Asistiendo al camaleonismo de Pedro Sánchez de cara a las elecciones europeas, quien se arroga nada menos que haber laminado el procés tras la victoria del PSC este 12-M mientras peregrina a Suiza para no perder el plácet del prófugo Puigdemont o negociar la eventual investidura de Salvador Illa con la fugada Marta Rovira y quien da por su cuenta y riesgo la amnistía a los golpistas de 2017 a la par que desempolva del baúl la bandera española para cubrir la fachada de la sede nacional del PSOE, un inadvertido derramaría lágrimas de emoción como el párroco al que el pícaro Guzmán de Alfarache engatusó con su maña para desvalijar y ser resarcido. Diríase que ‘Noverdad’ Sánchez, dorando la píldora, reencarna al personaje de Mateo Alemán.
Aquel malandrín al que no se le ponía nada por delante urdió meter algunas raterías en un bolsón y se compinchó con su madre para que memorizara los objetos. Presto el hato, el truhan marchó en pos del cura del lugar. Tras presentarse como un pobre forastero sin nada que llevarse a la boca y pronto a trabajar en cualquier menester sin fijarse en el devengo, le contó al presbítero que había hallado un fardel en la calle. “Quise ver -le expuso- qué tenía dentro y, cuando sentí ser dineros, lo volví a cerrar con temor de mi flaqueza. No me obligase a hacer cosa ilícita”.
En vista de ello, el tunante rogó a su paternidad que custodiara la talega y que, en el sermón del domingo, notificara el extravío. No fuera cosa que el dueño estuviera más falto incluso que él. Dando gracias a Dios por haber traído al mundo a ese bienaventurado, el diácono le emplazó para que volviera a la semana porque “el Señor que os ha de hacer mucho bien y merced”. La homilía se le fue en encomiar la nobleza de aquel menesteroso tan altruista lo que suscitó la caridad de la feligresía. Al día siguiente, la conchabada progenitora se acercó al templo y le solicitó al fraile la restitución del bulto por ser suyo. Al enumerarle lo que liaba, el preste dio su conformidad dejando ésta una gratificación para el anónimo bienhechor. Al poco, el pillastre apareció y, tras informarle de la novedad, el sacerdote le participó que le tenía listo un bargueño con ropa para años y algún dinero, así como un jornal en casa de un indiano. Visto lo cual, Guzmán coligió: “No hay cosa tan fácil para engañar a un justo como santidad fingida en un malo”. Otro tanto cavila Sánchez.
Únicamente un mentiroso compulsivo como Sáncheztein puede jactarse a la vez de haber dado carpetazo al procés pendiendo su suerte de los insurrectos del 1-O y de que “le quedan tres años de vida por delante, como poco”, a la legislatura
Con el procés, conviene atenerse a aquello tan socorrido de que, si grazna como un pato, camina como un pato y se comporta como un pato, entonces, ¡seguramente es un pato! Ergo, si se llega a La Moncloa gracias a los partidos del procés y perdura merced a ellos tras comprarle la investidura al cabecilla del golpe de Estado de 2017 a cambio de amnistiarlo, ¡seguramente es parte del procés quien usufructúa la Presidencia del Gobierno con la venia de quienes se alzaron y vociferan que retornarán a hacerlo!
Ante tal certeza, únicamente un mentiroso compulsivo como Sáncheztein puede jactarse a la vez de haber dado carpetazo al procés pendiendo su suerte de los insurrectos del 1-O y de que “le quedan tres años de vida por delante, como poco”, a la legislatura, como alardeaba el miércoles su ministra-portavoz, Pilar Alegría, para ver si colaba, pero con poco éxito, a juzgar por las veces que lo repitió al final del Consejo de Ministros. El procés, vivito y coleando, aguarda el desenlace europeo para ser servido en bandeja de plata con o sin la cabeza de Illa.
Si Sánchez se desenganchara del procés, perdería sus constantes vitales políticas y habría de desalojar La Moncloa. Excepto si toma las de Villadiego y disuelve las Cortes, como obró doblemente en 2019 e incidió en 2023, para ir a votaciones en octubre conexas con una reedición de los comicios catalanes si no se atan los cabos de la madeja. Es un imposible metafísico matar el procés y completar la legislatura. “Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”, sentenció un doctor del toreo y del ingenio como Rafael Guerra ‘Guerrita’.
A este propósito, no se puede confundir la bajamar electoral secesionista con la liquidación del procés cuando lo que se dilucida con los pactos poselectorales es quién comandará la mutación del mismo. Salvo rectificación en redondo de un PSC “procesista” -unas veces por acción y otras por omisión- o demarraje de Sánchez pegando una patada al tablero, la nueva fase del procés seguirá dependiendo, como La Moncloa, de Junts y ERC, pese al reflujo de escaños. Cualquier resolución del puzle pasa por Puigdemont y Junqueras, pese a la retirada estratégica de éste último tras despeñar abacialmente a Aragonès con el misterio de El nombre de la rosa. La porfía se dirimirá a la postre entre estos dos cocodrilos que cohabitan en el mismo meandro como Puigdemont y Junqueras o entre dos místicos como Illa y Junqueras a costa de España y de los catalanes constitucionalistas.
En justeza, no le falta razón al barón socialista García-Page en que “los catalanes han dejado caer al independentismo”, pero ello no implica que su partido no lo vaya a rescatar bien para que Sánchez siga en La Moncloa decapitando a Illa, bien para que éste sea president con ERC como Maragall a través del Pacto del Tinell, embrión del procés. Dando la suma de PSC con PP y Vox para un govern constitucionalista, los socialistas podrían refrendar la caída del separatismo, pero Page sabe que eso es una entelequia con un “procesista” PSC que ya votó en las Cortes en 2013 a favor del derecho a decidir catalán. Sólo Carmen Chacón, como hogaño Javier Lambán al votarse la amnistía en el Senado, se ausentó. Por eso, cuando baje la espuma de la campaña europea, quedarán al desnudo las mentiras socialistas al igual que, cuando decrece la marea, se ve a las claras quién nada en cueros.
ERC exigiría un cupo con estelada por el que Cataluña recaudaría todos los impuestos, dejando una limosna en el cepillo de la Hacienda española, una reforma estatutaria que sacaría a España totalmente de Cataluña con un poder judicial propio y el compromiso de una consulta soberanista
En modo alguno sepultará el procés el partido que tendió un cordón sanitario contra el PP con Zapatero y que ha levantado un muro con Sánchez. El inquilino de La Moncloa persigue enredar para disimular lo que es y darle la vuelta a las encuestas. Para ello, se vestirá de lagarterana si es preciso. Un enjuague asaz evidente, pero al prestidigitador Sánchez no le importa que se le vea la trampa porque los suyos se lo perdonarán y dirán que hay que ver lo listo que es el tío. Como en el paripé de su carta de amor desesperado a sí mismo poniendo de pantalla a su mujer y de carabina al mismísimo Rey hasta tener en un ay al país.
Si Sánchez no se ringa con Puigdemont en su juego de cartas marcadas entre dos tahúres a los que une su común falta de escrúpulos y su gusto por llevar las cosas al límite confiando en que flaquee el otro, fiado a que “el pastelero loco” no tendrá redaños de volar la legislatura, el salvoconducto de ERC a Illa le permitiría recobrar la colosal llave con la que Carod-Rovira se fotografió para patentizarle a Maragall que no podría hacer nada si él no le abría la puerta. En esa hipótesis, amén de preservarle un sueldo público a su soldadesca, ERC exigiría un cupo con estelada por el que Cataluña recaudaría todos los impuestos dejando una limosna en el cepillo de la Hacienda española, una reforma estatutaria que sacaría a España totalmente de Cataluña con un poder judicial propio y el compromiso de una consulta soberanista. Si esto no es más “procés”, que baje Dios y lo vea.
Sin duda, ello no trastornaría en exceso al PSC. Ha defendido todo ello desde que Maragall, tras vencer al pujolismo, fue más nacionalista que los nacionalistas y desató una despendolada carrera entre las tribus soberanistas en las que CiU se despojó del moderantismo para tirarse de cabeza a la independencia en una fuga que Artur Mas, de regreso a la Generalitat, aceleró al sentirse acuciado por la corrupción y por una crisis económica que endosó al “España nos roba” con victimismo de privilegiado.
Con la anuencia de Sánchez para impulsar el proceso español y aferrarse a La Moncloa, el PSC sostendrá un procés que le es consustancial. Luego de propiciar la aplicación mínima del artículo 155 contra la rebelión de 2017 y de situarse al frente de las movilizaciones constitucionalistas para dejarlas en vía muerta, ya redimió al separatismo tras la “suspendencia”. No le importó el dolor infligido por quienes promueven otra ofensiva en la que cobrarán con intereses su separación a plazos tras quedar en la estacada su tentativa al contado. Quizá alcen la bandera de la “interdependencia” (Puigdemont dixit), pues sólo la aislada Corea del Norte es un Estado independiente en todo su alcance.
Haría bien Feijóo en desoír los cantos de sirena de un “statu quo” que alienta el secesionismo para luego correr asustado como siete viejas al notar las secuelas de su necedad en la cartera
Con la II República ayer y hoy también el golpismo secesionista ha encontrado partidos nacionales resueltos a reflotarlo y trasladarlo a puerto hasta la posterior rebelión. Ahí estriba hoy la “conllevanza” de la que hablaba Ortega y Gasset como salida ante la imposibilidad de resolver lo irresoluble con quienes hacen de la deslealtad su gran negocio y arrastran a Cataluña a la decadencia. En esta encrucijada, haría bien Feijóo en desoír los cantos de sirena de un “statu quo” que alienta el secesionismo -como el presidente de la farmacéutica Grifols animando a Mas a “no arrugarse” en su asalto soberanista- para luego correr asustado como siete viejas al notar las secuelas de su necedad en la cartera.
Tras las veces que el PSOE le ha tomado el voto al PP para elegir lehendakaris o alcaldes a sus aspirantes y luego abrazarse a los nacionalistas insultando a los primos del tocomocho, sorprende que personas curtidas y con más cicatrices que un matador de miuras, como el expresidente del PP catalán y miembro fundador de Vox, Alejo Vidal-Quadras, cuya cabeza donó Aznar a Pujol, auspicien que PP y Vox ofrezcan su voto a Illa para finiquitar el “procés”. Si se niega, infieren que “quedará retratado” cuando quien lo haría sería el PP por su contumaz estupidez luego de lo sucedido con Patxi López en el País Vasco y con Jaume Collboni en Barcelona. Con Sánchez, no cabe la tentación del mal menor, como constataron PP y Ciudadanos cuando Casado y Arrimadas se avinieron con él en los momentos críticos del Covid o en la negociación frustrada de los Presupuestos, porque éste se vale precisamente de ese aparente mal menor para que los demás acepten el mal.
Acertó al no coaligarse con Cs
Habiendo salido de la marginalidad este 12-M, pero sin rebasar las 19 actas de 2012 durante la mayoría absoluta de Rajoy, morder ese anzuelo devolvería al PP a las catacumbas tras escapar mejor librado de lo que entró en campaña con Alejandro Fernández. Este hubo de navegar a contracorriente luego de ningunearlo Génova a la espera de un mirlo blanco que supliera a este político Sancho Panza al que se le negó el pan y la sal hasta que no quedó otra. Acertó al negarse a ir coaligado con Cs, pese a estar a punto de tener que transigir, de no ser por el portazo de los naranja. Argüía lo que Feijóo contra Pablo Casado. Cs era ya una mortaja tras ser capital tanto en Cataluña, donde nació de una costilla de un PSC nacionalista y ganó en 2017, como en España.
Como en aquel anuncio de jamones de Emilio Gutiérrez Caba y Antonio Resines, donde el segundo se hace pasar por el primero para apropiarse del pernil y se justifica en que “yo (por este jamón) soy el que haga falta”, Sánchez, con la granujería de Resines, pero sin su gracejo, lo remeda: “Yo (por el poder, qué mejor jamón) soy el que haga falta”. Así, Sánchez presume de rematar el procés cuando subsiste gracias a él como Guzmán de Alfarache salteaba y era recompensado por la rapiña.