A principios del mes de marzo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos nos dio una noticia tranquilizadora: la dispersión de los presos terroristas no vulnera ninguno de sus derechos. Es perfectamente legal. Aliviaba así, levemente, el mazazo de la derogación de la doctrina Parot, que supuso la excarcelación de los asesinos más sanguinarios de ETA tras cumplir penas ínfimas por sus crímenes.
Pero en ese juego de equilibrios y sombras a que se nos somete con respecto a ETA, el Gobierno vasco ha anunciado que ha presentado al Gobierno un plan para liquidar esa dispersión que el TEDH acaba de avalar. No importa que ya exista una Vía Nanclares a la que se puede acoger cualquiera cumpliendo con unos requisitos muy generosos que les acortan sustancialmente el cumplimiento de condenas, amén de trasladarlos al País Vasco. También hay que pensar en los que no se arrepienten –aunque sea de boquilla–, en los que no se desvinculan de la banda, en los que no colaboran con la Justicia para que se resuelvan los más de 300 asesinatos que aún no tienen autor conocido. Todos esos, que no se acogen a la Vía Nanclares porque no quieren, necesitan su propio plan. ¿O alguien cree que van a tolerar que se les deje arrumbados y pudriéndose en cárceles lejanas? No. Primero se les acerca y luego se les saca. Se lo decían en la Navidad de 2013 los que recibían a las víctimas que acudieron al País Vasco a homenajear a sus familiares en los lugares en que habían sido asesinados: «Los vuestros en el hoyo y los nuestros a la calle». Y así está siendo. Desde que empezó la legislatura han salido de la cárcel más del 40% de los terroristas.
Oportunamente, el plan del Gobierno vasco se presenta en un momento en el que el Gobierno ha decidido comprar el apoyo del PNV a los Presupuestos. Y, por supuesto, su aprobación merece plegarse a cualquier exigencia, sobre todo si procede de un partido cuya lealtad a España está más que demostrada; y más aún si hay que transigir en un asunto menor y amortizado como es el de ETA y sus pobres presos que cumplen condenas injustas y extemporáneas, porque ETA ya no mata y los muertos ya no cuentan, ¿no es cierto? Y además va a entregar las armas en un acto sencillo, humilde, sin propaganda y por supuesto con los mejores verificadores que se puede tener: los elegidos por la propia banda. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en eso no pintan nada, ya se lo ha advertido al Gobierno el presidente del PNV: «No hagan nada, no manden a nadie». Tendrán que obedecer, hay mucho en juego, excepto la dignidad que ya está perdida.
Deberíamos alegrarnos de que el PNV esté siempre al quite para defender los derechos de los asesinos ante el Estado que tanto los maltrata. ¿Qué sería de los presos si no fuera por el PNV? ¿Y qué sería de España si no fuera por los presos? Gracias a ellos habrá Presupuestos. Tendríamos que estarles agradecidos: harán posible que Rajoy no tenga que convocar elecciones anticipadas con el trastorno que eso supondría para la economía. Sí, ETA y el PNV están haciendo un gran servicio a la Nación.
Ana Velasco Vidal–Abarca es periodista y patrona de la Fundación Villacisneros