarenta años, en su obra titulada ‘El postsocialismo’, Alain Touraine clasificaba los distintos tipos de socialismo entre aquellos que aspiraban a reformar las relaciones de producción (socialdemocracia) y aquellos otros que aspiraban a la conquista del Estado, al modo totalitario. Es cada vez más obvio que el modelo de socialismo que inspira al sanchismo es el de la conquista del Estado. Modelo compartido de manera entusiasta por Unidas Podemos.

Una de las primeras preocupaciones de Sánchez nada más alojarse en La Moncloa fue la de nombrar a sus fieles a la cabeza de los distintos aparatos del Estado y las empresas públicas con independencia de su capacidad. El ansia patrimonial del sanchismo se ha puesto de relieve en las políticas referidas a los fondos europeos originados en la crisis de la pandemia. La opacidad de su gestión y la ausencia de controles desvelan la voluntad patrimonial del Estado sanchista que considera los fondos europeos como bienes patrimoniales.

El travestismo y la confusión de la conveniencia personal como interés general y utilidad pública es una perversa patología política. El otorgamiento de los indultos a quienes dieron un golpe contra el Estado de Derecho en Cataluña es la expresión más explícita del estado de disenso, cautivo, autárquico y patrimonial en el que el sanchismo pretende convertir España. El paradigma ha cambiado a peor.