El PNV pretende contextualizar en una solución global de futuro la cuestión local generada por los endiablados resultados del 22-M, que abocan a una sibilina política de pactos para asegurar posibles gobiernos locales y forales con una mayoría absoluta e, incluso, hasta suficiente.
En la primera de las dos reuniones que esta semana mantendrá el EBB, la dirección jeltzale sopesó ayer la posibilidad de abrir un escenario de «largo alcance» con el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, donde se aborden las cuestiones estratégicas de hondo calado para el futuro de Euskadi y que no se reduzcan a un simple cruce de intereses de poder.
El punto de partida de estas negociaciones arranca, bajo la óptica del PNV, desde la consolidación de la paz. Así se explicaría con mayor facilidad el intencionado discurso de Iñigo Urkullu, en la noche del domingo, al asegurar, de un lado, que se «abre un nuevo tiempo para hacer política», y, a su vez, que «estos resultados son el fin de ETA», tras afirmar rotundo que la organización terrorista «no tiene espacio en Euskadi». Los nacionalistas quieren apuntalar el proceso de paz y para eso entienden que la política penitenciaria con relación a los presos etarras debe jugar un papel nuclear.
Bajo esta premisa, Urkullu pretende trasladar a Zapatero un dibujo de situación que supere la tópica transacción del cruce de apoyos para repartirse opciones de gobierno. Junto a esta definición sobre el grado de compromiso de Zapatero con las vías que faciliten la paz definitiva, el PNV transmitirá al presidente socialista su inquietud por la inestabilidad política que amenazaría al actual pacto de gobierno en Euskadi en base a los resultados del 22-M, donde los socialistas han sufrido un serio retroceso, mientras el PP se aferra a Álava para ocultar una ligera pérdida de votos.
El EBB entiende que «la sociedad vasca se ha decantado por una representatividad que no se corresponde» con la foto que refleja el pacto PSE-PP. «Ya lo dijimos cuando se creó, pero ahora han vuelto a hablar las urnas», subrayaron ayer desde la dirección jeltzale.
En esta coyuntura, el PNV teme que algunas leyes sustanciales como «la de cajas o la municipal» se vean relegadas en el Parlamento vasco, donde han ido acumulando un sensible retraso habida cuenta de la dificultad que entraña alcanzar un consenso sólido y que ahora, paradójicamente, se enfrentan a una nueva configuración política. El ejemplo más paradigmático es la ley municipal que ve ahora una nueva correlación de fuerzas en el seno de Eudel, la patronal de ayuntamientos.
Así las cosas, el PNV configura un escenario de asuntos de país, donde, lógicamente, incluye el cruce de apoyos para configurar las nuevas diputaciones y el Ayuntamiento de San Sebastián. Lo hará posiblemente mañana, después de analizar ayer con trazo grueso los resultados municipales y forales y de que cada una de sus territoriales descienda hoy a sus respectivos municipios. Del trabajo se excluye el futuro de Iñaki Azkuna, con su mayoría absoluta, y la holgada victoria de Javier Maroto (PP), porque han dejado resueltas las alcaldías de Bilbao y Vitoria, respectivamente.
A partir de ahí, todo es posible. Aunque Patxi López no ha mantenido contacto alguno con Iñigo Urkullu para valorar siquiera mínimamente los resultados, el PNV no demorará su estrategia de buscar en Moncloa una mejor sintonía, como en realidad viene ocurriendo desde que los socialistas ocupan el Gobierno vasco. Y en el contacto, claro, se planteará qué grado de coincidencias existe entre PNV y PSE-EE para aunar apoyos que garanticen acuerdos de gobierno en Guipúzcoa y la Diputación de Álava. Urkullu, lo dijo ayer en ETB, mantiene abierta la puerta a gobernar en las dos diputaciones donde su partido ha sido derrotado.
¿Posibilidades? El presidente del EBB evita comprometerse con la respuesta y se remonta a la necesidad de confrontar los programas antes de aventurar el resultado de los pactos. Eso sí, Urkullu fue mucho más cauto sobre el posible estado de ansiedad que el sonoro triunfo de Bildu ha podido producir en el sector empresarial de Guipúzcoa y desde donde podría surgir un emplazamiento al PNV para que intentara llegar a un acuerdo con los socialistas.
Los soberanistas necesitan al PSE
En el análisis de sus resultados del 22-M, el PNV tuvo tiempo de escrutar la idoneidad de sus mensajes políticos. Y es que un partido acostumbrado a ver cómo se antepone reiteradamente en la calle el espíritu soberanista de su organización en Guipúzcoa y el posibilismo pactista del BBB, con desenlaces tan significativos como los del pasado domingo, tiene ahora ante sí uno de los retos de medio alcance más trascendentales. Resulta que el EBB debe elegir compañero de viaje si quiere conservar el poder en las Diputaciones de Guipúzcoa y Álava. Es, sin duda, el perverso objetivo político que Bildu pretendía cuando pergeñó el escenario post-electoral: que los jeltzales buscaran su refugio en el PSE-EE para verse así desplazados de la horquilla nacionalista, a dos años -o menos- de las próximas autonómicas, cuyo adelanto no piensa reclamar Urkullu a Zapatero.
Ocurre, paradójicamente, que el sector más identitario del PNV es quien más asfixiado está. Olano y Egibar, después de haber volcado su campaña en el llamamiento a la unidad de acción abertzale ve ahora que sólo un acuerdo con el PSE le puede salvar del abismo que supondría quedarse sin la Diputación, precisamente frente al genuino representante del soberanismo, Bildu.
Como ya hizo en su día llamando a la puerta del PP cuando el PNV buscaba desesperadamente salvar la fusión Kutxa-BBK, a Joseba Egibar no se le caerá el anillo por negociar con el PSE-EE. Además, hablarían de muchas más cosas, como el Ayuntamiento de San Sebastián y, sobre todo, la Diputación de Álava. Eso sí, será entonces cuando surja la figura de Antonio Basagoiti para advertirles a Patxi López y al propio Zapatero que «no pasarán».
EL PAÍS, 24/5/2011