IGNACIO CAMACHO-ABC

  • La amnistía es el punto de quiebra del acuerdo básico que ha estructurado las instituciones durante los últimos 45 años

Sería técnicamente impreciso afirmar que el PSOE ha dejado de ser un partido constitucionalista. Hasta ahora la mutación de la ley fundamental del 78 no figura entre los planes de Sánchez… al menos de manera explícita. (Tampoco puede porque no dispone de la suficiente mayoría). No miente por tanto –y ya es raro– cuando se proclama dispuesto a cumplirla. No necesita cambiarla: Pumpido, a quien ni el más enconado de sus detractores es capaz de negarle sabiduría jurídica, encontrará el modo de encajar en ella la amnistía. Sin demasiado esfuerzo, interpretando sentencias anteriores del propio TC con un criterio constructivista, como acaba de hacer para bendecir la reforma del Poder Judicial que el Gobierno diseñó a su medida. Y si es menester, aplicará esa misma teoría para avalar también una eventual votación ‘consultiva’ que satisfaga durante un tiempo las reclamaciones separatistas.

Lo que el sanchismo ha abandonado es el consenso constitucional, que es el modo en que los dos grandes partidos venían desarrollando el bloque normativo sobre el que se asientan las bases del Estado. El acuerdo que ha estructurado el régimen democrático en estos cuarenta y cinco años ha quedado roto en este mandato, y la negociación de la investidura lo va a hacer saltar en pedazos. Eso es lo que denuncian los veteranos del período constituyente: la quiebra del pacto de entendimiento transversal en los asuntos básicos para sustituirlo por un programa unilateral que devuelve la política al peligroso escenario del choque de bandos. Y que además se apoya en un conjunto de fuerzas que sienten por el actual modelo un declarado rechazo. La amnistía es el punto de no retorno de ese itinerario, el parteaguas que dividirá definitivamente en dos mitades a los ciudadanos, convertirá la vida pública en un conflicto insoluble y arrastrará la ya delicada convivencia nacional al fracaso. Con la Carta Magna intacta pero reducida en la práctica a un montón de hojas en blanco.

Cataluña es la parte más visible de ese giro socialista hacia la periferia del constitucionalismo. Allí es donde el presidente ha hecho ver a la población no nacionalista la elasticidad de su salto cualitativo, de su pirueta de incumplimientos, de su renuncia a dar amparo a los excluidos por la hegemonía del independentismo. Sánchez ha encontrado en los votantes soberanistas un nicho electoral mucho más amplio de lo que había previsto y está decidido a explotarlo a costa de volver del revés sus proclamados principios. El vaciado conceptual de la Constitución, la licuefacción de sus preceptos en el alambique de un tribunal seguidista y predispuesto, le permitirá avanzar en el proceso de metamorfosis del ordenamiento hasta transformarlo en un simple correlato de su proyecto. Los redactores del texto pecaron de ingenuos al creer que el compromiso de lealtad de sus fundadores iba a ser eterno.