Si Ibarretxe sustituye la consulta por unas elecciones anticipadas, el PNV y sus socios se ven ante la segura eventualidad de una derrota. El EBB, resultado de un pacto entre las dos almas del nacionalismo, trata de quitarle de la cabeza a Ibarretxe la idea de la consulta y de convocar elecciones en otoño. De nuevo, el PNV cambia su alma para que nada cambie.
El nacionalismo vasco vuelve a sacar del baúl su alma moderada. Iñigo Urkullu, el líder del PNV que surgió de la defenestración del muy moderado Josu Jon Imaz, cara de buen chico de Bilbao, con pinta de no haber roto un plato en su vida y suaves modos, anda por Madrid susurrando una música que gusta, sobre todo viniendo de un líder jeltzale: «Hay que pararle los pies a Ibarretxe».
El lehendakari ha ido perdiendo apoyos aceleradamente. Su irredentismo étnico ya no hace gracia a casi nadie. Su reciente encuentro con el Dalai Lama, en el que comparó a España con China y al Tíbet, claro, con Euskal Herria, dos pueblos oprimidos y pacíficos, ha provocado, incluso en la muy patriota sociedad vasca, hilaridad. Ibarretxe ni siquiera fue original en el establecimiento de ese paralelismo esencial entre las aspiraciones soberanistas tibetanas y vascas. Carod ya advirtió de las concomitancias entre las ansias de independencia de los monjes del Tíbet y los deseos de liberarse de la opresión de España de los republicanos con barretina. A estas alturas, el Dalai Lama debe estar preguntándose por qué extrañas circunstancias se pudieron celebrar aquí unos JJOO sin que hubiera derramamientos de sangre.
El tinglado de Lizarra, ideado por Xabier Arzalluz como una forma de revitalización del nacionalismo adormilado por Ajuria Enea, encumbró a Ibarretxe como gran líder nacionalista.
De tal modo, que sus compañeros aceptaron de buen grado que se bautizase como Plan Ibarretxe lo que no era sino el Pacto de Lizarra institucionalizado por el Parlamento vasco (con el voto favorable del brazo político de ETA).
Derrotado por abrumadora mayoría en el Congreso de los Diputados en enero de 2005, el Plan Ibarretxe volvió a Euskadi por donde había venido y dejó al lehendakari huérfano de un proyecto político con el que ilusionar a los vascos y vascas.
Desoyendo la sensata voz de Imaz, Ibarretxe volvió a reinventarse su propio plan, pero esta vez atreviéndose a poner fecha a sus ensoñaciones.
El 28 de septiembre desveló en el Parlamento de Vitoria su nueva apuesta soberanista, que resumimos brevemente para los desmemoriados. Previa autorización de la cámara vasca (en la que el tripartito PNV-EA-EB suma 32 escaños de un total de 75), el lehendakari se comprometió a convocar un referéndum el 25 de octubre de 2008, hubiera o no un acuerdo previo con el Gobierno español, sobre el derecho a decidir del pueblo vasco.
Dijo Ibarretxe que, para llevarlo a cabo, no era necesario que ETA dejase de matar, ya que «la violencia no puede impedir la iniciativa política».
Imaz difería en ese punto, lo que le llevó a dejar de ser burukide para marcharse a la Kennedy School de Boston, donde ahora trabaja en un estudio sobre la acción de los gobiernos en el desarrollo de las nuevas tecnologías. A todas luces, ha salido ganando.
Sigamos con Ibarretxe. El lehendakari, que se autojustificó diciendo que su proyecto tenía por objeto «cumplir la palabra dada», dejó a los parlamentarios atónitos cuando reveló que, una vez celebrada la consulta (la del próximo 25 de octubre), ETA «estaría obligada por decisión popular» a poner fin a la violencia.
Luego, auguró, se convocaría otro referéndum en 2010, el de verdad, el «resolutivo», o sea, la repanocha. Todo ello aderezado con dos mesas (siempre dos mesas, ¡ah!, esa irrefrenable atracción vasca por la gastronomía); una política, con la izquierda abertzale como invitada especial; y otra, «técnica», a la que asistirían, por un lado, negociadores en representación del Gobierno de España y, por otro, los chicos de la capucha y la pistola.
Al terminar su iluminado discurso, Patxi López, que no se caracteriza precisamente por su imaginación, acusó al lehendakari de vivir «en los mundos de Yupi». Hay una tendencia casi enfermiza a situar al líder vasco fuera del mundo real. Entre la gente de la izquierda abertzale, según pudimos comprobar por los mensajes de móvil que le enviaba el portavoz de Batasuna, Petrikorena, a las bien mandadas Nekanes, Ibarretxe es conocido como Spock, en referencia al protagonista de la afamada serie de ciencia ficción La conquista del espacio (luego llevada al cine como Star Trek), humanoide caracterizado por sus afiladas orejas y anguladas cejas.
Hasta para los burukides de ahora (o sea, los de Bilbao, porque los de Guipúzcoa, Egibar o así, son otra cosa), Ibarretxe, simplemente, ha «perdido el norte», que no es sino la forma fina de decir que está como una regadera.
Le quieren convencer de que no convoque la consulta prometida. Los inquilinos de Sabin Etxea atesoran, además de las esencias del ser vasco, un incuestionable olfato político, que ha llevado a su partido a permanecer en el poder desde hace treinta años.
Los números cantan. En las elecciones generales de 2004, el PNV logró 420.980 votos, que sumados a los 80.905 de EA y a los 102.342 obtenidos por la EB de Madrazo, daban al tripartido un total de 604.227 votos. En esos mismos comicios, el PSE recibió 339.751 votos y el PP 235.785. Es decir, que la suma de ambos quedaba ligeramente por debajo del tripartito, con un total de 575.536 votos.
Las autonómicas de 2005 y las municipales de 2007 le fueron mal al PNV y a sus socios. El resultado del bloque gobernante en el País Vasco fue aún más decepcionante en las generales del 9-M. El PNV logró sólo 303.246 votos, mientras que EA y EB superaban por los pelos los 50.000 votos cada uno. En total, 403.490 vascos respaldaron a los tres partidos del gobierno. El 9-M, el PSE tuvo 425.567 votos (más que la suma del tripartito) y el PP, 206.702. Es decir, que PSE y PP juntos suponen 632.264 votos, ¡casi 230.000 más de lo que suman los tres socios de gobierno!
Si el lehendakari sigue en sus trece, el PNV puede verse ante la siguiente situación. Primero, necesitaría los votos del PCTV para sacar adelante la consulta en el Parlamento Vasco. Y luego, si la lleva a cabo, se verá ante la circunstancia inaudita de tener que enfrentarse a una decisión en contra del Tribunal Constitucional, ante el que recurrirá el Gobierno español.
Si Ibarretxe sustituye la consulta por unas elecciones anticipadas, el PNV y sus socios podrían verse ante la más que segura eventualidad de una derrota (la ausencia del brazo político de ETA en los comicios no le garantiza a los nacionalistas la absorción de sus votantes).
Por ello, los nuevos burukides, que, en teoría, son el resultado de un pacto entre las dos almas del nacionalismo alcanzado tras la salida de Imaz, tratan como sea de quitarle de la cabeza a Ibarretxe la idea de llevar adelante la consulta y de convocar elecciones anticipadas en otoño.
El discurso de José Luis Bilbao, diputado general de Vizcaya y hombre de confianza de Urkullu, abogando por el abandono del segundo plan Ibarretxe y por un acercamiento al PSE, expresa con claridad la orientación del Euskadi Buru Batzar de cara a los próximos meses. El problema, dicen sus miembros en privado, es que el lehendakari teme por su futuro penal y necesita la protección que le da el ser presidente del gobierno vasco. De nuevo, el PNV cree que el Gobierno puede ordenar a los jueces lo que deben hacer. De nuevo, el PNV cambia su alma para que nada cambie.
Casimiro García-Abadillo, EL MUNDO, 28/4/2008