El PNV sitúa en el 20-N la primera prueba por la hegemonía nacionalista

EL PAÍS, 26/9/11

La precampaña de las generales, con el foco en Bildu, marca el Alderdi Eguna

El PNV admitió ayer por primera vez que la unidad abertzale está en condiciones de arrebatarle la hegemonía nacionalista. Lo dio a entender durante la celebración de un Alderdi Eguna que focalizó a Bildu como principal adversario político en el inicio de la precampaña electoral para las generales del 20-N. Una cita a la que los nacionalistas otorgan una especial relevancia. Son conscientes de que supone el primer test desde una irrupción de la coalición soberanista en las pasadas elecciones municipales y forales de mayo que coincidió con su mayor retroceso institucional.

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Urkullu reivindica peso en Madrid, pero marca distancias con España
«Estaremos donde haya que defender los intereses de Euskadi», advierte

Las campas de Foronda, en Álava, volvieron a convertirse en el bastión circunstancial de un partido que recurrió de nuevo a su pasado y su gestión como aval de futuro. Durante el acto central de la jornada, el presidente peneuvista, Iñigo Urkullu, no dudó en hacer balance de la legislatura que acaba en el Congreso y de unos acuerdos que, en forma de transferencias y por la debilidad del PSOE, han reportado para Euskadi «un millón de euros cada día». Por eso, incidió en la necesidad de mantener una sólida presencia en la Cámara Baja. «Para llevar la maleta y volver con las manos repletas, pero siempre con el corazón en Euskadi», matizó, en uno de los muchos requiebros que tuvo que hacer a lo largo de su discurso para no contrariar al sector soberanista, reticente al entendimiento en Madrid y menos implicado en la causa del 20-N.

No hubo esta vez reproches al lehendakari, Patxi López, ni a los socialistas vascos, blanco habitual de las críticas jeltzales. Tampoco al PP. Como argumento para movilizar a las bases, y frente a la radicalidad y negación que achacó a la izquierda abertzale, Urkullu advirtió de que el PNV «estará siempre allí donde haya que defender los intereses de Euskadi». «Hace falta valor para seguir diciendo que somos un partido caduco, cuando hemos sido nosotros quienes hemos construido, aun con sus carencias, una nación vasca en base al deseo de los ciudadanos y el acuerdo político», recriminó, antes de recibir una salva de aplausos, pese a que no destacó ayer la militancia por su fervor.

Más allá de los reproches, y con objeto de consolidar una imagen nacionalista propia que se difumina cada vez que la izquierda abertzale da un nuevo paso contra la violencia, el presidente del PNV se afanó en marcar distancias con España. «Rechazaron el nuevo estatuto político, han intenado laminar el autogobierno y tampoco han aceptado nuestro derecho de autodeterminación, pero no estamos dispuestos a aceptar que Madrid decida nuestro futuro», avisó, antes de poner sobre la mesa la necesidad de un «nuevo estatus político para Euskadi», otra de las apuestas estratégicas que guiará en las próximas semanas la reflexión interna en la que se encuentra inmerso el partido.

Frente a una recuperación del centralismo que achacó al «bipartito español PSOE-PP», Urkullu remarcó que el PNV tiene su propio modelo para aprovechar el «nuevo tiempo» abierto en Euskadi. Una estrategia que, según concretó, pretende la actualización de los Derechos Históricos y la institucionalización del derecho a decidir, además de un nuevo acuerdo «para los vascos de los siete territorios». «Avanzar en la construcción de la nación. Ése es el reto», concretó, si bien planteó como requisito previo la consolidación de una paz ante la que no caben «cálculos electorales».

La recta final de su intervención se la dedicó el líder nacionalista a otras propuestas que, aunque más alejadas de la política general y centradas en los problemas que más preocupan a los ciudadanos, se recogen también en el documento político remitido a las bases y que se someterá a votación en la Asamblea General de enero. Entre ellas, la apuesta por la economía, la oferta de cooperación en materia de empleo y la promesa de «una nueva forma de hacer política» que dé respuesta a la creciente opinión crítica.

EL PAÍS, 26/9/11