ABC 21/07/17
LUIS VENTOSO
· O de cómo Sánchez está traicionando a su país
En una España que cada vez se respeta menos a sí misma se ve normal. No lo es. Ningún líder socialista europeo practica una felonía con su país como la que está llevando a cabo Sánchez en el envión final de la sedición que promueve Junqueras (el president del flequillo es solo un guiñol). Corbyn defiende un socialismo setentero y vintage. Su único plan es otorgar subvenciones a mansalva, que el Reino Unido, endeudado hasta las orejas (como España), no puede costear. El viejo Jeremy es un laborista del ala más zurda, sí, pero se confundirá quien piense que –a su modo– no es un patriota. Su respeto por las instituciones y el andamiaje legal de su país es absoluto. Por supuesto no se le pasaría por la cabeza poner en solfa cada mañana los principios constitucionales británicos, o hacerle el caldo gordo al separatismo escocés para intentar rascar votos, como está haciendo Sánchez. Lo mismo obra con Schulz, el jefe del SPD alemán, o con los muy jacobinos socialistas franceses.
No hemos tenido suerte con nuestro líder de la oposición, Pedro el Plurinacional. Un tipo de mala entraña personal, cuyo móvil es un ego desaforado, disonante con sus méritos, y que está anteponiendo su vendetta particular contra su bicha, Rajoy, a la defensa de España en un momento de emergencia nacional ante un golpe separatista. Es desleal –y profundamente estúpido– que haya decidido situarse en una ridícula equidistancia entre el Gobierno y los sediciosos, dando a entender que tanta culpa tiene quien defiende nuestra legalidad como quien quiere destruirla. Es infantil pensar que un movimiento tan fanatizado como el de Junqueras va a deponer su rebelión por unos cambios semánticos en el preámbulo de la Constitución y por apellidar «federal» a un Estado autonómico que en realidad ya lo es. Es de una irresponsabilidad y una burramia matemática pasmosas proponer una gran quita de la deuda catalana, porque las deudas no se borran con una goma, alguien pagaría la irresponsabilidad contable de la Generalitat (todos los españoles), y porque además supondría castigar a las regiones cumplidoras en favor de una primada con todo tipo de inversiones y decisiones (o es que acaso, por citar uno entre numerosísimos ejemplos, el Estado está pidiendo que la Agencia del Medicamento de la UE tenga su sede en La Coruña o Málaga, no: la reclama para Barcelona).
Es tremendo que cuando tenemos al enemigo embistiendo contra puertas del castillo constitucional, la respuesta del jefe de la oposición, en lugar de ayudar a defender la fortaleza, consiste en proclamar que es una roña autoritaria y que hay que construir otra. Y resulta totalmente naif que tras el encuentro de Rajoy y Sánchez, los portavoces gubernamentales saliesen a ensalzar el sentido de Estado de quien a las tres horas se dedicaba a sabotear la unidad nacional con unas propuestas sin más afán que desmarcarse del PP por mera aversión sectaria (y con las que finiquitará al PSOE, pues pagarán en las urnas esta felonía). Ominoso también el silencio de sus compañeros de supuesto sentimiento patriótico, como Vara, Page y Susana Díaz, mudos, anteponiendo sus poltronas a su país. A España le falla su pierna izquierda.