TEODORO LEÓN GROSS-ABC

  • Ellos han reabierto las heridas, no la derecha. La infamia con las víctimas es de Otegi, no de Feijóo

Sin aparecer el mejor Feijóo, sí apareció el peor Sánchez en el cara a cara del Senado. Bildu, el agujero negro del sanchismo, se tragó los restos de credibilidad del presidente. Todo delataba ayer a Pedro Sánchez, incluso su catálogo gestual. Moncloa había presionado para forzar el comunicado de los antiguos pistoleros renunciando a sus actas para cortocircuitar ese debate disruptivo que les ha dinamitado su estrategia de campaña, diseñada como una secuencia de golpes de efecto con pólvora del Rey, pero en vano. Tanto el comunicado de los siete asesinos como la rueda de prensa de Otegi, al que la izquierda ha querido blanquear como ‘héroe de la retirada’ –siempre será un icono del terror de ETA–, no tuvieron efecto. Y Sánchez se estrelló con la realidad.

La respuesta elaborada por el presidente certificó que no tenía respuesta para las preguntas de Feijóo. No fue capaz de responder a una sola cosa. Y las preguntas no eran difíciles, sino tipo «¿va a volver a pactar con Bildu?». Si no hubo respuesta es por la obviedad incómoda de ésta: el sanchismo seguirá apostando por pactar con Bildu y con Esquerra –ayer Rufián terciaba por sus aliados– y la mayoría de la legislatura no cambiará, como tampoco su hoja de ruta. Sánchez aspira a reeditar el poder con una investidura por la mínima, y los cinco o seis escaños de Bildu pesarán. Otegi seguirá siendo compañero de viaje.

Feijóo acertó a percutir contra la inconsistencia moral de Sánchez sin necesidad de epatar con excesos retóricos: si lo de Bildu no es decente, tampoco será decente mantenerles el estatus de aliado preferente. «O rompe con Bildu o rompe con la decencia». Sánchez, acorralado por sí mismo y su Frankenstein, se enredó en un bucle argumental absurdo: situó a ETA en la Historia, derrotada doce años antes, acusando al PP de aferrarse al pasado; pero a continuación atacó al PP por un error de Aznar hace un cuarto de siglo o por el atentado del 11-M hace casi veinte años. Sánchez hizo cabriolas retrospectivas pero se mostró incapaz de responder a una sola pregunta sobre el aquí y ahora en 2023: su elogiada alianza con Bildu y el ‘ongi etorri’ electoral de los cuarenta y tantos etarras en las listas.

«Cuando ETA ya no es nada…», dice Sánchez, que tanto se ha aferrado a la guerra civil, el Valle de los Caídos, el callejero franquista o el día de las Trece rosas. Pero es falso. En 2023 hay asesinos en las listas –apuesten a que no renunciarán con la coartada del aval popular– y esto no es el pasado. Ellos han reabierto las heridas, no la derecha. La infamia con las víctimas es de Otegi, no de Feijóo. Pero al cabo Sánchez no puede disimular lo sustancial: se siente mejor pactando con Bildu, como con el supremacismo ‘indepe’, antes que con el PP o CS, y por supuesto Vox. Es esa «fascinación nacionalista» que Félix Ovejero desmonta en ‘La deriva reaccionaria de la izquierda’ y que acabará, con seguridad, en una «debacle irreversible».