Ibarretxe sigue haciendo caso omiso de las opiniones públicamente expresadas por los jefes de su propio partido. La manifiesta contradicción entre las palabras de Urkullu y los hechos de Ibarretxe evidencia que la influencia de la dirección del PNV en la plasmación del reto al Estado es inferior, por ejemplo, a la que tienen los socios menores del tripartito.
Juan José Ibarretxe llevaba meses anunciando que la propuesta que pretende someter a consulta popular incorporaría un principio ético. A la vista del texto presentado ayer hay que concluir que el lehendakari le llama ética a cualquier cosa. Lo que presenta como principio ético en la primera pregunta es simplemente una opción política particular que, en este momento en el que ETA está matando gente, resulta especialmente inoportuna y contraproducente porque alienta las esperanzas de los terroristas de tener siempre abierta la puerta de la impunidad.
La palabra del lehendakari queda, por tanto, en entredicho porque la propuesta final no ha reflejado aquel principio ético que había prometido desde un principio. No hay condena a ETA y no sirven las explicaciones dadas la víspera por la portavoz del Gobierno vasco al indicar que «la mayor condena frente a quienes están defendiendo que ETA es un agente político es decirle que desaparezca y que los acuerdos políticos corresponden a quien corresponde». Esta vez ni siquiera se le ha dicho a la banda terrorista esa sosería de «ETA sobra y estorba» que tanto suele repetir el presidente del Gobierno vasco.
El lehendakari no es el único que queda en entredicho porque las formas de hacer las cosas de Ibarretxe han puesto en evidencia -por no hablar de que ha desautorizado- al presidente de su propio partido, Iñigo Urkullu, quien el pasado lunes, en este mismo periódico, aseguraba que «la consulta incluirá un rechazo explícito a ETA» y añadía que «el PNV no puede jugar con preguntas ambiguas cuando se habla de un principio ético». El PNV quizás no, pero el lehendakari y el conjunto del Gobierno vasco sí que pueden ser ambiguos y omitir el principio ético con tal de conseguir los votos de EHAK, votos que no obtendrá si no cuenta con la bendición de ETA.
La manifiesta contradicción entre las palabras bienintencionadas del presidente del PNV y los hechos de Ibarretxe evidencia que la influencia de la dirección del partido mayoritario de Euskadi en la plasmación de la apuesta política -y del reto al Estado que conlleva- más importante desde que se aprobó el Estatuto es inferior, por ejemplo, a la que tienen los socios menores del Gobierno vasco.
Ibarretxe sigue campando a sus anchas haciendo caso omiso de las opiniones públicamente expresadas por los jefes de su propio partido. De nada sirve que la actual dirección del PNV haya decidido evitar un enfrentamiento público con el lehendakari, como el protagonizado por Josu Jon Imaz en su momento, y haya buscado encauzar las diferencias en el ámbito interno. Los resultados siguen siendo los mismos: el lehendakari tiene su propia forma de hacer las cosas y no le importa ningunear a sus compañeros.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 29/5/2008