La campeona electoral es un mantra curioso. Por supuesto, resulta ridículo comparar los resultados de Susana y Sánchez, como ha hecho Borrell con un argumento impropio de su talla intelectual. No se puede equiparar a quien ha ganado, como ella, con claridad, y quien ha perdido, dos veces, y a cual peor, como él. Pero, a partir de ahí, hay que insistir en la milonga de la Campeona: la idea de que Susana Díaz es una ganadora por ser mayoritaria en Andalucía implica que Griñán también era un ganador, y Chaves un súperganador, y Borbolla…, o sea, cualquier socialista andaluz. Va de suyo que no ganan por su liderazgo, sino porque disponen de una base electoral sociológicamente resistente, que en el norte ha desaparecido. Deducir que Susana Díaz triunfaría en Madrid donde perdió Gabilondo en 2015 porque ella es una «campeona», o en Navarra donde fracasó María Chivite como quinta fuerza, no cuela. No tardará, si gana, en saber lo que es perder.
Y el rol del Campeón de la Coherencia es tanto o más chusco. Hay suficientes evidencias de que Sánchez no mantuvo el no es no por convicción ideológica, sino como recurso táctico para garantizarse su supervivencia. Semanas antes había confesado a Felipe González que en la segunda sesión de investidura se abstendría; pero luego entendió que no sería capaz de resistir, salvo aferrado a la bandera del noesnoísmo aun al precio de terceras elecciones y sorpasso. En primavera había pactado con toda convicción con Ciudadanos, y después se situó en la órbita de Podemos; en pocos meses se exhibió como socialdemócrata, socioliberal centrista y como izquierdista radical, capaz de apoyar o denigrar el art. 135 o el concepto nación, sin saber qué es, con la misma convicción. Incluso los Pokémon evolucionan sin tanto transformismo. Sánchez, como bastión de las esencias, no tiene parangón.
Una vez resuelto el plebiscito del no es no, se asignarán culpas. Eso es sustancialmente lo que el PSOE logrará el domingo: los ganadores atribuirán el desastre a los perdedores y eso quedará como versión oficial. Para el PSOE ya no hay vuelta atrás. Su mejor porvenir está ya en el pasado.