Ignacio Camacho-ABC

  • El congreso del PSOE es un reto a los críticos, y van a perderlo porque ningún partido derroca a un líder en el Gobierno

Pues va a resultar que sí quedaba una cierta alma socialdemócrata en el PSOE, y aunque sólo sea por miedo electoral la ha despertado el pacto fiscal con el independentismo. Esta vez la vieja guardia no se ha quedado sola en su juicio crítico: el malestar es patente en las federaciones zarandeadas por el terremoto que devastó el poder territorial del partido. Y quizá por primera vez en la etapa sanchista hay en autonomías y municipios gente insegura del rumbo que les obliga a un ejercicio de contorsionismo en el que se le ven demasiado las costuras a los principios. Ya sucedió con la amnistía, pero ahora es aún más grave porque los votantes saben que los privilegios catalanes van a afectar a su bolsillo y a provocar un deterioro en la calidad de los servicios. El temido fantasma del agravio comparativo.

Sánchez ha escuchado el ruido y ha reaccionado convocando un congreso que en realidad es un reto. Y los dirigentes contestatarios van a perderlo porque nunca nadie le ha ganado un pulso interno a un líder en el poder –Suárez ya estaba derrotado antes– y porque si ello ocurriera supondría la caída del Gobierno, algo a lo que ningún militante está dispuesto por disconforme que se muestre en algún aspecto concreto. Podría suceder, y es difícil, en una consulta anónima, pero no en una votación presencial a rostro descubierto. En realidad ni siquiera habrá duelo; los díscolos se arrugarán, los más cobardes se romperán las manos aplaudiendo y los menos manejables serán pasados por la piedra sin miramientos. Después de la aclamación sobrevendrá una expeditiva ejecución de desafectos.

Será una depuración vertical, de arriba abajo. Reinvestido de mayoría por el método plebiscitario, el presidente procederá a una renovación completa de los cuadros. Primero los nacionales, luego los regionales y por último los provinciales irán pasando en sucesivas asambleas por el patíbulo orgánico, sustituidos por pretorianos de ciega y demostrada obediencia al mando. Acaso caigan también algunos ministros sospechosos de defender el acuerdo catalán con insuficiente entusiasmo. Nadie está a salvo cuando pintan bastos. Este fin de semana ya se han escuchado las primeras palinodias de barones bajo síntomas de pánico.

El cónclave de noviembre podría interpretarse en una perspectiva añadida: la de la posibilidad de un adelanto electoral que aconseje mantener las filas prietas y en estado de alerta preventiva. En una legislatura cogida con alfileres no hay sitio para posturas tibias o indecisas; un Ejecutivo débil sólo puede sobrevivir a base de rígida disciplina. En todo caso y cualquiera que sea el desenlace, el sanchismo necesita una nomenclatura comprometida sin fisuras en la política de alianzas con los grupos separatistas. Y a tal respecto convendría no perder de vista los indicios que apuntan a la fabricación de una alternativa. Se llama Salvador Illa.