Carlos de Urquijo-El Debate
  • Lejos de corregir el rumbo para evitar el impacto con Bildu, el PNV ha puesto rumbo hacia la independencia a toda máquina. Una singladura condenada al naufragio frente a quien le lleva muchas millas de ventaja en esa dirección

Tras los resultados de las elecciones municipales del año pasado y las autonómicas del actual, uno pensaba ingenuamente que los dirigentes del PNV, dueño y señor de las instituciones vascas en los últimos 45 años, algo habrían aprendido. Craso error, les pasa como a J. Bruce Ismay, presidente de la naviera White Star Line, propietaria del Titanic que, embebido de soberbia y arrogancia, comprobó que su barco no era insumergible cuando se hundía en las frías aguas del Atlántico Norte el 15 de abril de 1912. La misma ceguera que les impide ver que su partido cuenta hoy con 981 concejales frente a los 1050 de Bildu y que en el Parlamento Vasco empatan a 27 escaños.

La trainera del PNV tiene un timonel incapaz de hacer la ciaboga en el momento adecuado, igual que le ocurrió al capitán Smith con el famoso iceberg provocando el hundimiento de su nave. Al parecer los vigías del Titanic, confiados, habían dejado los prismáticos en el camarote impidiéndoles avistar a tiempo el obstáculo. Algo parecido les pasa a los centinelas de Sabin Etxea con sus últimas decisiones, parece que no acertaran a leer las nuevas cartas de navegación surgidas tras las elecciones de 2023.

Lejos de corregir el rumbo para evitar el impacto con Bildu, el PNV ha puesto rumbo hacia la independencia a toda máquina. Una singladura condenada al naufragio frente a quien le lleva muchas millas de ventaja en esa dirección. El PNV en vez de girar hacia la moderación y el posibilismo administrando los réditos obtenidos durante sus años de gobierno a base de imposición, clientelismo y expulsión del disidente, prefiere competir en radicalidad con el rival equivocado. Solo así se entienden los acuerdos adoptados en las Juntas Generales de Guipúzcoa y Vizcaya –próximamente las de Álava votarán un texto similar–, así como la última declaración institucional del Lehendakari Pradales con motivo del 45 aniversario del Estatuto de Guernica.

La primera iniciativa fue adoptada por las Juntas guipuzcoanas el 25 de septiembre. PNV y Bildu sumaron sus votos en una resolución para «renovar la relación política con el Estado español mediante la renovación y adecuación de nuestro haber competencial». A los guipuzcoanos les siguieron las Juntas de Vizcaya el 3 de octubre cuando de nuevo PNV y Bildu sumaron sus votos para aprobar una moción reclamando el «derecho a decidir como elemento central en el nuevo estatus político de Euskadi». Y por último el pasado 24 de octubre, con motivo del 45 aniversario del Estatuto de Guernica, el Lehendakari Pradales en una declaración institucional afirmaba «La disposición adicional del Estatuto de Guernica nos ofrece la vía del acuerdo para la actualización de los derechos históricos del pueblo vasco, avanzando hacia un nuevo pacto estatutario que actualice y mejore nuestro autogobierno, consolide un marco de bilateralidad efectiva y un sistema de garantías imparcial». En definitiva, rumbo a la independencia.

Tras esta deriva parece inexorable que su penúltimo servicio al país –si alguno bueno hubo- será el peor de todos: la entrega del poder a un partido político puesto en pie por una banda terrorista y dirigido por un secuestrador. Triste balance en el cierre de su trayectoria. Como colofón frente a este panorama, el PSOE cómodamente entregado a su socio de gobierno y la oposición, si existe, a por uvas.

  • Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco