ABC, 31/10/11
Los Servicios de Información aconsejaron al Gobierno que había que esperar al «cese definitivo» del terror para legalizar después Bildu
El presidente del PNV aparece como el epicentro de los últimos movimientos que, de momento, han concluido con el anuncio de la banda terrorista. Urkullu ha hablado con Rodríguez Zapatero, con la «izquierda abertzale», con EA y con el «mediador internacional» Brian Currin. Asimismo, ha conseguido establecer un canal de comunicación más o menos estable con Rajoy, interrumpido provisionalmente hasta después del 20-N. Currin, a su vez, se ha entrevistado con representantes de ETA al menos en tres ocasiones desde el comienzo del verano. Así que el dirigente del PNV es el nexo de todos ellos.
Las razones de fuerza que han llevado a ETA a poner fin a 52 años de «lucha armada» han sido, primero, su derrota policial y, segundo, la petición de una «izquierda abertzale» que, debilitada por su larga travesía del desierto», tenía necesidad vital de contar con un partido legal propio, ya que en caso contrario su muerte política era cuestión de poco tiempo.
Allá por marzo o abril, una vez confirmados los planes de ETA para que Batasuna y EA concurrieran en coalición a las municipales, Zapatero tuvo sobre su mesa un documento de los Servicios de Información que le aconsejaba que no se permitiera concurrir a los comicios a la nueva marca —aún se desconocía el nombre de Bildu—. Ello, pese a las previsibles presiones de quienes consideraban que los «pasos» que venía dando la «izquierda abertzale» en su apuesta por la vía política debían ser recompensados con su regreso a las instituciones. El informe policial aludía a la inminente caída en Francia de Karrera Sarobe, «Ata», el último cabecilla de la era «Txeroki» que le quedaba a la banda. Los Servicios de Información habían hecho llegar al Gobierno que la derrota policial de ETA desde el punto de vista operativo era una realidad, que se le iba a seguir golpeando y que, más pronto que tarde, anunciaría un «cese definitivo», quizá con algún matiz, de su actividad criminal. Así, según estos informes, había que aguardar a este anuncio y solo después, contemplar la legalización de la «izquierda abertzale», pero ya desde una posición de fuerza por parte del Estado. Con el anuncio de un «cese definitivo», una Batasuna aislada y sin representación institucional, no hubiera podido vender como un paso suyo esa decisión de ETA, así que para hacer méritos le hubiera pedido su disolución, entrega de las armas y perdón para las víctimas. En cambio, en sus reclamaciones, hubiera sido menos exigente con el Gobierno que ahora, copando instituciones. Zapatero, sin embargo, desoyó el consejo de los expertos y sucumbió a la presión de un Urkullu inquieto ante la posibilidad de que la ilegalización de una marca en la que iba EA moviera al electorado nacionalista a castigar en las urnas al PNV como «traidor».
La precipitación benefició a ETA-Batasuna cuando todo lo tenían perdido. Y tomaron nota. Cuando Zapatero anunció el adelanto electoral, la banda se apresuró a acelerar los pasos previstos en su «hoja de ruta» ante la previsible llegada de Rajoy a Moncloa. Los cabecillas hubieran deseado que la decisión de abandonar definitivamente el terror fuera adoptada en un proceso asambleario. Pero las prisas se lo impidieron al «comité ejecutivo», que solo pudo consultar a los presos con los que tenía vía directa y a una parte de sus bases.
ABC, 31/10/11