Javier Caraballo-El Confidencial
- Lo que no quiere el secretario general socialista es que estas elecciones andaluzas supongan la confirmación de que ha perdido fuelle y que, ahora, resta más que suma a las siglas históricas de su partido
Pedro Sánchez quiere seguir siendo el que fue, el de 2019, el que a los cinco meses de la gran debacle socialista en Andalucía, la victoria escasa que les expulsó del Gobierno andaluz después de cuatro décadas, pudo recuperar el medio millón de votos que se perdieron con Susana Díaz por la desmovilización, y la desmotivación, del electorado socialista. La guerra pendiente que ambos tenían, desde el cruento enfrentamiento por la secretaría general del PSOE, se resolvió entonces con ese argumento: había quedado demostrado que el problema de los socialistas no era el proyecto, sino el liderazgo de Susana Díaz, porque con Pedro Sánchez el votante socialista volvía de nuevo a las urnas. Pero ¿qué ocurrirá si en estas nuevas elecciones andaluzas el PSOE repite los resultados apáticos que se le achacaban a Susana Díaz? En el plebiscito de este domingo de Sánchez contra Sánchez, comprobaremos si el secretario general del PSOE mantiene en la mayor agrupación socialista de España el vigor electoral de hace tres años o si su gancho político en Andalucía ha descendido al nivel de Susana Díaz.
El carácter plebiscitario del secretario general del PSOE en estas elecciones andaluzas debe ser algo asumido, y entendido como tal, por el propio Pedro Sánchez y por todos los que, con el argumento de que ‘Susana Díaz es el problema’, la forzaron a presentar su dimisión para poner en su lugar al exalcalde de Sevilla Juan Espadas. Están obligados a demostrar en estas elecciones que tenían razón cuando desbancaron a la anterior presidenta de la Junta de Andalucía y que no se equivocaron provocando un relevo en la cúpula, un año antes de las elecciones, en junio del año pasado. Si el problema era Susana Díaz, ¿quién explica que no se recuperen los votos perdidos?
Los tres resultados electorales consecutivos sobre los que se construyó esa tesis contra Susana Díaz son elocuentes y conviene mantenerlos a mano para volver a repasarlos el próximo domingo, cuando se cierre el recuento de votos. En las elecciones autonómicas del 2 de diciembre de 2018, el PSOE obtuvo con Susana Díaz como candidata 1.009.243 votos (27,95%), mientras que, tan solo cinco meses después, en las elecciones generales de abril de 2019, en las que se presentaba Pedro Sánchez, los socialistas consiguieron 1.563.828 votos (34,2%) en Andalucía. Un mes después, en mayo, en las elecciones municipales, el PSOE pudo conservar su dominio en los ayuntamientos andaluces con un total de 1.425.126 votos (33,76%).
En los partidos políticos, como bien sabemos, las guerras de poder nunca tienen final y si el PSOE de Juan Espadas no consigue superar los resultados de Susana Díaz, no tardarán en aparecer críticas internas sobre el desacierto de haber desmantelado la estructura socialista y de haber colocado al frente a un dirigente con escaso índice de conocimiento en Andalucía. Podría, incluso, invocarse lo ocurrido en las otras dos comunidades en las que el PSOE también ha ganado siempre, Extremadura y Castilla-La Mancha, porque allí los socialistas sí pudieron recuperar el Gobierno tras un solo mandato del Partido Popular.
Hasta el final de sus días como secretaria general del PSOE andaluz, Susana Díaz se mantuvo firme en la idea de intentar recuperar la Junta de Andalucía, como le había ocurrido a Guillermo Fernández Vara en Extremadura. Pensaba Susana Díaz, y así lo transmitía, que ella controlaba mejor la política andaluza, por su experiencia dilatada, y que, en todo caso, era la candidata más conocida de todas las opciones que se manejaban para sustituirla, como la de Juan Espadas, que finalmente se impuso. Llegó a comprometerse, incluso, a dejarlo todo si no conseguía ganar de nuevo las elecciones y gobernar. Pero Pedro Sánchez se mantuvo inflexible y solo le ofrecía la dimisión y un alto cargo fuera de Andalucía. Fue cuando Susana Díaz pronunció aquella frase, que se publicó en El Confidencial: “Lo que me ofrecéis es una caja de pino”.
Una de las mayores paradojas con las que convive el PSOE de Andalucía en esta campaña electoral es la que les lleva a reivindicar los logros y el avance de la comunidad durante los años de gobierno socialista, pero, sin embargo, los únicos que tienen vetada su asistencia a los mítines socialistas son los expresidentes. Susana Díaz, que fue la última presidenta, por las razones expuestas; José Antonio Griñán y Manuel Chaves, porque están pendientes de la sentencia de los ERE en el Tribunal Supremo, además de que ambos se dieron de baja en el PSOE en 2016 por las exigencias del partido.
También fue presidente José Rodríguez de la Borbolla, pero tampoco está contando en la campaña socialista, quizá porque se mantuvo leal a Susana Díaz y, probablemente, porque en enero pasado aceptó que el Gobierno de Juanma Moreno lo nombrase patrono de la Fundación Centro de Estudios Andaluces. El objetivo de Borbolla era el de incorporar a los fondos documentales de la Junta de Andalucía la digitalización de su preciado archivo de 76.000 páginas, pero el titular de prensa de “el Gobierno de Juanma Moreno ‘ficha’ a Borbolla” es de los que no se pasan por alto en un partido como el PSOE.
Solo tiene presencia el primer presidente de la autonomía, Rafael Escuredo, pero es meramente testimonial. El gran reclamo socialista en estas elecciones andaluzas es Pedro Sánchez. Se ha implicado tanto en estas elecciones que, además de acudir a un gran número de mítines junto a Juan Espadas, se comporta en el atril como si él mismo fuera el candidato, con anuncios y promesas —de dudosa legalidad electoral— como las del pasado sábado en Cártama: una ley para “blindar la equidad, la cohesión y la universalidad de la sanidad pública y que, por tanto, no se privatice por ningún Gobierno de derechas en ninguna comunidad autónoma”, un plan bucodental dotado con 44 millones de euros que beneficiará a más de siete millones de personas, y hasta el avance de los datos de empleo de junio, “alrededor de 125.000 empleados más, lo que demuestra que con un Gobierno de izquierdas la recuperación de las crisis es más rápida y justa”.
Como se decía antes, es posible que el propio Pedro Sánchez sea consciente de que estas elecciones andaluzas tienen un carácter plebiscitario para él y, por eso, se esté volcando en la campaña. Para que, al menos, pasadas las elecciones, el fantasma de Susana Díaz no resucite y vuelva a decirle, como en aquel debate de las primarias socialistas: “Entiendo que trates de justificar la derrota en nuestras diferencias, pero tu problema no soy yo, Pedro, tu problema eres tú”.