el PNV no podrá obtener un óptimo rendimiento en Madrid mientras no dilucide si quiere que Zapatero agote la legislatura o prefiere precipitar su caída? El pragmatismo jeltzale tiene una respuesta casi instintiva: si el Presidente no puede más, que no se diga que el PNV le hace el juego al PP; y si Zapatero agota los cuatro años, que el EBB pueda obtener algo a cambio.
El ofrecimiento realizado por el PNV de garantizar a Rodríguez Zapatero la aprobación de los presupuestos generales de 2011 a cambio del desarrollo del autogobierno parece una iniciativa prematura que, en lo inmediato, sólo provoca un sintomático nerviosismo entre las filas del PSE-EE. Los jeltzales querrían aprovechar la oportunidad que les brinda un presidente necesitado de continuar la legislatura a la espera de que los datos económicos se pongan a su favor para, con las mismas, hacerse valer en Euskadi como la única referencia capaz de relacionarse de tú a tú con Madrid. Resulta extraña la nula relevancia que el Ejecutivo de Patxi López ha dado al desarrollo estatutario, lo que sólo cabría explicar por la poca emoción que el cambio en el País vasco ha suscitado en la Moncloa. Nada hubiese sido más eficaz para acallar la contestación nacionalista de hace un año que la pronta asunción de las competencias pendientes de transferencia. Pero el ‘affaire’ de las políticas activas de empleo, asunto utilizado por el PNV para jactarse de su influencia en Madrid y poner en evidencia la debilidad del socialismo vasco en su interlocución con Rodríguez Zapatero, ha acabado por amortizar un valor -el de las competencias pendientes- que ya estaba suficientemente depreciado ante la opinión pública. De modo que el trueque propuesto falla por sus dos extremos. En primer lugar porque la reivindicación del autogobierno no es del todo creíble en boca del PNV, desde el momento en que ha venido oscilando entre el juego cortesano y el desdén soberanista. En segundo lugar, porque lejos de ser una opción atractiva para la Moncloa, la perspectiva de asegurarse la continuidad de la legislatura a cambio de saciar el apetito jeltzale no resulta nada conveniente para un PSOE que podría perder enteros en tal mercadeo, especialmente tras la sentencia que dicte el TC sobre el Estatut.
En el improbable caso de que Rodríguez Zapatero accediera a las pretensiones jeltzales, el triunfo negociador de éstos no se percibiría como tal más que en un primer momento, puesto que los avances en el autogobierno pasarían inevitablemente a ser formalizados por el Ejecutivo López, como ayer mismo recordó Benegas. Cuando el péndulo nacionalista oscila hacia el pragmatismo en Madrid adopta una forma cortesana que a duras penas va más allá de la íntima satisfacción que deben sentir sus gestores y de la incomodidad que genera en el socialismo vasco gobernante. Los apoyos del PNV a Zapatero para la aprobación de sucesivos Presupuestos adquieren una relevancia fugaz, y en buena medida han obedecido a la necesidad que la oscilación pragmática tiene de compensar los resabios más radicales. Pero además, en otoño, el precio del voto nacionalista en el Congreso dependerá del que alcance el apoyo de CiU. Dicho con otras palabras, perderá todo su peso si la tramitación de los próximos presupuestos se produce tras los comicios autonómicos en Cataluña y con los convergentes en el Gobierno de la Generalitat.
Hace veinte años el PNV no tenía más que esperar a que se le acercaran sus eventuales aliados para el gobierno de las instituciones vascas. Hoy, un año después de salir de Ajuria Enea, le sigue costando actuar como un partido más, y es frecuente que sus dirigentes esgriman argumentos de dignidad partidaria y caigan en poses de altanería ante las demás formaciones. Por esto mismo la temprana oferta del apoyo a las cuentas públicas del próximo ejercicio a cambio de autogobierno invita a pensar que al PNV le resulta útil el péndulo cortesano para eludir enfrentarse a una pregunta que debería responder previamente y con absoluta franqueza: ¿le interesa al partido de Urkullu que la legislatura de las Cortes se prolongue hasta cubrir los cuatro años? ¿O preferiría que un adelanto electoral facilitara el acceso de los populares a la Moncloa, para que a continuación se desestabilizase el gobierno de Patxi López? Es probable que el péndulo de la indecisión jeltzale continúe oscilando entre ambos supuestos. Pareció inclinarse hacia la disolución anticipada de las Cortes cuando el grupo jeltzale votó ‘no’ a las medidas de ajuste presupuestario. Mientras que el ofrecimiento que ayer reiteró Erkoreka trataría de rectificar aquel rechazo, no sea que Rodríguez Zapatero salga también de ésta a pesar del PNV.
La aspiración primordial de los jeltzales es regresar al Gobierno de Euskadi. Pero por apreciable que sea la inseguridad que su péndulo cortesano suscita entre los socialistas vascos, temerosos de que Rodríguez Zapatero les ningunee de nuevo en un pacto con el EBB, el PNV no podrá obtener un óptimo rendimiento de su presencia en Madrid mientras no responda, aunque sea íntimamente, a esa pregunta que elude o cuando menos simula evitar: ¿quiere que Zapatero agote la legislatura, o quiere precipitar su caída? El pragmatismo jeltzale tiene una respuesta casi instintiva a tan comprometida cuestión. Si el Presidente no puede más, que no se diga que el PNV le hace el juego al PP. Y si Rodríguez Zapatero recupera el aliento y agota los cuatro años, que el EBB pueda obtener algo a cambio. El problema es que continúa siendo una respuesta insuficiente, no solo porque deja prácticamente fuera de juego a los actores principales del péndulo cortesano, sino porque posiblemente al final los jeltzales se verán obligados a ofrecer sus votos a cambio de casi nada.
Kepa Aulestia, EL DIARIO VASCO, 26/6/2010