- Estos columnistas o tertulianos embozados conocen lo que es pasar de un medio a otro, con opiniones e intereses distintos, incluso contrapuestos, pero su idea persiste: aprovechar la dirección del viento y acomodarse
Escribir sobre el periodismo embozado, que clava el sable de la palabra y se oculta, coincide con mi relectura de los poemas de Juan de Tassis, conde de Villamediana. El amigo y seguidor de Góngora fue un gran seductor, adicto a las francachelas y a los lances de honor, maestro en alancear toros, fustigador con afilados versos de la realidad corrupta que le tocó vivir. Le asesinaron en la calle Mayor unos esbirros probablemente enviados por el conde-duque de Olivares o por el propio Felipe IV, celoso de su cercanía, que consideró excesiva, con la reina Isabel de Borbón. Villamediana se creó muchos enemigos por sus aceradas sátiras. Los asesinos iban embozados cuando asaltaron su coche; le acompañaba el conde de Haro. Era el domingo 21 de agosto de 1622.
Villamediana fue un provocador. Circularon por Madrid no pocas anécdotas sobre sus supuestos amores con la reina, que parece no se consumaron. Quedan algunos versos probablemente dedicados a la reina Isabel: «Amo de vos lo que de vos entiendo, / no lo que espero porque nada espero…/ De vos no quiero más que lo que os quiero». Se contaba en los mentideros que el conde intervino brillantemente en una fiesta de toros y la reina comentó a Felipe IV: «Qué bien pica el conde». Y el rey respondió: «Pica bien, pero pica muy alto». Villamediana denunciaba en sus sátiras lo que siglos después denunciarían los periodistas honrados: la corrupción.
Hace poco abordé el periodismo funcional. Periodistas, sobre todo columnistas o tertulianos, que opinan en función de sus intereses, a veces económicos, de acercamiento al poder, a su servicio. Ante la gravedad de informaciones sobre la presunta implicación corrupta de hasta siete ministros, exministros y la presidente del Congreso, con el conocimiento de Sánchez, comprobamos, una vez más, las reacciones de ese periodismo utilitario. Le han quitado hierro. Todos ganan por su sumisión. Llevan el mismo paso que la Moncloa. Sánchez declara que ¡no afecta al Gobierno! Bolaños ¡culpa a la oposición! Y políticos tan locuaces como Yolanda, Montero, Errejón, Rufián, Belarra, Iglesias, por ejemplo, no han dicho ni pío. Quieren que veamos la realidad del color que nos asignen. Se niega o silencia la evidencia. El Gobierno y sus voceros nos venden esa realidad orwelliana como «regeneración democrática». Espero que la Audiencia de Madrid, ante las nuevas noticias, permitirá al juez Peinado investigar el rescate de Air Europa.
Se fomentan confusiones: desinformación. Pero una opinión amasada desde el poder, cualquier poder, no es una opinión libre. Presentar la verdad camuflada desde juegos de palabras y conceptos equívocos deforma la realidad; el periodismo embozado. Supone un obseso complejo de superioridad, existente solo para sus protagonistas, cercano al enfermizo egocentrismo de Sánchez. Pura soberbia y, en cierto modo, cobardía. No es más listo o hábil quien cree ante el espejo que lo es. Pienso en la madrastra de Blancanieves. Ni Sánchez es más guapo ni más amo porque se lo diga un compañero de bancada. Despreciar, minusvalorándolo, al destinatario de nuestras opiniones es un error de cálculo. Tirar la piedra y esconder la mano. Pero todo embozo cae, como toda penumbra augura claridad.
Leo, veo o escucho a compañeros. Unos son o fueron amigos. A otros los sigo con cierta precaución. Recuerdo aquella afirmación de Rodolfo Walsh: «El periodismo es libre o es una farsa». Se acusa al periodismo no complaciente de manejar la «máquina del fango», de crear bulos, de mentir, pero nunca se llegará a la manipulación que se permite Pilar Alegría, portavoz del Gobierno, aprovechando impropiamente sus comparecencias tras los consejos de ministros. Su responsabilidad es dar cuenta de lo que allí se trata. Que no haya sido cesada o haya dimitido tras el último escándalo por defender, con falsedades, a la mujer de Sánchez, evidencia quién la protege al menos por ahora. Pero el amo no es de fiar para nadie.
Estos columnistas o tertulianos embozados conocen lo que es pasar de un medio a otro, con opiniones e intereses distintos, incluso contrapuestos, pero su idea persiste: aprovechar la dirección del viento y acomodarse. Alguno se molesta, desde la soberbia y el desprecio, cuando alguien le pide coherencia y verdad. Nos lo dijo Walt Whitman: «Has soñado lo suficiente con palabras desapacibles». ¿Qué opinará Fortes, por ejemplo, si el viento llega de otro lado?