Teodoro León Gross-ABC

  • El trumpismo remite al populismo iliberal que ha minado las democracias

Sí, claro que tiene fans, y entusiastas, y tal vez no a pesar sino por su capacidad para polarizar entregando un enemigo deshumanizado a sus fieles contra cualquier idea de tolerancia democrática, para persuadirlos de que son el Bien en una batalla moral contra el Mal, elevándose y elevándolos sobre un sistema corrompido desde la judicatura con la sugestiva teoría conspiranoica de la guerra sucia en los tribunales para protegerse de sus investigaciones, por supuesto con la tentación de creer que el poder lo sitúa por encima de la ley, y con ataques a los medios de comunicación para acabar no ya con la crítica sino con el valor de la verdad, porque la mentira es la clave de bóveda de su éxito, ridiculizando el valor de lo que prometió en el pasado porque las palabras sólo son una elección casual como las corbatas, siempre dispuesto a encontrar un socio radical sin mirar al centro, siempre preparado para dejar despóticamente en la estacada a cualquier colaborador como a tantos en su trayectoria de ‘killer’ implacable, al dedazo despótico en su partido o en empresas, en definitiva para ensanchar la brecha que rompa las costuras de la sociedad y atornillarse al poder que o es suyo o es robado…

Sí, claro que vale para Trump como vale para Sánchez, y eso es precisamente lo que resulta relevante. El canon de Washington y la lógica del ‘show business’ impone que a esto se le llame trumpismo, pero remite a todo el populismo iliberal que ha ido minando las democracias sobre todo tras la crisis de 2008, donde han picado Berlusconi o Bolsonaro, Orbán o Maduro, Kichner o Erdogan, incluso Sarkozy o Boris Johnson… y el primer párrafo de este artículo vale básicamente para todos ellos. Sánchez sólo es uno más, mediocre y audaz desde su falta de escrúpulos como la mayoría. Su Frankenstein puede pasar inadvertido como en los Brics, pero ahí va casi todo el ‘pack’: la lógica polarizadora en España con socios radicales contra el espacio central; ataques al poder judicial y legislación en caliente sólo para protegerse él y proteger a su familia; acoso a los medios con la bandera de la ‘máquina del fango’; ocultación de informes de corrupción del Consejo de Europa; un Tribunal Constitucional a medida para actuar como casación política del Tribunal Supremo; la cultura ‘wokista’ hasta la caricatura amarga del caso Errejón; predisposición a comprar votos al precio que sea incluyendo la solidaridad territorial del país; el narcisismo capaz de quitar a un embajador por un brochazo grueso sobre su mujer; por supuesto la idea delirante de que lo dicho por Pedro no vale para el presidente Sánchez, como sintetizó Carmen Calvo; un dedazo en la ‘tecnocasta’ del Ibex, y siempre la seña de identidad de la mentira…

Sí, resulta cómico ver a la izquierda hablar de Trump como si fuera un marciano caído del más allá, de la fachosfera interestelar, una rareza insólita y no como tantos y tantos trumpitos, entre los que Sánchez tiene sitio reservado. Eso seguro.