Ignacio Camacho-ABC
- El montaje de Mr. Marshall reventado por el caso Iglesias. La realidad cambia las preguntas cuando aprendes las respuestas
Con el reproche del doble rasero de la izquierda, o de la «vara de medir» que dice Casado, sucede ya lo mismo que con el de las reiteradas mentiras y contradicciones de Sánchez: que les rebotan porque a base de repetición los tienen amortizados. La primera vez escandalizan, la segunda irritan y a partir de la tercera simplemente decaen porque carecen de efecto. En realidad, para los dirigentes de la coalición «de progreso» nunca ha habido más que un rasero: el del poder, el de su santa voluntad ejercida sin remordimientos morales ni contrapesos. Los demás son malos y ellos buenos, y pueden hacer o decir lo que les dé la gana en cada momento; para eso se consideran los
únicos depositarios de la legitimidad del pueblo. Al que además le toman el pelo de un modo francamente grotesco, como demostró Iglesias sometiendo la compra de su chalé a referéndum. Después de eso cómo va a dimitir porque un magistrado solicite su procesamiento en el Supremo, nada menos que por denuncia falsa y revelación de secretos con agravante de género. Ya se encargará la Fiscalía de echarle un cable y, en el peor de los supuestos, será el presidente quien tenga un problema si se atreve o no tiene más remedio que echarlo del Gobierno.
Ocurre que a veces el destino dicta divertidas sentencias de justicia poética, aunque sea en el plano poco decisivo de la anécdota. Y todo el tinglado que Su Persona había montado para darse pisto con la ayuda europea se vino abajo cuando a la misma hora estalló la bomba del auto de la Audiencia. Es digno de admirar el derroche de cursilería estética que los publicistas de Moncloa despliegan cuando el caletre les rebosa de aires de grandeza. Desde el acompañamiento musical del pianista llamado -o del llamado pianista- James Rhodes, medalla de oro en la prueba reina del campeonato mundial de pelota zalamera, hasta la inevitable borrachera semántica de bautizar el plan con el término paulocoheliano de «Resiliencia». Y los ochocientos mil empleos como promesa, que ya es puntería fijarse, de entre todo el legado de González, precisamente en su peor apuesta. Pero ni así consiguió la supreproducción de Redondo la primacía de los titulares de prensa, robada por el cutre enredo de Dina y sus teléfonos de memoria indiscreta. El pasodoble de míster Marshall ensordecido por el estruendo de una tormenta. A hacer puñetas la modernización, el maná de Bruselas, la sostenibilidad, la transformación digital y quién sabe si la legislatura entera. La realidad te cambia las preguntas cuando te has aprendido las respuestas.
Y la realidad consiste en que el Gran Líder tiene un vicepresidente pre-imputado. No cualquiera, sino el que guarda la llave de su mandato. Por supuesto que la prioridad es salvarlo y que el rasero ético no cuenta en estos casos. Pero el abnegado trabajo de salvar a España se complica demasiado con esta clase de sobresaltos.