Carlos Martínez Gorriarán-Vozpópuli

Seguro que conocen el famoso microrrelato de Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Representa con perfección la tendencia humana a huir de la realidad hostil remitiéndola al baúl de los malos sueños. Los anglosajones tienen otra expresión parecida para referirse a esta huida: elephant in the room, ese elefante en la habitación que nadie quiere ver. Estas formas de negación evasiva forman un bloqueo mental, la incapacidad de confrontar realidades desagradables esperando que se esfumen cambiando de tema.

La Constitución y detente-bala

Pondré un ejemplo que conocí en persona. Durante los años de plomo vascos dediqué mucho tiempo y esfuerzo a tratar de explicar por toda España lo que pasaba y pasábamos los constitucionalistas vascos y víctimas de la banda. Una vez me invitó un amable grupo de jueces y magistrados; tras la exposición habitual de las agresiones, atentados y amenazas cotidianas, uno de ellos dijo cándidamente: “pero eso que ha contado usted no puede pasar, es ilegal”.

La fe en las leyes como mágicos talismanes capaces de convertir en mal sueño al dinosaurio del delito está muy extendida (por ejemplo, prohibir la violencia para que desaparezca). Hay muchos convencidos de que la Constitución es, por sí sola, el detente-bala capaz de impedir todos los desmanes; al fin y al cabo, es una creencia extremadamente cómoda que justifica la inacción, la pasividad y la siesta perpetua. Recuerden a Mariano Rajoy insistiendo en que no habría referéndum separatista en Cataluña simplemente porque era ilegal, y sobre todo un verdadero fastidio. Punto.

Estos días abundan los análisis políticos que insisten en que Sánchez no podrá dar nada más a los separatistas porque sería ilegal. Lo dicen a pesar de los actos inconstitucionales del Frankenstein y su manipulación de las leyes: dos estados de alarma y un cierre del Congreso inconstitucionales (que en una democracia seria habrían derribado inmediatamente al gobierno), más la colección de cambios legales que abarcan desde la derogación de los delitos de sedición y malversación a la creación de impuestos arbitrarios por decreto.

Cuando despertó, el bipartidismo ya no estaba allí

Los que sueñan el dinosaurio de Monterroso siguen aferrados a negar que el viejo bipartidismo haya muerto. También esperan que los separatistas hagan favores a Feijóo, en justa retribución a regalos como el ayuntamiento de Vitoria y las diputaciones vascas. Pero el enemigo sí entiende de modo inmisericorde el aviso de Virgilio: “timeo danaos et dona ferentes” (“teme a los griegos cuando vengan con regalos”, en alusión al caballo de Troya). Entre tanto, esa derecha monterrosiana sigue soñando dinosaurios, creyendo posible resucitar los viejos y buenos tiempos del turnismo alternativo y del hoy por ti y mañana por mí; también los viejos socialistas que, como niños esperando a los Reyes Magos, se niegan a admitir el fin del partido de González y Guerra.

Para desgracia de todos, Sánchez sí ha comprendido a la perfección el fin del bipartidismo y su vieja política, que ha sustituido por una política todavía más degenerada, destructiva y perversa

Cierto, es un bloqueo político, pero consecuencia de un bloqueo mental previo. Puede resumirse en el rechazo de la división política de la sociedad en dos bloques muy poco permeables (tres, si añadimos ese 30% que se abstiene de votar incluso si nos va la vida en ello). Esta división desmonta los cuentos del tipo “esperamos al PSOE bueno (o a sus votos)”, que cultivó el PP del bloqueo mental y que muchos siguen cultivando. Pero, para desgracia de todos, Sánchez sí ha comprendido a la perfección el fin del bipartidismo y su vieja política, que ha sustituido por una política todavía más degenerada, destructiva y perversa. Y se sabe a salvo mientras la oposición, política y social, siga en el bloqueo mental que le impide admitir el fin del viejo mundo político y la necesidad de pensar uno nuevo.

Hablar solo con quienes piensan como tú

Cierto, superar los bloqueos mentales no es algo fácil. La única manera de hacerlo es asumiendo que si las viejas ideas impiden cambiar las cosas, hay que cambiar de ideas porque las cosas no cambiarán solas. Repetir siempre lo mismo, hablar solo con quienes piensan como tú, buscar el confort del falso consenso rodeándose de conformistas y demás hábitos de pensamiento sesgado no son solo inútiles, sino perjudiciales. Sin embargo, es posible superar el bloqueo mental.

Portugal y España superaron el bloqueo del prejuicio medieval cuando decidieron llegar a las Indias por vía marítima, en vez de mandar cruzadas a estrellarse en Tierra Santa. CopérnicoGalileo Kepler rompieron el bloqueo mental de los errores cosmológicos cuando ajustaron la teoría a los datos observados, en vez de empeñarse en cambiar los datos. La Ilustración puso las bases de la democracia liberal cuando enfocó la humanidad y sus problemas como un todo universal, en vez de como grupos religiosos enfrentados, estamentos desiguales innatos, o bárbaros y civilizados. Adam Smith revolucionó la economía cuando desmontó el prejuicio de considerar al oro y la plata las fuentes de la riqueza de las naciones y trasladó el foco al comercio, el mercado, la industria y el trabajo.

Romper los bloqueos mentales es posible, y además necesario: hay que cambiar de ideas porque las viejas ya no sirven para cambiar nada

En fin, Darwin dio con la evolución de las especies cuando hizo lo mismo con la naturaleza, investigando la extraña realidad del cambio permanente y su explicación razonable. Artistas, poetas, filósofos, científicos, inventores y descubridores relevantes no fueron otra cosa que personas capaces de cambiar de ideas, hábitos y procedimientos, superando el confort de los consensos inmovilistas del bloqueo mental. En política la regla es la misma. Hanna Arendt fue capaz de ir más allá de atribuir el nazismo a la maldad de ciertos monstruos inhumanos para encontrar la causa en la maligna banalidad del conformismo moral de la mayoría y la irresponsabilidad absoluta de las élites, sin las cuales no es posible el estado totalitario.

En fin, y para bajar a la tierra: la inventora de la tortilla de patatas creó su plato rompiendo el bloqueo mental que juzgaba patatas y huevos productos separados por la naturaleza. Supongo que el vino nació del valiente que osó beber un sospechoso y turbio zumo fermentado. Y podríamos seguir así miles de páginas. Romper los bloqueos mentales es posible, y además necesario: hay que cambiar de ideas porque las viejas ya no sirven para cambiar nada. Salvo que queramos seguir así per saecula saeculorum, claro está.