EDITORIAL EL MUNDO – 18/03/17
· La banda terrorista ETA podría anunciar en breve un «plan de desarme definitivo», que concluiría el 8 de abril. Así lo anunció ayer Jean-Noël Etcheverry, detenido el pasado 16 de diciembre por la Guardia Civil, aunque la organización no difundió ayer ningún comunicado, como en principio se esperaba. ETA podría confirmar hoy o en los próximos días esta intención, que no sería sino que una muestra más de la extrema debilidad de la banda.
Si hacemos caso a Etcheverry, el desarme se produciría bajo la supervisión de observadores, entre los que se encontrarían cargos electos del País Vasco y representantes de organizaciones de la sociedad civil. Éstos constatarían la entrega del armamento que todavía está en poder de la banda y lo depositarían ante las autoridades judiciales francesas. ETA pretendía que los Gobiernos español y francés participaran en este proceso, pero la lógica negativa de ambos a participar de la escenificación propagandística le he llevado a cambiar de planes.
Hay que recibir con satisfacción este movimiento de ETA. La entrega de las armas era una de las exigencias del Gobierno para proceder a cualquier tipo de interlocución que llevaría a la disolución de la banda. Esta decisión, pues, demuestra que el acoso policial y político a ETA, cuya principal manifestación fue el 20 de octubre de 2011, con el anuncio del cese definitivo de la violencia, está surtiendo efecto. Hoy, ETA no tiene estructura; lo que queda de su dirección está controlada por las Fuerzas de Seguridad y no cuenta con comandos operativos.
En esta situación de precariedad no le queda más remedio que desembarazarse de un arsenal que no le sirve para nada. En este contexto hay que analizar el paso que dará la banda en los próximos días. Hay que tener en cuenta, además, que los explosivos tienen fecha de caducidad, por lo que es muy probable que estén inservibles. La Guardia Civil teme que ETA no entregue las armas que se han utilizado para la comisión de atentados con el fin de evitar que se pueda identificar a los autores de los crímenes que quedan sin esclarecer.
El Gobierno reiteró ayer la postura que mantiene desde el anuncio del cese de la violencia: «ETA sólo tiene que hacer dos cosas: desarmarse y disolverse». En una declaración institucional, el lehendakari Urkullu. afirmó que se dan «las condiciones para explorar esta posibilidad de desarme final de ETA», con lo que concedió credibilidad a las manifestaciones de Etcheverry. Añadió que el Ejecutivo vasco «hará todo lo que esté en su mano para que llegue a buen puerto aún cuando todo no esté en su mano» y apeló a «todas las instituciones y entidades concernidas, especialmente a los Gobiernos español y francés, altura de miras y canales de comunicación directos, centrados en el logro de un objetivo de valor histórico para la sociedad».
Pero antes que esa «altura de miras» hay que tener en cuenta que el anuncio del desarme total y definitivo no es más que la lógica consecuencia del éxito de la estrategia policial y política del Gobierno, por lo que pensamos que debe mantenerla con el mismo empeño. El Ejecutivo hace lo correcto al no entablar ningún contacto con la banda, al tiempo que mantiene su firmeza en exigirle su disolución total y sin ninguna condición.
Pero ETA pretende convertir la entrega de su arsenal en un acto propagandístico con el fin de intentar engañar a la sociedad, como si se tratara de un ejercicio de magnanimidad con el enemigo. No. ETA se desarma por completo porque ha sido derrotada. Y ello supone el penúltimo paso para que no sea más que un trágico recuerdo en la historia de España. Los terroristas no han conseguido sus objetivos, aunque eso sea compatible con que algunos de sus postulados políticos estén ahora representados en las instituciones vascas y navarras.
Queda no cejar en el impulso hasta conseguir la disolución total de la banda y un gesto de reparación hacia las víctimas. Ese comunicado de su final sin condiciones es la carta que se guarda ETA para negociar la situación de los presos que cumplen condena en las cárceles francesas y españolas. Como decimos, la estrategia seguida por las autoridades de los dos países es la adecuada y no hay que modificarla. Hemos de alegrarnos, pues, porque hoy estamos un poco más cerca del final de ETA, el último de los movimientos terroristas de corte comunista de Europa Occidental que queda en pie. Un sangriento anacronismo.
EDITORIAL EL MUNDO – 18/03/17