Ignacio Camacho-ABC

  • Si las cosas se ponen feas, el proyecto es ‘hacerse un Trump’, postularse de vuelta. Otra experiencia institucional inédita

Ala espera del momento más propicio, con alta probabilidad a lo largo del próximo año, en el laboratorio político de la Moncloa empieza a perfilarse un plan estratégico y táctico con un objetivo principal y otro secundario en la hipótesis de fracaso. El primero consiste en ganar al PP aunque sea por un solo diputado, al margen de que la muy presumible mayoría agregada de la derecha impida la reedición del actual mandato. Difícil pero no imposible si el crecimiento de Vox continúa disparado, expectativa que el Gobierno alimenta señalándolo como su verdadero adversario mientras Feijóo desdibuja su perfil de candidato a base de errores no forzados. En las circunscripciones pequeñas, la entrada de una tercera formación a poca distancia de las dos mayores puede alterar de modo sustancial el resultado por la influencia de los restos en el reparto de escaños. Una lista conjunta con Sumar en esa veintena de provincias ayudaría a completar el trabajo.

Si sonara la flauta, Sánchez se iría a Europa para tratar de convencer a Merz y otros líderes liberal-conservadores de la necesidad de una gran coalición transversal –con él al frente, claro– para frenar a la ultraderecha. Como parece complicado que le aceptasen la idea entraría en escena la opción B, la de atrincherarse en el partido y convertirse en jefe de oposición para organizar la resistencia. Si lograse encabezar la lista más votada nadie le plantearía una alternativa seria. En sus cálculos, una alianza de los populares con Abascal dentro o fuera tendría muy poca estabilidad interna –en esto bien puede acertar– y él se aseguraría de debilitarla aún más con el poder de agitación callejera de la izquierda. Ésa la verdadera razón del desembarco en las federaciones regionales de ministros fieles como garantía de supervivencia. El proyecto es ‘hacerse un Trump’, postularse de vuelta. Otra primera vez en su larga serie de experiencias inéditas.

El problema de ese diseño reside en la administración de los tiempos bajo la tormenta que cae –y va a seguir cayendo– desde los tribunales. Con la previsible imputación del PSOE por presunta financiación ilegal cabe descartar casi por completo que el temporal amaine y se abre la posibilidad de que algún socio más siga la senda de Junts y se desmarque, si bien en el entorno del presidente aún confían en que las pregonadas líneas rojas se vuelvan retráctiles. Decidirán los sondeos, los de verdad, los profesionales, no los que el aparato oficialista utiliza a beneficio de parte para crear, según el método de la profecía autocumplida, un clima de opinión pública favorable. Quizá pueda llegar un trance en que Sánchez tenga que convocar elecciones para detener el reloj judicial y buscar una suerte de absolución preventiva en el voto de la calle. El horizonte de 2027 es una utopía; sea cual sea el desenlace, la legislatura avanza hacia una catarsis.