Luis Ventoso-ABC
- Se trata de dar la epidemia por descontada y vender las vacunas y unos supuestos brotes verdes
Curioso: en el Gobierno «progresista y feminista» tenemos cuatro vicepresidentas, pero quien ejerce realmente de vicepresidente es un gachó sin carné del PSOE y que ni siquiera figura como tal. El consultor político Iván Redondo Bacaicoa, donostiarra de 40 años, el fontanero con más poder en nuestra democracia, es ‘de facto’ el vicepresidente. Su despacho monclovita se halla a un minuto del de Sánchez y ejerce enorme influencia sobre él, similar a la que ostentó con sus clientes previos del PP, como Monago, al que también abdujo. Redondo es inteligente, trabajador y tiene buena formación. Pero en contra del mito que se ha fomentado es perfectamente falible. Se suele olvidar que su tutela sobre Monago concluyó en derrota electoral y pérdida del poder (hoy mora perdido por la cámara spa, el Senado). El gurú también ha derrapado ya dos veces con Sánchez: con la fallida repetición electoral de 2019 y con la dolorosa toña en Madrid (por no hablar del fiasco de la chapucera opa al poder autonómico del PP de la mano de Cs, que arruinó los planes para un posible adelanto electoral y soltar el fardo de Podemos).
Sánchez y Redondo forman parte de una generación fascinada con las series guiris de putaditas políticas. Creen habitar en el mundo de Frank Underwood. Maquinar estrategias para conservar el poder es su ocupación principal, muy por delante del bienestar de los ciudadanos a los que en teoría sirven. Por eso los aduladores de Redondo lo ensalzan diciendo que «Iván siempre está en la siguiente jugada». Hoy la siguiente jugada consiste en buscar una vía para superar el sopapo de Madrid y mitigar el rearme electoral del PP. Para ello está en marcha un nuevo y sencillo Plan Sánchez: hay que escapar a toda costa de las malas noticias de la pandemia, no dar el menor acuse de recibo, y hay que hablar en positivo del mundo luminoso que viene merced a la labor providencial de Mi Persona. La epidemia ya es historia a efectos gubernamentales («nosotros estamos en el futuro», se escaquea Sánchez ante el carajal que ha armado con su lamentable inhibición ante el fin de la alarma). Lo que toca ahora es vender que la vacunación va «como un tiro» -como dice la ministra- y atribuírsela a Sánchez, aunque lo único que haya hecho es poner pegatas de propaganda en las cajas. La otra pata del plan consiste en pregonar que la economía está despuntando (los medios oficialistas ya han iniciado la pertinente campaña de brotes verdes).
¿Puede salirles bien esta jugada a Redondo y Sánchez? Como diría el viejo Mariano: depende. Lógicamente la economía va a mejorar, dado que en 2020 tocamos la sima más honda del mundo desarrollado, y en septiembre estará vacunada toda la población y la epidemia comenzará a quedar atrás. Pero habrá que hacer ajustes antipáticos en el frente económico y además el frenopático político catalán sigue ahí y puede maniatar a Sánchez con nuevas exigencias esotéricas.
Indultar a Junqueras y compañía y crujir a las clases medias a impuestos sería la mejor campaña electoral con que pueda soñar Casado.