KEPA AULESTIA-El Correo
- Mediante el BOE dirigido ayer a Díaz Ayuso, Sánchez transmitió a los presidentes autonómicos un mismo mensaje: ‘o me encargo yo, o será cosa tuya’
La política está atenazada en nuestro país entre la pertenencia de cargos públicos, afiliados y hasta votantes a un determinado partido y la pertenencia de este partido a un líder encumbrado en primarias, en congreso, o porque nadie más se postulaba para el cargo. De manera que cuando Pablo Iglesias declara «inconcebible» la investigación de sus actos en el ‘caso Dina’ por parte del Tribunal Supremo no solo insta a éste a desentenderse del asunto, sugiriendo que lo contrario supondría su imputación a causa de las ideas que profesa.
Recuerda a Pedro Sánchez que Unidas Podemos le ‘pertenece’. Tanto que, si acaba investigado y en su caso procesado, el presidente no podría desprenderse del vicepresidente segundo sin disolver al mismo tiempo las Cortes.
Tampoco hay un PSOE que no sea de Sánchez, y cada día menos. Todos sus integrantes se ven obligados a secundar los designios del secretario general, autocensurándose en las críticas y ahogando las dudas que albergan por evitarse sinsabores. El dogmatismo no consiste en la defensa de las ideas propias, sino en la presunción de que solo pueden realizarse de una única manera. Algo de esto último está presente en la determinación con que Pedro Sánchez mantiene la dualidad entre el estado de alarma y la imputación de responsabilidades a las autonomías, sin alternativas jurídicas intermedias. En ese ‘o me encargo yo, o será cosa tuya’ que transmitió ayer a todos los presidentes autonómicos mediante el BOE dirigido a Isabel Díaz Ayuso y a Pablo Casado. Puede hacerlo porque tiene un partido que ha ido moldeando a su semejanza.
Es la espiral de la confrontación lo que permite a Ayuso y Casado adueñarse de la situación entre los populares, aunque haya muchos escépticos pensando que por ese camino no conseguirán regresar a La Moncloa. La competencia política requiere conceder al líder el dominio absoluto sobre el partido, y a éste demostrar cada día que sus integrantes forman parte del inventario de sus pertenencias. El diálogo y el acuerdo no entran en el capítulo de las fortalezas, sino en el de las debilidades partidarias. Aunque nadie entre los populares sepa cómo una política sin concesiones puede procurar la alternancia.
El PP de Casado y Ayuso parece haber depositado todas sus expectativas en que el Gobierno Sánchez zozobre por el empeño que Pablo Iglesias ponga en salvarse. Del mismo modo que el socialismo del presidente espera continuar obteniendo réditos del cerco que el Vox de Abascal y sólo de Abascal mantiene en torno a los populares, hasta con una moción de censura contra Sánchez.