- El Gobierno acepta trece de las quince propuestas de resolución de los jeltzales, entre ellas la ampliación del aeropuerto de Loiu
- Escenifican su plena sintonía con el objetivo común de que las elecciones no sean antes de marzo
A la espera de que se despeje la incógnita principal de la función -si José Luis Rodríguez Zapatero podrá cumplir su voluntad de agotar la legislatura o si los partidarios en el PSOE de un anticipo electoral lograrán imponer su criterio-, el presidente del Gobierno y el PNV siguen escenificando su cercanía en sucesivos actos. Ambos ansían un mismo objetivo: que el telón no caiga precipitadamente y que la obra concluya en el plazo previsto, marzo de 2012. Cada uno persigue su propio final feliz: a Zapatero le interesa culminar con garantías el proceso de reformas y ajustes que tiene pendiente y al partido de Iñigo Urkullu conceder más margen a la izquierda abertzale para que consolide su apuesta por las vías pacíficas y, al mismo tiempo, dar tiempo para que empiece a desgastarse en sus nuevas responsabilidades institucionales. Y, por supuesto, seguir haciendo sombra a Patxi López al anotarse nuevos tantos en el casillero del autogobierno vasco.
Ayer se acercó un poco más a esa meta, al lograr que el Gobierno central aceptase trece de las quince propuestas de resolución que los jeltzales presentaron como corolario al debate sobre el estado de la nación, la mayoría de ellas centradas en la optimización de las transferencias que Euskadi recibirá en el segundo semestre de este año -según lo recogido en el anterior acuerdo presupuestario-, en el impulso de proyectos e infraestructuras de carácter «estratégico» y en las inversiones y ayudas para sectores clave de la economía vasca, como la máquina-herramienta y las pymes.
La plena sintonía entre Zapatero y el PNV se hizo evidente el martes en el debate. Y ayer se confirmó. Baste un dato: el PNV vio el año pasado como de sus quince iniciativas solo dos salían adelante. Consecuentemente, votó en contra del límite de gasto presupuestario. Pero el divorcio se quedó en berrinche: al otoño siguiente facilitó la aprobación de las Cuentas a cambio del desbloqueo de casi todas las transferencias pendientes. Este año, el romance ha empezado antes. La razón, el interés mutuo, constatado por Urkullu y Zapatero en sus conversaciones, en ganar tiempo hasta marzo. Por eso mismo, el rechazo del PNV al techo de gasto que se someterá a votación a mediados de julio está descartado, porque los jeltzales creen que la receptividad del Ejecutivo al tomar en cuenta casi todas sus peticiones supone un «salto cualitativo». «No vamos a poner obstáculos», confirman en Sabin Etxea. La abstención o el ‘sí’ dependerán de lo que haga CiU, pero en todo caso el PNV garantizará que Zapatero pueda presentar los Presupuestos para 2012.
Seguramente, también que logre sacarlos adelante en otoño, si es que las Cortes no se disuelven antes. De momento, los propios peneuvistas contribuyen a propagar la especie de que la inyección de moral que el debate de política general ha supuesto para el Gobierno habría convencido al mismísimo Alfredo Pérez Rubalcaba de las bondades de agotar la legislatura. Sea como sea, los jeltzales echan al zurrón compromisos importantes, como el impulso a la ampliación del aeropuerto de Loiu, un proyecto ya contemplado por Fomento pero que tenía puesto el freno de mano al menos hasta 2016 por la crisis económica y los recortes presupuestarios. Eso, a pesar de que para esa fecha ‘La Paloma’ se habría quedado a buen seguro pequeña si se cumplen las previsiones que estiman que habrá alcanzado entonces los seis millones de pasajeros. En virtud de la propuesta aprobada, deberán concretarse los plazos y los montantes económicos e incluir las primeras «inversiones reales» en los Presupuestos de 2012.
Traspaso de ferrocarriles
El PNV presumió también del espaldarazo a la alta velocidad vasca al comprometer la integración de la futura estación del TAV de San Sebastián con el edificio cultural de Tabakalera. Pero, sin duda, el mayor logro que se atribuye es el de haber logrado posibilitar que se traspase a Euskadi la titularidad de las líneas locales de ferrocarril, para tener así capacidad real de decisión sobre el transporte por tren, con la posibilidad incluso -remota en la práctica- de poner en marcha un operador propio distinto a Renfe.
EL CORREO, 1/7/11