MANUEL ERICE, ABC 24/01/13
· En dos meses Mas malgasta buena parte del capital político de 35 años de coalición, mientras Junqueras engorda votos día a día en un festín sin límite.
Una cosa es la simpatía ideologica y otra el juicio de su actuación como político, que debe medirse, inexorablemente, por su capacidad para transformar en realidad su programa». De esta brillante forma valora el diplomático español Eugenio Bregolat el «suicidio político» del dirigente chino Zhao Ziyang, al intenta transformar el régimen de Deng Xiaoping, empresa imposible (aunque loable) que sucumbió en Tiananmen. El visionario Artur Mas, a quien la tentación de cambiar la Historia se le apareció en forma de manifestación el pasado 11-S, decidió implicar a Cataluña y a España a una guerra innecesaria, absurda y en la que sólo habrá perdedores, empezando por él y por la coalición en declive que lidera.
La declaración independentista que aprobó ayer el Parlamento catalán, segunda de las batallas (la primera fue la cita electoral del 25-N) que decidió librar el president en su disparatado proceso de ruptura y quiebra de la sociedad que representa, deja un nutrido parte de bajas en sus filas. Pese a la humillante petición de perdón de Duran por las críticas de su partido a CDC, que precedió al voto sin fisuras de la coalición, Unió y Convergencia protagonizan uno de los enfrentamientos más encarnizados en 35 años. Mientras el líder socialcristiano se aferra a los esquizofrénicos roles de doctor Duran y míster Lleida para hacerse imprescindible ante el mundo, la indignación crece en su partido ante la deriva de una enloquecida hoja de ruta que amenaza con devorar a padres, hijos y hermanos del nacionalismo. A todos menos al exultante Junqueras, que engorda votos día a día en un inopinado festín que ERC intentará prolongar hasta el éxtasis.
Nada que ver con el cuantioso capital político que ha tenido que desembolsar Mas. Si cruzamos aritmética electoral y demoscópica, su hazaña no tiene precedentes en España: en menos de dos meses, su aventura ha llevado a CiU de un estable escenario de 62 escaños (cerca de la mayoría de 68) a los 50 actuales, que, según la última encuesta, de «El Periódico», estarían ya en 40-42. La caída libre es directamente proporcional al auge del independentismo auténtico, decidido, el de Esquerra. La creciente corrupción, que lejos de amainar arrecia, haciendo inútil la huida hacia adelante de Mas y los Pujol, y la constatación de que CiU ha renunciado a gestionar ante una sociedad que clama por una salida de la crisis, acelera la sensación de que los peores augurios de una legislatura de dos años se fiaron muy largos.
Enfrente, el dique de contención constitucionalista funciona pero deja heridos en el bando socialista. El PSC, sustentado por la permanente apelación de Rubalcaba a no abandonar el carril de la Constitución, perdió ayer la cuarta parte del grupo en su rechazo al soberanismo. No es buen indicio para la solidez del frente que el PSOE y el Gobierno del PP deben mantener para echar abajo el desafío, bien mediante el recurso legal, bien mediante el rechazo en el Congreso. Que el fatídico president se empeñe en perder su vida política no dejaría de ser una anécdota para el baúl de la Historia, si no pudiera llevarse por delante una coalición hegemónica, una Cataluña necesitada y una España que apunta recuperación.
MANUEL ERICE, ABC 24/01/13