José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- La convocatoria en Castilla y León era contra Ayuso, y de ese fiasco surge este episodio que está destruyendo al PP, quizá de manera irreversible
La convocatoria de elecciones anticipadas en Castilla y León adquiere una explicación diferente a todas las barajadas hasta ahora. No se trataba de “iniciar un ciclo electoral” supuestamente victorioso para los conservadores con el propósito de ir doblegando a Pedro Sánchez y al PSOE. El objetivo último consistía en demostrar a Díaz Ayuso que su victoria el 4 de mayo de 2021 en Madrid era reproducible en otra autonomía gobernada en coalición por el PP con Ciudadanos y que, en consecuencia, quedaría acreditado que ella representaba un fenómeno político territorial y no nacional y que eran Pablo Casado y las siglas de la organización los que se imponían sobre el carisma de la lideresa madrileña.
Esta tesis es la emergente tras conocerse la guerra civil desatada entre la dirección nacional —o parte de ella— del PP y la de la formación en Madrid. Se intuía que el enfrentamiento entre Díaz Ayuso y Pablo Casado a través de sus dos testaferros, Rodríguez y García Egea, cursaba como una patología grave y con escasas terapias para su solución. El estallido de las supuestas o verdaderas comisiones cobradas por el hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid, conocido en exclusiva por este diario y tras una investigación instada por la dirección nacional —no por el alcalde Martínez-Almeida—, conduce al paroxismo bélico a las dos facciones irreconciliables del PP, que lo están destruyendo en un momento crítico de la política española.
Como las elecciones en Castilla y León resultaron un fiasco para los cálculos del entorno de Pablo Casado, la figura de Díaz Ayuso, en vez de opacarse, incrementó su dimensión, arraigando la sensación generalizada de que el actual presidente del partido está muy por debajo de la aceptación que suscita su oponente interna, que, 24 horas después del 13-F, volvió a reclamar la celebración inmediata del congreso del PP madrileño que ella pretende presidir. A partir de ahí, se ha desatado este bochornoso espectáculo que ya no tiene vuelta atrás y como en un ‘flash back’ cinematográfico hace regresar al PP al peor momento de su historia democrática: el trienio de Hernández Mancha (1986-1989).
La actual coyuntura es ahora peor que aquella porque no había —salvo el inocuo CDS— ningún partido que amenazase la hegemonía del PP. Ahora está ahí Vox. Entonces Aznar agarró las riendas de la organización, pero la travesía del desierto fue durísima: perdió clamorosamente las elecciones de 1989 —solo obtuvo 107 escaños frente a los 175 de González—, volvió a perder en 1993 —149 diputados del PP frente a 159 del PSOE— y no llegó al poder, por muy poco, hasta 1996. O sea, la recuperación del inmenso error de la presidencia de Hernández Mancha se dilató entre 1989 y 1996, es decir, siete años. El error de Casado le puede costar un ciclo de la izquierda en el poder incluso superior a aquel.
El palentino es un dirigente de compromiso. Se trata de un político profesional que es brillante en la exposición y obtuso en la estrategia
El palentino es un dirigente de compromiso. Se trata de un político profesional que es brillante en la exposición y obtuso en la estrategia. Se ha rodeado de personas claramente inadecuadas como el secretario general, Teodoro García Egea, una especie de capataz de latifundio cuya competencia técnica se corresponde con una ínfima vis política. Tiene potestad estatutaria, pero carece de autoridad moral. Está apoderado desaforadamente por el propio Casado y es soportado con crispada resignación por los barones territoriales que, aquí y ahora, es por donde puede atisbarse un paliativo a la postración moral en la que se ha enfangado la organización.
Antonio Hernández Mancha apeló a Napoleón para dimitir y marcharse: “Una retirada a tiempo es una victoria”. Cierto. Y ahora es exactamente lo que se está planteando: la necesidad de que Pablo Casado se cuestione seriamente su idoneidad para dirigir un PP al que ha sumido en el peor momento de su historia. Por lo que a la presidenta de Madrid respecta, habrá que esperar a que las acusaciones relativas al favorecimiento ilícito de su hermano se aclaren. Pero si son desmentidas, su impulso será imparable y arrollará a Casado y García Egea, mediando, claro está, un congreso nacional extraordinario. Y si los unos y los otros se han lesionado letalmente, el PP quedará a merced de Vox y de una izquierda a la que este episodio le regala un horizonte despejado después de los nubarrones de la geometría variable y los trastazos autonómicos.
Para la derecha democrática española, lo que está ocurriendo es una especie de tragedia bíblica —¡muera Sansón con todos los filisteos!— consecuente con la hegemonía en el PP de una insoportable mediocridad.