ABC-IGNACIO CAMACHO
Hay una ofensiva de presión sobre Rivera para que expíe apoyando a Sánchez el pecado de su pacto con la derecha
LA alianza de conservadores y liberales no sabe lo que le espera a partir de hoy por haber cometido el pecado de arrebatarle parte del poder a la izquierda, para la que el orden natural de las cosas sólo está en su sitio cuando ella gobierna. Según la mentalidad políticamente correcta, los pactos del centro-derecha han alterado la naturaleza del sistema y esa intromisión va a tener inmediatas consecuencias. Para empezar, el desalojo de Carmena supondrá el retorno de las plagas bíblicas que el progresismo había extirpado con su acción benéfica; pronto veremos en las televisiones de cabecera el drama de los inocentes manteros perseguidos y los okupas expulsados de mala manera, y el Madrid de Almeida será otra vez un Mordor tóxico, irrespirable, por el que vagarán cientos de enfermos pulmonares y miles de niños hambrientos y sin escuela. Los habitantes de la ciudad alegre y confiada tiemblan ante la amenaza de un inminente regreso a las cavernas. La democracia está en peligro, cercada por unos orcos feroces que conducen humeantes coches de gasoil con expresión aviesa.
Eso será sólo el comienzo, el prólogo de una operación de propaganda a gran escala para depositar en Ciudadanos la responsabilidad de que Sánchez no tenga más remedio, el pobre, que entregar la llave de su Gobierno a los separatistas y Podemos. Rivera va a recibir en las próximas semanas una intensa presión, desde fuera y desde dentro, para que facilite la investidura sin obtener a cambio nada concreto, simplemente para que los dueños del pensamiento hegemónico le permitan seguir presumiendo de ser un político abierto y no le reprochen un doble rasero. El argumento consiste en que está en deuda con el PSOE tras haberse entendido con el PP y Vox en los ayuntamientos, y sólo obtendrá el perdón de tan grave falta de leso centro si le levanta al presidente el veto. Gratis y por su propia iniciativa, sin reclamar contrapartidas ni por supuesto ministerios, sin que nadie se dirija a él para ofrecerle fórmulas de «cooperación» o simples bases programáticas de acuerdo. De lo contrario, será cargado con la culpa de que el modelo Frankestein se imponga de nuevo y de que el incomprendido ganador de las elecciones caiga, pese a su esfuerzo por evitarlo, en manos del nacionalismo irredento.
Éste es el nuevo marco. Sánchez puede pactar, como ya hizo, con todos los enemigos de la Constitución y seguir pasando por moderado, pero Casado y Rivera, sin hacerlo, carecen de derecho al mismo trato. El respeto, la reputación, el salvoconducto de comportamiento democrático, los otorga en exclusiva un bando: el que posee el control de la opinión pública ya través de él la potestad de dividir el mundo entre buenos y malos. La derecha ya sabe el papel que le ha sido asignado; la incógnita es si sabrá gestionarlo o sucumbirá al remordimiento que le inficionan sus adversarios.