El PNV y el ojo que lo mira

IÑAKI EZKERRA, EL CORREO 07/01/13

Advertir los cambios que se han producido en el mundo nacionalista no significa adaptarse a sus exigencias.

El discurso de lo que se denominó el ‘constitucionalismo vasco’, que, con frecuencia y no siempre para bien, tiene más altavoces en Madrid o en Bruselas que en Euskadi, necesita una revisión hace tiempo. Ya se le notó su esclerosis hace cuatro años –cuando le pilló a contrapié la inauguración de la legislatura de Patxi López– y, lejos de remitir o corregirse, dicha esclerosis se ha acentuado últimamente con el regreso del PNV a Lakua. A menudo, quienes hoy tratan de monopolizar ese discurso se agarran a tesis y diagnósticos que sirvieron en su día, pero que ya van necesitando de ciertos retoques y matices acordes con la nueva situación vasca, que no es la misma de entonces porque el tiempo no pasa en balde para nadie y porque, como dice el verso de Machado, «cambia la mar, el monte y el ojo que los mira». Advertir los cambios que se han producido en el mundo nacionalista no significa adaptarse a sus exigencias sino adaptarse a la nueva realidad para saber precisamente cómo mejor responder a éstas.

El PNV de Urkullu no es el de Ibarretxe. No es ni siquiera el de Ardanza. Incluso en los gestos de desafío que amaga retirando la bandera constitucional de media docena de comisarías de la Ertzaintza o disparatando sobre la emisión del discurso del Rey en la televisión oficial vasca, se aprecia el gesto forzado, la extemporaneidad y la impostura, el miedo –más que la valentía– a que Bildu no le quite del todo el papel contestatario contra el Estado. Sería temeraria la tentación de creer en un PNV buenecito y arrepentido de sus Lizarras. Lo previsible es que trate de seguir el guión de Artur Mas y que, después de dedicarse un par de añitos al tratamiento más o menos cabal de la crisis, ensaye una tentativa secesionista coincidiendo –como el propio nacionalismo catalán– con el referéndum de la autodeterminación escocesa. Pero, aún así, pesa la cura de humildad de su desalojo del poder en el 2009. Pesa el fracaso del Estado Libre Asociado.

Pesa la humillación de unos resultados electorales que no le han dado ni de lejos la mayoría absoluta. Pesa una ETA agonizante que no puede calentar, con la violencia, la temperatura independentista. Pesa el tiempo y pesa la falta de fuelle. Para volver a Lizarra hay que tener la estructura mental de Arzalluz por decirlo de un modo eufemístico. Hay que saber hablar a gritos del RH negativo sin sonrojarse y yo a Urkullu, sinceramente, no le veo en eso. No sería verosímil. Urkullu no es sabiniano a su pesar. No lo es porque tiene la tensión baja y porque no se le hinchan las venas de las sienes. Aquí no entra la ideología sino la psicología y yo me atrevería a decir que también la fisiología. Por todo eso, resulta chocante que quienes, desde el constitucionalismo vasco, vieron excesiva la denuncia de los resabios totalitarios y nazis de Estella, no paren de dramatizar y de invocar a Churchill ahora que todo aquello ha pasado.

IÑAKI EZKERRA, EL CORREO 07/01/13