Pedro Chacón-El Español
  • El PNV está reaccionando a la defensiva para marcar perfil propio dentro del conglomerado sanchista, donde el protagonismo de su enemigo interior Bildu es cada vez mayor.

El PNV forma parte del sanchismo en su aspecto estructural desde el mismo momento en el que apoyó de manera decisiva a Pedro Sánchez para ganar su moción de censura a Mariano Rajoy el 1 de junio de 2018.

La junta directiva del partido (el Euskadi Buru Batzar) lo estimó así una semana después de haber apoyado a Rajoy en la aprobación de los presupuestos de aquel año. La razón que adujo fue, como el resto del sanchismo, la sentencia de la Gürtel y la política del Gobierno central respecto del procés.

Pero el PNV, por si acaso, también se aseguró de que Sánchez respetara los presupuestos recién aprobados y de que les prometiera las competencias de gestión de la Seguridad Social y las prisiones. En aquel momento el PSOE y Podemos sumaban 156 escaños, frente a los 169 del PP y Ciudadanos.

¿Les suenan las proporciones? Tras el 23 de julio y el recuento del voto exterior, la suma de PSOE y Sumar ha dado 152, mientras que PP y Vox suman 170. Esto significa que los resultados del 23-J nos devuelven a la casilla de salida de un escenario condicionado por la política de bloques desde 2016.

Feijóo, en su afán por romper semejante panorama, ha tenido un primer movimiento de cara a la investidura para sondear el apoyo del PNV. Pero al partido fundado por Sabino Arana, por boca de su presidente Andoni Ortuzar, le faltó tiempo para proclamar a los medios su rechazo rotundo a incluso reunirse con él. En esta ocasión la razón esgrimida ha sido la sombra de Vox, contra quien el PNV ejerce un «cordón sanitario».

Pero este intento de contacto por parte de Feijóo, aun cosechando un no rotundo por respuesta, convierte al PNV en el eslabón débil del sanchismo (entendido ahora en clave ideológica). En el sentido de que, a los ojos de Feijóo, el PNV representaría una especie de trasunto del PSOE moderado de Felipe González y Alfonso Guerra, solo que en versión vasca. El PNV sería, para Feijóo, el último representante del principio fundante de concordia de la democracia española, que imperiosamente habría que mantener vivo.

El atractivo de ese moderado y centrado PNV lo ha constituido, aparte de su eficacia como partido, su vocación de dialogar con todos (menos con Vox) y su solvencia y seriedad. Sin embargo, últimamente, esas cualidades están quedando en entredicho, por muchas razones.

«El PNV es el único de los partidos del conglomerado sanchista en suelo vasco que está en declive»

Unas superficiales o más visibles, como la sentencia del caso De Miguel, que ha acabado en cárcel para esa trama corrupta del nacionalismo. El retraso ya legendario de la puesta en marcha de la «Y ferroviaria», que coloca al País Vasco a la cola de las conexiones de alta velocidad en España. El descontento manifiesto de dos pilares del autogobierno, como son Osakidetza (Servicio Vasco de Salud) y la Ertzaintza. O los palos sucesivos de las sentencias judiciales contrarias a la imposición del euskera en el ámbito laboral.

Y otras profundas, como el declive perceptible de la economía vasca, evidente en su tasa decreciente de población, y su transformación paulatina en una sociedad cerrada protegida por la barrera del euskera. Por no hablar de la labor consciente y continua del PNV por disimular, contextualizar y amortizar los efectos de cincuenta años de terrorismo en su exclusivo beneficio.

Iñigo Urkullu salió elegido presidente del Gobierno vasco en las autonómicas de 2020 con un 39% de los votos, mientras que en las últimas generales el PNV consiguió solo el 24%, siendo superado por el PSE, que ha ganado en las tres capitales vascas, en toda la margen izquierda de la ría de Bilbao y en Eibar. Localidades todas ellas, menos Vitoria, donde el PNV ganó en 2019. Y con una pérdida para el PNV, de 2019 a 2023, de 120.000 votos.

Por el medio, en las municipales, el PNV obtuvo el 32% y EH Bildu, con 25.000 votos menos, le aventajó en alcaldes (107 por 90 del PNV) y en concejales (1.050 por 981).

Téngase en cuenta, además, que, en la particular competición entre los dos principales partidos nacionalistas, además del País Vasco, entra también Navarra, donde el PNV es casi testimonial. Mientras tanto, EH Bildu ha ganado allí otro escaño, a sumar a los cinco conseguidos en el País Vasco, donde empata con el PNV y el PSE.

La cuarta pata del sanchismo en Euskadi era Podemos, que en el Parlamento Vasco actual tiene 6 representantes, conseguidos con 72.000 votos. Mientras que en las municipales del 28-M tocó fondo con 54.000, ahora, ya como Sumar, ha remontado hasta los 127.000 votos. No obstante, le han supuesto quedarse con un solo diputado, de los tres que tenía.

Esto quiere decir que, de cara a las próximas autonómicas vascas de 2024, el único de los partidos del conglomerado sanchista en suelo vasco que está a la baja es el PNV, mientras que los demás, sobre todo EH Bildu y PSE, e incluso Sumar, están al alza.

«El PNV puede perder su predominio en la política vasca, con consecuencias imprevisibles de todo orden a nivel nacional»

En este contexto se acaba de producir un hecho muy significativo. La presentación, pasados solo tres días de las generales, por parte del sector nacionalista del Gobierno vasco (y en contra del criterio de los tres representantes del PSE en dicho gobierno de coalición) de un recurso de inconstitucionalidad contra la ley estatal de vivienda. Ley aprobada por el PSOE junto con Podemos, ERC y Bildu y presentada a los medios por estos dos últimos partidos en vísperas de las municipales del 28-M.

El PNV entiende que en esa ley hay intromisión competencial respecto de la ley vasca de vivienda, aprobada en 2015 con los votos del PSE, Bildu y UPyD. Pero obsérvese que tanto la ley nacional como la ley vasca de vivienda se aprobaron sin la intervención del PNV. Además, la competencia vasca la ejerce el consejero Arriola, del PSE, que está en contra del recurso.

La única interpretación posible ante esta iniciativa es que el PNV está reaccionando a la defensiva, en posición clara de debilidad. Y con el único objetivo de marcar perfil identitario dentro de un contexto político sanchista donde el protagonismo de su enemigo interior, EH Bildu, es cada vez mayor.

Y si las recientes elecciones generales han demostrado que EH Bildu se desenvuelve mucho mejor que el PNV en la dinámica estatal del sanchismo, esa tendencia va a ir a más. Con unas elecciones autonómicas vascas a la vista (a celebrar antes de julio de 2024) cuyos prolegómenos se van a solapar necesariamente con toda la problemática de la constitución de un gobierno en España, que se antoja enormemente complicada, cuando no abocada a la repetición. El PNV, por tanto, puede perder su predominio en la política vasca, con consecuencias imprevisibles de todo orden a nivel nacional.

*** Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.