EL CORREO 29/09/14
· Ortuzar reclama en el Alderdi Eguna que la soberanía vasca tenga «reconocimiento oficial» y Urkullu habla de estatus «con los pies en el suelo»
Hubo un tiempo en que el Alderdi Eguna era el día que los líderes peneuvistas reservaban para destapar el tarro de las esencias y decir lo que en otras tribunas callaban para enardecer al cuerpo social jeltzale. Eran otros tiempos. Ayer, el PNV templado, con «los pies en el suelo» y consciente de «a dónde queremos llegar, pero no de cualquier forma», afloró de nuevo en las campas de Foronda, donde no faltaron evocaciones sentimentales del primer día del partido celebrado en 1977 en la sierra navarra de Aralar y ondear de ikurriñas, una enseña a la que los burukides y alderdikides homenajearon ayer en su 120 aniversario, pero todo con grandes dosis de pragmatismo político. Porque, como dijo Andoni Ortuzar desde la tribuna –toda una declaración de intenciones–, la independencia es más una cuestión «mental que legal».
Tanto el líder del Euzkadi buru batzar como el lehendakari Urkullu, vestidos con idéntico atuendo de camisa blanca y vaqueros en un guiño estético a la bicefalia, se reafirmaron en la «vía vasca» hacia la soberanía, basada «en el diálogo, el acuerdo y el respeto a la voluntad popular», la «única solución» al «conflicto histórico que atañe a Euskadi y España». Pero, al mismo tiempo que defendía esa vía –que comparó con la escocesa por ser «democrática, respetuosa y buena para todos»–, el líder del EBB se ponía en pie junto con el jefe del Ejecutivo, sus consejeros y la cúpula al completo del partido para ofrecer una cerrada ovación solidaria al «pueblo catalán», cuya «rabia e indignación» ante la inminente y «bochornosa» impugnación de la consulta convocada por Artur Mas dijo compartir.
La más que probable suspensión inmediata del plebiscito por el Tribunal Constitucional, contra la que el PNV tiene previsto pronunciarse de alguna manera, dio pie a Ortuzar para componer una ardorosa denuncia del «sucedáneo» de democracia que, a su juicio, impera en España, en presencia del conseller de Interior del Govern y dirigente de Unió, Ramón Espadaler, y del alto cargo de Convergència Lluís Corominas. «Confunden democracia con poder, con hacer y deshacer a su antojo, con gobernar de espaldas a la voluntad popular. Eso no es democracia, no, señor Rajoy. Eso es un sucedáneo, como la gula y la angula», tronó el líder del EBB, que echó mano de su tono más mitinero para clamar contra un Gobierno central «sordo y ciego», sobrado de «soberbia» y presto a «dar una patada hacia delante» a los problemas vasco y catalán.
Tal virulencia contrastó con la ausencia casi absoluta de críticas a los socialistas –solo un breve recordatorio de que fue un Gobierno del PSOE el que tumbó el ‘plan Ibarretxe’–, a quienes Urkullu tendió la mano tras el último pleno de política general y a quienes el PNV espera conservar a medio plazo como socios estratégicos. «A nosotros no nos dan el cambiazo ni con las gulas ni con su democracia de cartón piedra», advirtió Ortuzar, en cambio, al PP y a su Gobierno, al que consideró el «mejor aliado» del proyecto jeltzale. «Su torpeza nos hace más fuertes, su baja calidad democrática eleva aún más la nuestra. Cuanto más españoles nos quiere, más vascos nos tiene», arengó.
Con «sentido común»
No obstante, y pese a las palabras gruesas, el mensaje de fondo de Ortuzar fue conciliador. Concluyó no solo que en el pleno del pasado jueves «unos y otros nos tendieron la mano, y se la vamos a coger» –la «cultura política» del acuerdo como seña de identidad del PNV volvió a impregnar los discursos–, sino también que su partido se aplicará a la construcción nacional «con sentido común». «Queremos lo mejor para todos, no cualquier cosa. Sabemos dónde vamos y dónde queremos llegar», anunció. «Creedme, vamos a llegar», prometió, pero «no de cualquier forma».
Consciente de la presión de EH Bildu sobre su partido, Ortuzar enfatizó sus diferencias con la izquierda abertzale. La mayor de ellas, su «manera de ver el país». Definió a Euskadi como «la nación sin Estado del mundo que más se parece a un Estado», se mostró convencido de que, «al menos en nuestra cabeza, ya somos independientes» gracias al elevado nivel de autogobierno y al sistema fiscal propio, y reconoció que «nos falta el reconocimiento oficial de nuestra soberanía, pero del resto lo tenemos casi todo».
También Iñigo Urkullu aprovechó su intervención para lanzar un mensaje de país en marcha y en positivo, plagado de indicadores económicos halagüeños y con alusiones a las ‘cosas de comer’. De hecho, el lehendakari, que deseó que Rajoy se dé la misma prisa en completar el Estatuto, liquidar el Cupo o impulsar el TAV que en impugnar la consulta catalana, recalcó que «tenemos los pies en el suelo y pisamos sobre seguro, también en nuestro proyecto de nuevo estatus político para Euskadi», que vinculó en todo momento con una mayor calidad de vida y desligó de «ensoñaciones nacionalistas».
Además, prometió buscar «sin desfallecer» el acuerdo sobre esa nueva cota de autogobierno que vertebre a Euskadi con una Europa «que no se realizará solo desde los Estados nación».