F. L. Chivite, EL CORREO 03/11/12
Quizá ETA trata de retener a duras penas una triste aureola heroica ante un determinado entorno de nostálgicos.
Una cosa es que ETA no mate y otra muy distinta es que haya desaparecido. Porque, vamos a ver: ¿ETA, qué es? O si se prefiere, ¿qué no es? A veces se hace más fácil acercarse a la comprensión de las realidades más o menos borrosas tratando de dejar claro lo que no son de ninguna manera. Y desde luego ETA no es, de ninguna manera, un grupo pacifista. Si algo no pueden impartir, desde esa tribuna y con ese doctorado, son cursillos de pacifismo. Convengámoslo. No sería de recibo.
Cuando se vieron las imágenes de la detención de Izaskun Lesaka y Joseba Iturbide la primera consideración que me vino a la cabeza fue observar que, en efecto, esa pareja seguía huyendo sin parar por la extensa Francia: armados con pistolas, tratando de buscar las carreteras menos transitadas y no permaneciendo más de una semana en ningún lugar. ¿Cuánto tiempo llevaban así? Y otra cosa: ¿cuántos etarras quedarán todavía por ahí haciendo algo parecido? Analizándolo con la máxima frialdad, la tesitura pragmática en la que se encuentra un grupo armado que ya no mata ni amenaza es complicada. El paso del tiempo no le favorece. Es inevitable preguntarse qué pretende no disolviéndose de una vez. Quizá trata de retener a duras penas una triste aureola heroica ante un determinado entorno de nostálgicos. ¿Es posible? ¡Yo qué sé! De todas formas, si de algo estoy seguro es de que ya no me interesa realizar ningún esfuerzo extra para intentar conectar con el sistema de razonamiento etarra. Ni me interesa ni me haría ningún bien. Si no se disuelven es porque no quieren.
Punto. Además, ese simple permanecer a la espera, dando a entender que aún confían en que quizá, de repente, el Gobierno de Rajoy acepte negociar la liberación de los presos, resulta incomprensible. Eso es lo que creo. Al margen, claro, de que no estoy nada de acuerdo con la actual política penitenciaria, pero esa es otra cuestión. Por otro lado, tampoco resulta muy fácil digerir el hecho de que, desde Bildu, se lancen preguntas estilo naíf como ¿por qué el Gobierno español no quiere la paz? Bildu no puede fingir ingenuidad. A ratos, esa retórica buenista resulta hasta ofensiva. El PP ya sabemos lo que es. Pero ETA sigue ahí. Refiriéndose a las detenciones del otro día en Francia, Mintegi las calificó de «operación de represión», y Bakartxo Ruiz, portavoz de Bildu en el Parlamento navarro, añadió que eran «recetas del pasado». Pero «el pasado» sigue ahí. Y cuando ETA se disuelva, sus efectos seguirán ahí. Emitiendo una radiación tóxica durante mucho tiempo. Fingir que no se ve o que no importa, ni es honesto ni ayuda a la convivencia. Es malvado pretender pasar página rápidamente como si aquí no hubiera ocurrido nada. Todo irá llegando a su tiempo. Sabiendo que nada es perfecto. Y menos, eso de la convivencia pacífica, claro.
F. L. Chivite, EL CORREO 03/11/12