Kepa Aulestia-El Correo
El cambio en la dirección del PNV responde a una de las dos posiciones que, en su carta del 18 de enero, Andoni Ortuzar manifestó haber detectado en las bases del partido. No atiende estrictamente a una renovación total. Más bien la combina con toques de continuidad que, precisamente, llevaron a Ortuzar a presentarse a la reelección. La trayectoria de Aitor Esteban, con 34 años ininterrumpidos en cargos de representación institucional por designación jeltzale, indica continuismo. Algunos de los nombres que suenan para el EBB, o la presidenta del GBB y el presidente del BBB, llevan esos mismos años ligados al partido. Al que conocen perfectamente. Lo que no impide que su elección les enfrente a lo desconocido. Eso que se encuentra fuera de las siglas propias, y que incide inevitablemente dentro de ellas.
Hace ya una década que, con la fragmentación partidaria y la naturalización institucional de la izquierda abertzale, el PNV pasó de ser la formación en torno a cuya política tenían que definirse todas las demás a verse obligada a orbitar alrededor de lo incierto. El Sociómetro del Gabinete de Prospecciones Sociológicas del Gobierno vasco nos dijo ayer qué hubiesen votado los ciudadanos de Euskadi en unas elecciones autonómicas celebradas entre el 28 y el 31 de enero. Lapso en el que todo parecía indicar que Andoni Ortuzar continuaría presidiendo el PNV unos cuantos años más. Aunque lo importante es que, entre la renovación y la continuidad del comportamiento electoral, el Sociómetro apunta a una inercia corregida solo por la desaparición de Sumar y la atribución de su escaño por Álava al PNV. Y poco más.
La inercia acomoda al PNV. Con un 27,7% de la estimación de voto, 0,9% por debajo de EH Bildu, los jeltzales pueden asegurarse la presidencia de todas las instituciones relevantes de Euskadi, siempre que mantengan su alianza con un PSE que, a su vez, perdería un escaño que caería del lado del PP. Lo desconocido no adquirirá, seguro, la magnitud de un tsunami electoral en los dos años que le restan al ya partido de Aitor Esteban para someterse a su primera evaluación. El riesgo se encontrará en los detalles, en las décimas de ventaja o desventaja voto a voto y pueblo a pueblo, en la noche del próximo escrutinio y sus desazones. En la eventualidad de que el hasta ahora portavoz del PNV en el Congreso no sea en adelante recibido como espera en la Corte.
Mientras, Aitor Esteban se debatirá entre limitarse a aparecer como un ‘primus inter pares’, o aventurarse a un liderazgo más trascendente. Afrontar la disyuntiva entre emular siquiera puntualmente a EH Bildu o enfrentarse a sus sombras libre de complejos, o hacer como si la izquierda abertzale no existiera. Administrar la herencia jeltzale sin salir de Sabin Etxea, o volcarse en una continua visita pastoral batzoki por batzoki, a riesgo de que el voluntarismo resulte especialmente desalentador.