Alberto Ayala-El Correo
Política y sondeos de intención de voto o de valoración de líderes hace tiempo que caminan de la mano. No sólo. Las encuestas se han convertido en factor determinante para la toma de decisiones. Y el PNV no parece la excepción. La actualidad política vasca se vio ayer sacudida por el anuncio sorpresa del alcalde de Donostia, el jeltzale Eneko Goia, de que deja al cargo. Sus explicaciones resultaron poco creíbles: que en 2015, cuando sustituyó a Juan Karlos Izaguirre (EH Bildu), se prometió no estar en el puesto más de una década.
Hace sólo dos años que Goia revalidó el puesto para un tercer mandato, gracias a los pactos PNV-PSE. Lo logró tras una ajustadísima victoria en las urnas. Su plancha obtuvo 24.500 votos y 9 ediles por los 23.300 y 8 de la izquierda abertzale. Nada menos que 10.000 sufragios menos que en 2019, mientras EH Bildu subía 3.000.
Las últimas encuestas conocidas tampoco le resultan muy favorables: es el alcalde peor valorado de las tres capitales vascas y Pamplona. Y la izquierda abertzale aparece amenazante con una intención de voto alcista. Nada extraño, pues, el paso al lado de Goia. Un político que se ha mostrado como un hombre templado, dialogante y sereno. Pero al que una mayoría de donostiarras reprocha que el turismo se haya desmandado en la ciudad, que el precio de la vivienda haga imposible a muchísimos jóvenes quedarse a vivir en Donostia y las graves incomodidades que les han causado las obras del Topo, que supondrán un enorme salto adelante en la movilidad del territorio.
La apuesta como posible sustituto es Jon Insausti, 36 años, actual edil de Cultura, Euskera y Turismo que, hasta ahora, no ha mostrado ningún tirón especial. ¿Prueba-error? Lo cierto es que tendría dos años para demostrar a su partido que es el candidato idóneo para los comicios de 2027 o elegir otro cartel. Una estrategia a la que ya ha recurrió el PSE en Eibar o Irún.
Los jeltzales deben deshojar aún otras dos grandes margaritas: Juan Mari Aburto en Bilbao y Beatriz Artolazabal en Vitoria. El primero emite cada vez mayores muestras de agotamiento político tras, también, una década en el cargo. En la capital vasca los burukides alaveses decidieron en 2023 que el alcalde Gorka Urtaran no concurriera a la reelección a la vista de unas horribles encuestas. La elegida como cartel electoral fue la exconsejera Artolazaba y el PNV sólo pudo ser cuarto. La conflictividad que le acompaña en algunas de las áreas que gestiona ahora hacen cuestionable que repita como póster en 2027, aunque para nada está descartado.
Aitor Esteban y los suyos siguen midiendo al milímetro cada paso, conscientes de que en las autonómicas salvaron los muebles con Pradales por los pelos, y por los pactos con el PSE. Tal vez por ello, el consejero de Seguridad, Bingen Zupiria, ha cambiado radicalmente su discurso esta semana. De insistir en que en Euskadi sólo existe «sensación de inseguridad» a admitir que sí, que es «un problema social muy importante» y que «muchos de los que usan arnas blancas son extranjeros sin arraigo». Es la opinión de un creciente de numerosos vascos… según las encuestas.