Yo pedí cinco, pero solo nos dieron tres

La UCO ha hecho en su último informe una revelación deslumbrante además de todo lo que cuenta de Santos Cerdán, que es mucho y de lo que hablaremos durante días, pero déjame que mi atención se centre en un asunto notable: El PNV exigió a Sánchez su mordida en términos políticos para apoyar su moción de censura contra Rajoy. Han corrido ríos de tinta sobre el hecho de que el PNV pasó de aprobar los presupuestos del PP al apoyar la moción de Pedro Sánchez en una semana. La UCO ha desvelado el precio: tres altos cargos del PNV en Adif, la Sepi y en Medio Ambiente que el PNV reclamó seis días después de la defenestración de Rajoy.

La Abogacía ha desmentido las afirmaciones manifestadas por el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, sobre el ofrecimiento de los pactos de conformidad.

García Ortiz aseguró que era «absolutamente extravagante» que los fiscales ofrecieran los citados acuerdos de conformidad con los investigados: : «Si aceptamos que es la Fiscalía la que propone el pacto, cosa absolutamente extravagante, estamos dando indicios a que se pueda producir todo lo demás que sabemos que no se ha producido. Daba la sensación de que González Amador era una persona especial y ofrecerle un pacto tiene algo de extraño».

Sostienen los abogados que «normalmente son los fiscales quienes quieren llegar al acuerdo«, ya que es una fórmula rápida que les permite agilizar los procesos judiciales. Luego correspondería al abogado, en conversación con su representado, decidir si la oferta de la fiscalía es razonable o no.

Eso ya lo había escrito en X mi amigo Rubén Múgica, que va cumplir 34 años en el ejercicio de la abogacía y escribió la semana pasada que “Conviene que los periodistas pisen los Juzgados con más frecuencia. Comprobarían que es la Fiscalía la que normalmente ofrece acuerdos. Y tiene lógica: las conformidades alivian mucho la carga de trabajo de lo penal y las secciones penales de las Audiencia”. No solo los periodistas. También el fiscal general del Estado debería pisar los juzgados con más frecuencia. No solo es un corrupto y un delincuente, presunto, que no se me olvide el presunto. Es también un ignorante.

César Antonio Molina, ministro de Cultura que fue con Zapatero y a quien basta comparar con su homólogo de presente Ernest Urtasun para comprobar cómo degenera la raza socialista, decía que «Muchos de los que se dicen progresistas son hijos de la guardia de Franco».

Hablábamos ayer de los abuelos franquistas de Zapatero y Pedro Sánchez. Molina se refiere a unos cuantos casos más. No hablaré de hijos del Régimen como José Bono, Griñán o Luis Gª Montero, que nunca ocultaron las querencias de sus progenitores. Otra cosa es que Bono explique el origen de su fortuna, pero siempre ha reconocido que su padre era Pepe, el falangista. A los que sí cabe señalar es a los que falsearon la biografía de sus padres y los travistieron de zurdos. Vayan como ejemplo Manuel Chaves, hijo de un coronel de Artillería que en un mitin de la campaña de 2008 dijo en Dos Hermanas: “Tenemos que ganar, se lo debemos a nuestros padres y abuelos que lo pasaron muy mal durante el franquismo”. Su padre, Antonio Chaves Plá, fue condecorado por Franco con la gran cruz de del Mérito Militar con distintivo blanco. El dictador lo recibió en audiencia al jubilarse, en enero de 1975.

Otra que tal fue Mª Teresa Fernández de la Vega, que se puso como una hidra cuando en su visita a Paraguay fue presentada como hija de un alto cargo del franquismo. Ella se revolvió y dijo que su padre, Wenceslao  Fernández de la Vega, “fue un represaliado del franquismo y no un alto  cargo de la dictadura”. Su padre fue inspector de Trabajo en la República y purgado en la inmediata posguerra, pero en 1949 le fue levantada la sanción y en 1955 fue nombrado delegado de Trabajo en Zaragoza por el Consejo de Ministros, a propuesta nada menos que de José Antonio Girón de Velasco. Mª Teresa Fernández de la Vogue tiene que acordarse de que en las fiestas señaladas veía a su padre con uniforme de trabajo: Camisa azul, corbata negra y chaqueta blanca, no digo más. Mienten sobre sus orígenes como mienten sus currículos académicos, está en su naturaleza.

Veníamos hablando de los abuelos. Mi querida Bonnie Parker me ha recordado muy oportunamente aquella jornada en la que Pedro Sánchez contó que sus abuelos, los cuatro, eran analfabetos: Pedro Sánchez afirmó en Santiago de Chile que el analfabetismo de sus abuelos fue una de las razones que lo impulsaron a entrar en la política. El hecho de que sus abuelos vivieran y murieran sin saber leer ni escribir fue la «herida» que lo llevó a comprometerse con la causa política, al constatar que se había negado la educación básica a generaciones enteras en España.

Mentía, como en todo. Su abuelo paterno, a quien recuerda como “un socialista ejemplar” nació un 20 de noviembre. Su abuelo materno, Mateo Sánchez-Castejón, nació en octubre y fue el desertor del ejército republicano que se pasó a Franco, pero ninguno de los dos era analfabeto.

Urtasun ha vetado a Ignacio Sánchez Mejías en el centenario de la Generación del 27. Ignacio Camacho y Federico le han restregado por el hocico su ignorancia al recordar que Sánchez Mejías fue fundador, anfitrión y mecenas de la Generación del 27 y uno de sus representantes clave. Habría bastado el grandísimo poema que le dedicó su amigo Lorca para que este discapacitado se lo pensara mejor: ¡Qué gran torero en la plaza! /¡Qué gran serrano en la sierra!/¡Qué blando con las espigas!/¡Qué duro con las espuelas!/¡Qué tierno con el rocío!/¡Qué deslumbrante en la feria!/¡Qué tremendo con las últimas/banderillas de tiniebla!