Antonio Casado-El Confidencial
- Feijóo aprueba en su presentación pública, sin descalificar a nadie y con voluntad de acercamiento al Gobierno en asuntos de interés general
El empobrecimiento de los españoles, el deterioro de la economía, la guerra de Putin y la nueva posición de España en el conflicto del Sahara han puesto al presidente del Gobierno a los pies de los caballos. Sánchez va camino de que todos acaben mirándole mal, menos los ciegos, es natural, como diría Brassens.
No es el anticristo, pero tiene un serio problema de credibilidad. Y sus tanteos con el nuevo líder del PP lo han acentuado ¿Qué esperaba de un líder de la oposición que se entera por la Prensa de los temas de su cita en Moncloa y por Mohamed VI del volantazo español sobre el histórico problema del Sáhara?
El jueves 7 de abril de 2022 fue el peor día en la vida política del actual presidente del Gobierno. Por la mañana consagró a Núñez Feijóo como aspirante serio, realista y creíble a la Moncloa que debuta, denunciando la situación «alarmante» en lo económico y «muy inestable» en lo político. Casi al mismo tiempo, todos los grupos del Congreso, excepto el socialista, rechazaban su golpe de timón en el conflicto saharaui. Y al caer el sol se presentó en el Palacio de Mohamed VI como un presidente desautorizado por el Parlamento.
Vamos por partes:
La mañana fue para la presentación en sociedad del nuevo líder del PP. Un examen que el político gallego, a mi juicio, superó con nota alta. Templado, sin alzar la voz, sin descalificar a nadie y con reiterada voluntad de entenderse con el Gobierno en asuntos de interés general: renovación del CGPJ, política exterior, lucha contra la espiral inflacionista, violencia de género, etc.
Por la mañana, Sánchez consagró a Feijóo como aspirante a la Moncloa. Por la noche, apareció en Rabat como presidente a título personal
Ningún acuerdo quedó cerrado, pero ninguno se dejó por imposible. En el abismo «cordial» retratado este el jueves ya fue mucho dejar la puerta abierta a seguir intentándolo, aunque conviene retener la potencia del argumento de Feijóo: «No se puede compartir lo que no se conoce».
Una manera sutil de acusar a Sánchez de buscar adhesiones y no consensos, aunque sin convertirlo en pedrada de ida y vuelta. Por no alimentar la crispación. No en esta fase del acercamiento. «Quiero poner el contador a cero», dijo cuando una periodista tiró con bala: «¿Se fía usted de Pedro Sánchez?».
Más dura fue la puesta de sol en Rabat, a la hora en la que los marroquíes se desquitan de las privaciones de un día de Ramadán. Alguien calificó entonces el paso de Sánchez por el Palacio Real de Mohamed VI como la de un presidente del Gobierno «a título personal», en referencia a las formas utilizadas para fraguar el volantazo en la cuestión saharaui.
«Quiero poner el contador a cero», dijo Feijóo cuando una periodista tiró con bala: «¿Se fía usted de Pedro Sánchez?»
Hasta sus compañeros de viaje le acababan de dejar solo en el Congreso. Si te fallan los amigos, ¿con qué cara vas a culpar a los enemigos de tus contrariedades? Y ya no era cosa de estigmatizar al PP por querer «hacer daño al Gobierno». Sería como culpar al equipo contrario de marcar el gol a puerta vacía y no al portero propio que estaba en babia.
También en el fondo de la cuestión, Sánchez ha salido mal parado, a la vista de un comunicado conjunto hispano-marroquí de escandalosa asimetría en el respeto a la integridad territorial de ambos países. Se refleja la apuesta española por la soberanía nacional de Marruecos sobre el Sáhara como la mejor de las soluciones al conflicto, pero el eclipse es total respecto a un eventual reconocimiento marroquí de la soberanía nacional del Reino de España sobre Ceuta y Melilla.
Y nadie sabe realmente en qué se basa Sánchez cuando dice que «eso se da por hecho».