Hay que recordar que la apuesta socialista por el cambio (esto es, sustituir al nacionalismo), que hasta provocó no pocas desautorizaciones en las propias filas, empezó en la campaña de 2001, de la mano de Nicolás Redondo. El pacto entre dos partidos tan ideológicamente opuestos demuestra la habilidad de sus dirigentes para distinguir lo principal de lo accesorio.
Patxi López podía haber cosechado el cien por cien de los votos de los asistentes al Congreso, tal como está el estado de ánimo en la familia socialista desde que gobierna con un lehendakari de su partido. Nadie librará a este congreso de quedar calificado para la historia como una confirmación de su secretario general ‘a la búlgara’. Inevitable. Y previsible. En el momento político tan dulce que vive el partido socialista desde que las pasadas elecciones le posibilitaron un pacto con el PP para auparle al Gobierno, resultaba imaginable una reunión tan apoteósica que tuvo, en realidad, una mezcla de cónclave y ‘fiesta de la rosa’. Una síntesis entre asamblea y mitin. A medio camino entre la reflexión y el éxtasis.
Con el primer Gobierno constitucionalista, después de casi treinta años, y la constatación de que el cambio se está haciendo con cierta normalidad a pesar de las ‘trampas para osos’ que tiene que sortear casi a diario, el balance de los primeros cuatro meses al mando de la nave vasca es satisfactorio. Patxi López ha sido tan hábil que en el congreso de su partido ha sido capaz de integrar a dirigentes municipales como Totorika, enfrentado a la dirección en otros tiempos, cuando se alineó con Redondo, ahora que ya nadie se entretiene en confeccionar listas alternativas o proponer elecciones primarias. Después de tantos años de congresos convulsos en donde las familias se disputaban una parcela de poder en la dirección, ha llegado la calma al partido socialista.
Atrás quedan las peleas entre Benegas, Jáuregui y Eguiagaray plantándole cara de tres en tres a un desafiante Damborenea. Atrás quedan también los enfrentamientos entre vasquistas y españolistas. Cuando un partido llega al Gobierno suelen desaparecer las disputas internas. Es una ley no escrita que se ha ido cumpliendo en todas las familias. Este congreso ha tenido algo de balance a pesar del corto recorrido del Ejecutivo. El liderazgo de Rodolfo Ares con la política antiterrorista ha sido tan arrollador que empiezan a surgir voces dentro de los socialistas que reclaman la necesidad de que la imagen del Gobierno se proyecte en otros terrenos, sobre todo el económico, además del protagonizado por la Ertzaintza.
Pero es que ha sido ahí, en la lucha contra ETA en todos los espacios de la vida, donde se ha podido encabezar tantas veces la noticia con la consabida expresión «por primera vez». En este corto periodo de tiempo se ha avanzado mucho en la liberación de las calles de la propaganda terrorista teniendo que vencer, sobre todo, la resistencia del escepticismo de quienes gobernaron anteriormente. Y por primera vez se ha firmado un acuerdo entre el Gobierno vasco y Eudel para retirar la publicidad terrorista, lo que ha supuesto dejar en evidencia la desidia de tantos municipios (no sólo los nacionalistas) frente a la ocupación del espacio de la calle por parte de los propagandistas del terror durante tantos años.
Pero los socialistas, como ya se conocen a sus clásicos, no deberían ‘emborracharse’ de éxito. Saben bien que no les ha resultado nada fácil llegar hasta Ajuria Enea. Y deben recodar que en la oposición tienen a un partido que obtuvo 80.664 votos más que ellos y no olvidar que, sin el apoyo del PP (el partido al que José Blanco dedica todos sus dardos durante todos los días de su vida política), ahora estaríamos hablando de otro Gobierno. «Tenemos que estar con los pies en el suelo», decía un dirigente socialista que apostaba con convicción por la idea de que el cambio liderado por el nuevo Gabinete es «para quedarse» en la sociedad vasca.
Los socialistas han tenido que esperar mucho tiempo desde que decidieron apostar por el cambio (esto es, sustituir al nacionalismo), cierto; pero no se haría justicia si no se recordara que la apuesta que pareció tan audaz en su día, que hasta provocó cierto descreimiento y no pocas desautorizaciones en las propias filas, empezó en la campaña de 2001, de la mano de Nicolás Redondo, hoy retirado de la vida política. Las críticas, y descalificaciones, hasta los rubores políticos que algunos sintieron ante la imagen de Fernando Savater entrelazando sus manos con Mayor Oreja y Nicolas Redondo, en un acto de recordatorio de las víctimas del terrorismo en el Kursaal, forman parte del archivo de nuestra memoria.
Pero habrá que reconocer que, con todos sus fallos, el sueño de Nicolas Redondo que fue imposible entonces se ha materializado ahora, con el Gobierno de Patxi Lopez. Es cierto que las condiciones políticas, ocho años después, no son las mismas. Pero el pacto entre dos partidos tan ideológicamente opuestos demuestra la habilidad de los dirigentes para saber distinguir lo principal de lo accesorio. Y ante la anomalía política vivida en el Pais Vasco durante tantos años, se necesitaba un liderazgo nuevo.
Hoy el lehendakari intervendrá en Bruselas en el pleno del Comité de las Regiones. De su apretada agenda no debería caerse su implicación en problemas vascos de primera magnitud. Los atuneros del ‘Alakrana’ habrían sentido mayor arrope si hubieran oído un mensaje suyo el mismo jueves. Tampoco estaría mal si se pronuncia con claridad en el ‘choque’ dialéctico que se está produciendo en torno al Concierto vasco, aunque ello le provoque algún enfrentamiento con la Administración central. Como tampoco estaría de más que estuviera presente en actos organizados por fundaciones de víctimas del terrorismo; aunque no sean socialistas.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 5/10/2009