Paloma Esteban-El Confidencial
Con un soberanismo huérfano en el Parlament, Torrent es ya el mayor referente para los independentistas. Probablemente por eso Arrimadas ha optado por el tú a tú con el presidente
Con el independentismo prácticamente descabezado y medio ex Govern en prisión, es el actual presidente del Parlament, Roger Torrent, el que mantiene viva la llama soberanista, permitiendo la celebración de plenos que reivindiquen el derecho de Carles Puigdemont, Jordi Sànchez y Jordi Turull a ser investidos o con declaraciones institucionales —así las denomina, aunque no cuentan con el consenso de toda la Cámara— «en defensa de los principios democráticos y los derechos civiles y políticos». Lo hace, eso sí, cuidándose mucho de no saltarse la ley. Por eso, en un escenario tan inédito como el que vive hoy Cataluña, se da la circunstancia de que la máxima referencia para el soberanismo es Torrent, el mismo al que se presume la obligación de representar y defender a todos los diputados. Es probable que por eso la líder de Cs en Cataluña, Inés Arrimadas, ganadora de las elecciones y máximo exponente de la oposición, ha optado por el tú a tú con el presidente, convirtiéndolo en su principal rival dentro de la lucha parlamentaria.
El pasado miércoles el grupo parlamentario naranja defendió una resolución en la que pedía su dimisión, pero se quedó solo. La rechazaron JxCAT, ERC y la CUP, como era de esperar; y también lo hicieron el PSC de Miquel Iceta y los comunes, que directamente reprocharon a Arrimadas y sus propuestas «ser parte del problema». Pero Arrimadas tenía claros los motivos y los defendió con vehemencia: «Queremos una cosa tan extraña como que el presidente del Parlament sea imparcial y neutral. Que no diga barbaridades como que a un presidente de la Generalitat no pueden perseguirle los tribunales o que quiera decidir quién entra o sale de la cárcel«. Interpeló directamente al máximo representante de la Cámara autonómica una y otra vez mientras este apenas levantaba la cabeza de los papeles que tenía sobre la mesa. «O rectifica o tiene que dimitir», insistió, recordándole la declaración del pasado fin de semana en la que Torrent pidió calma y unidad, «expulsando a la mitad de la población», a ojos de Ciudadanos.
En el mismo pleno en el que el presidente pronunció esas palabras, Arrimadas aprovechó para enarbolar un discurso muy distinto en aras de «recuperar el ‘seny’ y la convivencia» —tanto en el fondo como en las formas— más propio de la figura institucional que tanto reclamaba. «Nosotros sabemos que hay muchos catalanes con los sentimientos que ustedes expresan [en referencia a los soberanistas] . Sabemos que hay muchas personas que piensan así y las respetamos. La pregunta es si ustedes respetan a todos aquellos que están indignados con el ‘procés’, porque todos ellos también son Cataluña», aseveró.
Su discurso, mezclando frases en catalán y en castellano, continuó bajo la misma premisa: «¿Para qué ha servido todo esto? ¿Quién se ha beneficiado del ‘procés’?», insistió. Arrimadas acaparó un perfil institucional en vez de partidista, llegando a poner como ejemplo experiencias en primera persona, ejerciendo de nuevo un papel más propio de árbitro y moderador que de parte. «¿Cuánto más vamos a esperar para empezar a hablar de lo que nos une, para poder saludarnos por el pasillo?. La convivencia tiene que llegar antes a este Parlamento para que pueda llegar a la sociedad».
Fuera de toda duda, en estos intensos días para la situación catalana, la estrategia de Arrimadas —cuidada minuciosamente en el partido que lidera Albert Rivera— pasa por llenar ‘el vacío’ que en estos momentos ha dejado el presidente del Parlament, «con sus discursos políticos desde la Mesa», mientras sigue potenciando su perfil de presidenta de la Generalitat. Precisamente en la campaña electoral que precedió el triunfo de Ciudadanos, la todavía candidata insistió mucho en su voluntad de ser «la presidenta de todos los catalanes», de dejar a un lado las diferencias y las obsesiones ideológicas (especialmente «el ‘procés’ que ha engañado a tanta gente») y empezar a construir «un proyecto para todos los catalanes» que diera solución a «los problemas reales de la gente».
Se trata de las mismas ideas que Arrimadas sigue transmitiendo desde su escaño en la Cámara, liderando el mayor grupo parlamentario, y escalando posiciones gracias al hueco que deja Torrent. El presidente se encuentra atado de pies y manos en ese sentido. Ni puede ni quiere vulnerar las leyes, pero al mismo tiempo se ve obligado a responder ante las filas independentistas tan huérfanas en la Cámara autonómica en estos momentos. Los principales dirigentes del soberanismo se encuentran ya en prisión. El PDeCAT tiene a sus grandes espadas encarcelados (Jordi Turull y Josep Rull) y al ‘expresident’ Puigdemont en una prisión alemana tras haber sido detenido en ese país. La situación para ERC es igual de sangrante: Oriol Junqueras se encuentra en la cárcel de Estremera desde el pasado noviembre y su número dos, Marta Rovira, fugada en Suiza. El juez Llarena decidió encarcelar a todos los procesados por rebelión con cargo en el ex Govern (incluida la expresidenta del Parlament, Carme Forcadell) el pasado sábado cuando Rovira anunció su marcha.
Y en este escenario, Ciudadanos tiene claro que la pieza clave en estos momentos es Torrent. No tuvo respaldos para aprobar la petición de dimisión, pero contaba con ello. Arrimadas no cesará de exigir un cambio en su comportamiento en cada una de sus intervenciones. El presidente del Parlament logró esquivar la presión al ver tumbada la resolución, pero la formación naranja es consciente de que el escenario ahora es distinto. El reloj comenzó a correr tras el pleno de investidura fallida de Turull y, si no hay un ‘president’ antes del 22 de mayo, los catalanes volverán a las urnas a mediados de julio. Un final que, a priori, nadie quiere por temor a que se produzca una desmovilización en uno o ambos bloques (soberanista y constitucionalista). Pero también es una fecha que nadie puede ya perder de vista.