Tonia Etxarri, EL CORREO 05/11/12
El nuevo Parlamento vasco será el escenario donde se librará un pulso sobre la memoria de medio siglo de terrorismo.
Mari Mar Blanco, con toda probabilidad, no va a estar en el Parlamento vasco. Quiere comparecer esta semana ante sus compañeros y, después, ante los medios de comunicación para trasladarles la decisión que va a tomar el rumbo de su vida política. Está pensando descartar la posibilidad de quedarse como parlamentaria en la Camara de Vitoria, tal y como le ofreció el presidente de su partido, Antonio Basagoiti. Se quedó a 700 votos de la puerta del hemiciclo y no le parece justo que otro compañero de partido sacrifique su escaño, no quiere desplazar a nadie y, por esa razón, está prácticamente decidida a dedicarse a la presidencia de la Fundacion de Víctimas del Terrorismo.
El presidente de los populares quiso tener ese gesto con ella al ofrecerle la reubicación en la Cámara vasca por considerarla una referencia simbólica en el mundo de las víctimas del terrorismo y por su trayectoria durante la pasada legislatura de presidenta de la comisión de Derechos Humanos del Parlamento de Vitoria. Pero la hermana de Miguel Ángel Blanco prefiere centrarse en su nueva responsabilidad al frente de la Fundacion de Víctimas del Terrorismo. Recién elegida en sustitución de Maite Pagazaurtundua, aunque en su caso el cargo no vaya a ser remunerado, para trabajar junto a Ángeles Pedraza y Tomás Caballero, se dedicará a prestar la ayuda asistencial a las víctimas que siguen recordando que más de trescientos asesinatos cometidos por ETA permanecen impunes.
Con la desaparición de algunos referentes en la pervivencia de la memoria del horror infligido por el terrorismo de la primera línea de la política institucional (el comisionado Jesús Loza tampoco ha resultado elegido por los votantes socialistas y la directora de la Oficina de Atención a las Víctimas, del Gobierno vasco, Maixabel Lasa, acaba de anunciar su retirada) da la impresión de que el paisaje del recuerdo de la historia abominable de ETA podría empezar a desdibujarse en la nueva legislatura.
Sólo los partidos democráticos podrán contrarrestar, en un Parlamento donde la segunda fuerza política es la heredera de Batasuna, la táctica del olvido diseñada por la izquierda abertzale para que los ciudadanos no tengan en cuenta su trayectoria de justificación de los crímenes de la banda. Sólo los partidos democráticos podrán contrarrestar el plan de la izquierda abertzale de ‘blanquear’ los horrores cometidos en nombre de ETA y de narrar la historia inexistente de dos bandos enfrentados.
Ahora que Urkullu está enfrascado en su negociación con los partidos que integrarán el próximo Parlamento vasco, las diferencias sobre la futura convivencia entre los ciudadanos después de la violencia tendrán que ser abordadas con el máximo rigor y con claridad de intenciones. Tanto o más que al tratar las urgencias presupuestarias o las lejanas soberanías.
Hace algunos meses, el presidente del PNV ofreció al presidente Rajoy una política de colaboración a cambio de «mover» la política penitenciaria. Pero después de la torpe gestión del Gobierno en el ‘caso Bolinaga’, el PP no quiere cometer errores. Y si ETA propone disolverse si hay cambios en la política penitenciaria, Basagoiti le da la vuelta al planteamiento. Que se disuelvan primero y luego se hablará de presos.
EHBildu sigue hablando de «proceso de paz» (y no está sola en ese empeño), y si el Gobierno de Rajoy quiere demostrar a sus electores que ese concepto corresponde a la etapa del mandato socialista de Zapatero, tendrán que recuperar un mensaje unívoco y coherente.
Será más fácil que Urkullu logre algún apoyo de los populares en materia presupuestaria si existe una correspondencia de los jeltzales en la aprobación de las cuentas correspondientes en la Diputación de Álava y en el ayuntamiento de Vitoria. En lo demás, líneas rojas. Todos los partidos que se reunieron la pasada semana con el PNV tienen la convicción de que los jeltzales quieren gobernar solos. Y que los grandes «acuerdos de país» tendrán un alcance demasiado parcial.
En esta legislatura se perfila un pulso histórico entre los que pretenden asentar un relato de los ‘años de plomo’ veraz y reparador y los que trabajan ya por diluir décadas de terrorismo en un difuso conflicto en el que han sufrido por igual víctimas y victimarios, animadores de la violencia y activistas de la resistencia pacífica. Y el PNV tendrá en esa pugna un papel más determinante de lo que probablemente desearía.
Pero el precio por determinados apoyos en materia fiscal, presupuestaria, que los partidos no nacionalistas le pondrán a Urkullu probablemente habrá que pagarlo en la moneda intangible de la memoria, el reconocimiento, la culpa y el arrepentimiento a quien corresponda. Sólo hace un año que ETA anunció el cese y la velocidad con que avanzan los acontecimientos provoca el vértigo de una sociedad que no puede permitirse cerrar en falso las heridas de cuatro décadas de terrorismo.
El PNV puede tener la tentación de pensar que la normalización vasca es que ellos vuelvan a Ajuria Enea y que la izquierda abertzale esté en las instituciones. Y borrón y cuenta nueva , que la crisis económica es lo importante. Pero si no se produce la reparación del daño causado y los libros de Historia de la enseñanza vasca no refieren los hechos tal y como han ocurrido, su Gobierno minoritario tendrá los pies de barro. No sólo aritméticamente sino sobre todo moralmente. Y tarde o temprano le pasará factura.
Tonia Etxarri, EL CORREO 05/11/12