EL CORREO 13/01/14
· La izquierda abertzale insiste en su deseo de que la unidad de acción no sea «flor de un día», mientras los socialistas exigen aclaraciones a Urkullu
La resaca de la gran manifestación del sábado en Bilbao promete ser duradera. La protesta, que el PNV impulsó junto a la izquierda abertzale en respuesta a la prohibición judicial de la marcha previamente convocada por el colectivo ‘Tantaz tanta’, se convirtió no sólo en un acto de exaltación de los presos de ETA sino en la plataforma perfecta para relanzar el discurso de Sortu sobre la conveniencia de recuperar la unidad de acción abertzale. Doble incomodidad para un PNV que ayer mantuvo un escrupuloso y llamativo silencio oficial –sólo el senador Iñaki Anasagasti corroboró el malestar de su partido por los constantes gritos a favor de los reclusos etarras en una marcha que debía ser silenciosa– que habla por sí solo del interés de Sabin Etxea en enfriar la bronca política en torno a una fotografía que seguramente perseguirá a los jeltzales a partir de ahora.
Los peneuvistas, que tomaron la decisión de compartir estrategia con la izquierda abertzale quince años después de Lizarra a sabiendas del riesgo que corrían, se ven ahora atrapados entre las presiones de sus compañeros de pancarta, empeñados en asimilar la multitudinaria manifestación a una suerte de regreso a la senda de Estella, y sus socios actuales en materia de estabilidad institucional y presupuestaria, es decir, el PP y, sobre todo, el PSE, que les emplazan a aclarar si pretenden volver al frentismo.
El presidente del EBB, Andoni Ortuzar, ha visto empañada la celebración de su primer aniversario al frente del partido, que se cumplió ayer, por el ruido generado en torno a su participación en una manifestación. Una vez más, los jeltzales salieron escaldados tras compartir calle y pancarta con la izquierda abertzale, que monopolizó con gritos y consignas a favor de la amnistía lo que se había pactado como una movilización silenciosa en respuesta a una situación «excepcional».
Es más, su comparecencia de hoy en San Sebastián, a donde la dirección peneuvista trasladará su reunión semanal, en teoría concebida para sacar pecho de sus primeros doce meses en el cargo y subrayar su perfil pactista, se convertirá en un monográfico sobre la delicada situación en que queda el partido tras la marcha del sábado. Los jeltzales decidieron impulsarla por hartazgo con la política antiterrorista de Rajoy y para evitar que el centro de Bilbao se convirtiera en una gigantesca olla a presión si la Ertzaintza se veía en la obligación de cumplir las órdenes del juez Eloy Velasco e impedir por la fuerza la manifestación prohibida. Pero, eso no significa, según vienen insistiendo desde que Ortuzar y Hasier Arraiz protagonizaran el llamamiento conjunto del hotel Carlton, que sea el inicio de un camino conjunto que reedite viejas estrategias, tal como, previsiblemente, subrayará hoy de nuevo Ortuzar. «Les queda mucho camino por recorrer», apuntaba un burukide el sábado tras cubrir junto a la plana mayor de Sortu y Bildu el recorrido entre La Casilla y el Ayuntamiento de Bilbao, que algunos simpatizantes jeltzales llegaron a abandonar antes de tiempo. La marcha, de hecho, en ningún momento reivindicó su propio lema – ‘Derechos humanos. Acuerdo. Paz– y se convirtió, exclusivamente, en un grito en favor de los presos de ETA, en la que incluso participaron algunos de los terroristas excarcelados tras la derogación de la ‘doctrina Parot’.
Visiblemente molesto e indignado por lo que algunos de los cargos jeltzales participantes tildaron directamente de «manipulación», el PNV insistirá en la versión de que su presencia en la capital vizcaína pretendía reforzar la consolidación
de la paz y la convivencia, aunque sólo lograse que la izquierda abertzale, que no ha pedido aún la disolución de ETA ni ha hecho autocrítica de su pasado, se mostrara más crecida que nunca. Buena prueba de ello es la comparecencia que protagonizaron ayer en San Sebastián los dirigentes de Sortu Pernando Barrena y Amaia Izko para valorar la «gigantesca» movilización social «sin precedentes» del sábado, «la mayor de la historia de este país».
«Muestra de civismo»
Barrena, que aseguró sin titubear que la marcha fue «silenciosa» y que los manifestantes actuaron «con responsabilidad» en una «masiva muestra de civismo», confió en que la fotografía conjunta de PNV y Bildu «no sea flor de un día sino el comienzo del trabajo en común que necesita este pueblo», un reto «de país» en el que emplazó a los partidos a «estar a la altura». «Este país ha demostrado que uniendo fuerzas es imparable», se jactó. La izquierda abertzale, visiblemente cómoda en el contexto político en que ha derivado la operación policial contra los interlocutores de los reclusos y la posterior prohibición de la marcha de ‘Tantaz tanta’, consideró que ha quedado demostrado que, aunque «del Estado español sólo podemos esperar imposición y negación, es inútil cuando se enfrentan a la voluntad popular».
Mientras, el PSE, que firmó en septiembre con el PNV un histórico acuerdo de estabilidad que el propio lehendakari presentó como el final de tres lustros de «trincheras», emplazó ayer directamente a Iñigo Urkullu a aclarar si «romperá los consensos» transversales marca de la casa del tándem Urkullu-Ortuzar para impulsar, en cambio, la «unidad abertzale». La portavoz de la ejecutiva del PSE, Idoia Mendia, dejó claro que la marcha del sábado fue «la misma» defensa de los presos de cada enero, pero con la diferencia de que en esta ocasión contó con los jeltzales como «palmeros» de Sortu. «En vez de pedir a Sortu que exija a ETA su desaparición y reconozca que la violencia nunca debió tener lugar, el PNV acude en auxilio de la izquierda abertzale», lamentó Mendia, convencida de que los jeltzales han cometido una «grave equivocación» al dar «cobertura pública» a Sortu y su «victimismo». «Urkullu tiene que explicar a los vascos si va a responder a esa demanda de unidad abertzale», emplazó.
En términos más duros y con la reunión Urkullu-Rajoy pendiente de confirmación y el cauce de diálogo con el PP cada vez más debilitado, el popular Antón Damborenea, aún más duro, acusó al PNV de dar cobertura «al mundo de ETA y de los presos» al «prestar sus siglas» para la manifestación del sábado. En su opinión, los jeltzales están siguiendo el camino de EA al «asumir los planteamientos de Batasuna» y, vaticinó, «seguramente terminarán como el señor Mas en Cataluña».